La policía de Israel arrestó a un grupo de ciudadanos que protestaban frente a la residencia oficial del primer ministro, Benjamin Netanyahu, en Jerusalén occidental. Los manifestantes llevaban dos semanas acampados allí y se negaban a retirarse hasta que el premier presentará su renuncia.
Uno de los detenidos fue Amir Haskel, de 67 años, piloto retirado de la Fuerza Aérea con el rango de general de Brigada. Este veterano ve la destitución de Netanyahu como el primer y necesario paso en un proceso de cambios. “La mayor amenaza para Israel no es Irán, Hezbollah o Hamas… son las divisiones internas de nuestra sociedad”, enfatizó.
Netanyahu es el premier israelí más longevo en el cargo: 11 años ininterrumpidos. Además, es el primero en funciones en ser procesado, pues actualmente es investigado por tres casos de soborno, fraude y abuso de confianza.
Aunque las protestas comenzaron en 2016, con el primer proceso judicial en su contra, este año fue que se agudizó la situación. La pandemia del coronavirus paralizó la economía y los israelíes -la mayoría adultos jóvenes- salieron a manifestar en masa. Sin embargo, llevan meses en la calle y los grandes medios mantienen sus protestas en el olvido.
Desde hace cinco meses, decenas de miles de israelíes se mantienen en las calles y demandan la renuncia de Netanyahu. De acuerdo con The Guardian, le exigen que se excuse por su corrupción y por no gestionar eficazmente la pandemia. También condenan su “delirio de grandeza”, pues aseguran que “haría cualquier cosa” para estar por encima de la justicia.
Dónde, cómo y por qué protestan
Hay manifestaciones frente a la residencia oficial de Netanyahu y en las adyacencias de su casa privada, en Tel Aviv. Pero, los focos se extienden a por lo menos mil sectores del país, incluidas algunas ciudades consideradas bastiones de derecha.
Sus organizadores aseguran que el número de manifestantes supera los 250.000, más de 20.000 solo en Jerusalén. La respuesta de Netanyahu y su gabinete es condenarlos por «anarquistas», «propagadores de enfermedades» y “peones financiados por Irán”.
La crisis es Israel no tiene comparación en la historia reciente. Más de un millón de personas no tienen empleo en un país de solo nueve millones de habitantes. Las actividades culturales y la vida social prácticamente no existen. La capacidad de las personas para viajar fuera del país está severamente restringida.
La situación ha llevado a decenas de miles de israelíes a practicar la desobediencia civil. El Gobierno ha respondido con violencia contra un segmento de la población judía que desconocía la brutalidad policial en su país, esa que los palestinos sufren todos los días desde hace décadas.
Ante las denuncias de violaciones de derechos humanos, el Gobierno gira la vista al lado contrario y guarda silencio. Los israelíes reciben dosis de su propia medicina, porque ellos mismos invisibilizan e ignoran el genocidio contra el pueblo palestino.
Años atrás, en 2011, las protestas se centraron en el alto costo de la vida y los problemas sociales. Hoy, en las manifestaciones se pueden observar carteles con mensajes exclusivamente políticos y la exigencia común es la renuncia de Netanyahu.
Cuándo se agravó la situación en las calles
Las protestas se intensificaron en septiembre, con la segunda ola de casos de COVID-19 y una de las tasas de infección más altas del mundo. El Gobierno impuso un estricto bloqueo y decretó multas contra quien no usara mascarillas.
También promulgó regulaciones de emergencia que restringen cualquier reunión a un máximo de 20 personas. Medios israelíes afirman que la medida se tomó, pero no existe evidencia de que las protestas contribuyen al aumento de casos.
Una encuesta del Instituto de Democracia de Israel reveló que los manifestantes consideran que el segundo bloqueo fue para detener las protestas y no por cuestiones sanitarias.
Entonces, se incrementó el descontentó en el país, con tantas protestas que las autoridades no podían contenerlas. Ante esa impotencia, las fuerzas policiales recurrieron a la represión violenta, mientras los detenidos y heridos se cuentan por centenares. El pueblo israelí es víctima de la represión que palestinos, judíos etíopes y judíos ortodoxos llevan años sufriendo.
Los manifestantes se niegan a escuchar los llamados policiales de desalojo y se movilizan para evadir las barricadas. También se niegan a dar sus documentos de identificación y aseguran que no pagaran ninguna multa.
“Todo se ha politizado con un discurso centrado en la corrupción gubernamental. La gente no tiene trabajo, no tiene miedo, pero sí tiene tiempo para permanecer en la calle”, declaró Ori Givati, activista que ha sido arrestado varias veces, reseñó The Guardian.
Ori Givati hizo una singular comparación: “Ya no creo que la policía me esté protegiendo. No lo he creído durante mucho tiempo tras mis experiencias en Cisjordania. Pero hasta que usted mismo no lo experimenta y es atacado, no lo siente». Luego, agregó: “Cuando me arrestan en Cisjordania no hay miles de personas que me apoyen. Acá en Balfour, cuando te arrestan, eres un héroe».
Las violencia policial de Netanyahu
Numerosos israelíes declararon a los medios que fueron acorralados una noche por policías y rociados deliberadamente con un cañón de agua. Aunque suplicaban que querían irse a casa, al menos 50 terminaron detenidas. A pesar de los arrestos masivos, ni un solo manifestantes ha sido acusado.
“Los arrestos son la forma en que la policía aplasta las protestas”, denunció la abogada israelí de derechos humanos Gaby Lasky. Ella ha defendido el derecho a protestar de los activistas de derechos humanos -israelíes y palestinos- durante años.
La policía también aplica la técnica de «caldeo», encerrando a los manifestantes en un área específica y no dejándolos salir durante un período de tiempo prolongado. «Es una nueva táctica», denunció Lasky. «No solo va en contra de las medidas de aislamiento social contra el COVID-19, sino que también es traumático y dañino mentalmente».
Según Lasky, varios activistas aseguran que son vigilados por policías vestidos de civil. Estos se infiltran en las protestas para descubrir quienes son los líderes y arrestarlos. “Este es un pilar de las tácticas militares israelíes en la Cisjordania ocupada. Se le llama el ‘incitador principal’, un término militar. La idea es que, si sacas a los principales activistas, las protestas pierden fuerza”, explicó Lasky, citada por The Guardian.
Cuál es la posición de los palestinos en Israel
El segmento de la sociedad más familiarizado con la represión son los palestinos, que representan más del 20 % de la población. Sin embargo, en estos últimos meses han estado notablemente ausente de las protestas. La abogada sostuvo que los palestinos encuentran que la petición de “salvar o restaurar la democracia israelí” está fuera de lugar. En su experiencia, en Israel nunca se ha establecido una democracia plena.
Ayman Odeh, un político palestino israelí, fue citado por el medio británico. “Los ciudadanos palestinos ven a los manifestantes luchando por salvar una democracia que ellos mismos nunca tuvieron y lamentando una ruptura de la confianza con el Estado que nunca experimentaron”.
Y añade que, en medio de su incongruencia, «toda una generación de judíos se enfrenta, por primera vez, a la brutalidad policial. Pero, no se engañen, aún es mucho más suave de lo que enfrentan los ciudadanos árabes».
Las protestas tienen un carácter activo, espontáneo y dinámico. En ella destacan diferencias ideológicas y tácticas entre los manifestantes de mayor edad y los más jóvenes. Los primeros buscan mantener una buena relación con las autoridades. En tanto, los segundos están dispuestos a desafiarlas y ser arrestados repetidamente.
Además, para los jóvenes, la exigencia va mucho más allá de destituir a Netanyahu. “Nuestro discurso habla de igualdad, derechos individuales, bienestar, paz, ocupación, justicia distributiva”, dijo Maayan Amran, de 37 años.
Amran relata que en algunas protestas se escucha el cántico «Justicia para Iyad». Se trata de Iyad al-Hallaq, un palestino autista residente en Jerusalén asesinado a tiros por la policía fronteriza en mayo, mientras caminaba a la escuela.
Los efectos de la pandemia
El mal manejo de la pandemia y su consiguiente crisis económica también influyó para que más israelíes salieran a protestar. “El encierro convirtió a cada ciudadano en un infractor de la ley”, dijo Ohad Nevo, activista de 33 años, citado por el medio británico.
“Un acto tan básico como salir de tu casa se convirtió en la desobediencia civil. La situación ha permitido un despertar popular a medida que la gente ve cómo el estado puede quitarnos los derechos básicos, colocándonos en una base más similar a los ultraortodoxos, palestinos y etíopes”, explicó. Sus palabras, aunque xenófobas, reflejan el pensamiento de una gran parte de la sociedad israelí.
Para Akiva Novick, periodista de la emisora pública, hay indicios de que los manifestantes están logrando meterse en la piel de Netanyahu. «Se está volviendo loco. El partido Likud está obsesionado con estas protestas. Los ministros están describiendo reuniones en las que se centran únicamente en cómo detenerlas”, expresó.
Igualmente, Novick abre un poco el panorama para quienes creen que la salida de Netanyahu podría derivar en un gobierno más social. “Si existe una alternativa distinta a Netanyahu, también está a la derecha. El pueblo israelí se mueve siempre a la derecha. Quien pensó que el descontento haría que Israel girara a la izquierda, simplemente está imaginando cosas«.
A pesar de ello, los activistas en Israel se sienten entusiasmados con la victoria de Joe Biden en Estados Unidos. En las calles, el grito común que se escucha en las manifestaciones es: «Trump salió, Netanyahu, tú eres el siguiente».