Los medios lo presentan como una víctima ‘del régimen chavista’, un ‘preso político’ y un ‘buen hombre de familia’. Al mismo tiempo, silencian sus delitos y, sobre todo, su condena como asesino en Venezuela. Su nombre es Iván Simonovis.
Simonovis fue comisario de la policía en Caracas. Es responsable de diversas estrategias violentas que ejecuta la extrema derecha desde hace al menos dos décadas. Ahora, participa en la Operación Boicot, creada junto al uribismo desde Colombia. Su objetivo es asesinar diputados, gobernadores, familiares de altos funcionarios del Gobierno y hasta al fiscal general, Tarek William Saab.
Su prontuario criminal rebota hasta el 11 de abril de 2002. Ese día, al menos 19 venezolanos fueron asesinados vilmente en las calles de Caracas. El responsable de esa masacre, ejecutada a sangre fría y a plena luz del día, fue Simonovis. En aquel entonces, era jefe de seguridad de la Alcaldía Metropolitana de Caracas. Hoy dice ser ‘Comisionado Especial de Seguridad e Inteligencia del gobierno interino de Venezuela’. En otras palabras, hoy es un invento de Juan Guaidó.
Aquel ayuntamiento, ya extinto, era manejado por Alfredo Peña, acérrimo opositor al Gobierno de Hugo Chávez. El exalcalde terminó prófugo de la justicia, pues huyó tras esos cruentos sucesos conocidos en Venezuela como ‘La Masacre de puente Llaguno’.
Algunos de esos asesinatos se transmitieron en vivo y directo por varias televisoras privadas. Todas se aprovecharon de la confianza de los televidentes cautivos a sus señales para culpabilizar al Gobierno de Hugo Chávez.
Los hechos culminaron en un golpe de Estado, que 72 horas después fue revertido por el propio pueblo venezolano. Detrás de cada persona asesinada hubo una estrategia que ideó, ordenó y ejecutó el jefe de la Policía Metropolitana, Simonovis. Se apoyó en mercenarios y francotiradores contratados por la oposición, y en los falsos alegatos que difundían los medios privados.
Ciertamente, son amplios los testimonios gráficos y audiovisuales sobre la actuación de la Policía Metropolitana (PM). El afamado comisario, antes de la masacre, fue muy aclamado por los medios. Exaltaban su presunta «lucha contra la criminalidad» y el uso de «armas sofisticadas» traídas directamente desde Estados Unidos.
Pero, en esa ‘lucha’ contra el crimen, Simonovis acabó con la vida de decenas de supuestos ‘criminales’. Por eso, sus acciones durante la masacre ponen en duda la veracidad de su proceder y pensar. Investigadores afirman que las bajas presentadas como supuestos enfrentamientos con delincuentes fueron, en cambio, ajusticiamientos extrajudiciales y falsos positivos.
Simonovis fue condenado por crímenes de lesa humanidad y «graves y flagrantes» violaciones de Derechos Humanos. También se le imputó por dirigir una masacre armada contra una manifestación pacífica. Por todo ello, fue sentenciado a cumplir la pena máxima en Venezuela: 30 años de prisión.
Junto a él, resultaron condenados por asesinato dos funcionarios policiales a su cargo: Lázaro Forero y Henry Vivas, jefes de la PM. Asimismo, otros seis policías también fueron encerrados por su complicidad en los hechos.
Simonovis, violador de derechos humanos
El perfil de Simonovis no lo pinta precisamente como un hombre honesto y ejemplar. Es falsa esa imagen que pretende imponer la mediática internacional proclive a Washington y a los intereses estadounidenses. Los medios lo presentan como una víctima ‘del régimen chavista’, un ‘preso político’ y un ‘buen hombre de familia’. Al mismo tiempo, silencian sus delitos y mentiras, pero sobre todo su condena como asesino y autor de «La masacre de puente Llaguno».
La justicia tardó en llegar para Simonovis. Aunque su arresto se produjo en 2004, fue en 2009 cuando finalmente -luego de un largo y tortuoso proceso judicial- recibió la condena.
La justicia alegó que el jefe policial era culpable de “complicidad necesaria en la ejecución de homicidio calificado, consumado, frustrado; lesiones graves, gravísimas, menos graves y leves”. En esa masacre, las 19 víctimas fatales participaban en dos marchas. Una fue convocadas por simpatizantes de Chávez y otra por la oposición.
La magnitud y gravedad de su condena recae en que la sentencia le imputa la «autoría intelectual» de los hechos. En otras palabras, Simonovis planificó todo lo que aconteció ese día. Eso incluye las acciones ejecutadas por sus subalternos, quienes atacaron a las víctimas con armas de guerra como subametralladoras HK y fusiles AR15, traídas a Venezuela en un convenio que pactó la PM con Estados Unidos.
Guaidó premia a Simonovis por sus asesinatos
Con ese prontuario, hoy es ‘Comisionado Especial de Seguridad e Inteligencia’ de Juan Guaidó. Eso sería el más alto cargo en la materia para el intento de Estado paralelo que pretende crear el autoproclamado. Incluso, para ello tiene el apoyo del presidente saliente estadounidense, Donald Trump.
El anuncio del nuevo cargo de Simonovis busca atentar contra el orden constitucional y la democracia en Venezuela. Junto al falso ‘embajador’ de Guaidó en Washington, Carlos Vecchio, integra un grupo que ha robado miles de millones de dólares a Venezuela. Lo han hecho usurpando funciones del Gobierno, en complicidad con Trump, la Unión Europea y otros gobiernos serviles latinoamericanos.
La misión del prófugo de la justicia es trabajar ‘coordinadamente’ con la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y la DEA. Este Departamento Antidrogas estadounidense fue expulsado por el presidente Hugo Chávez (1999-2013), debido a sus vínculos con el negocio del narcotráfico.
Simonovis llegó a Estados Unidos tras de escaparse del estatus de casa por cárcel que disfrutaba desde hace cinco años. La justicia venezolana le otorgo ese beneficio porque supuestamente sufría de ’19 patologías distintas’ que afectaban su salud. Sin embargo, las imágenes del comisario lo hacen ver bastante bien.
Desde su arresto, logró escribir una autobiografía: «El prisionero rojo», publicada en 2013. Las supuestas patologías que ‘comprometían su vida’ eran: síndrome del túnel del carpio, hernia discal, dolor cervical, escoliosis lumbar, reflujo biliogástrico, entre otras. Algunas de ellas pudieran considerarse «normales» en una persona de su edad: 59 años.
En medio de esa situación carcelaria, Simonovis aprovechó la complicidad de sus custodios para fugarse de su casa. Así, emprendió su huída a través de Colombia hasta finalmente llegar a Washington.
El propio Guaidó informó a los medios que Simonovis no se había escapado, sino que había sido «liberado« por él. Hubo complicidad con custodios del Servicio Bolivariano de Inteligencia (Sebin) y el desertor de la Fuerza Armada Manuel Cristopher Figuera, quien también vive en la capital estadounidense.
Por ahora, el delito de evasión y la complicidad de Guaidó es otro ápice en el prontuario de Simonovis, que pareciera desea ampliar. Asimismo, es und elito que añade el ‘presidente’ autoproclamado a su expediente penal.
El plan sedicioso y criminal de Leopoldo López, Guaidó, Simonovis y demás miembros de la extrema derecha sigue en pie. Ahora, la mira está puesta en lograr que Estados Unidos decida invadir finalmente Venezuela. Su mayor deseo es acabar con el gobierno de Nicolás Maduro, electo en 2013 y en 2018. En pocas palabras, ya Simonovis está en acción y una de sus propuestas es activar una coalición militar extranjera dentro de Venezuela.
Actualmente, el Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela solicitó recientemente a Estados Unidos su extradición, para su enjuiciamiento en territorio venezolano. A Simonovis se le acusa de los delitos de homicidio intencional calificado en grado de frustración contra Maduro, traición a la patria, tráfico ilícito de armas de guerra, terrorismo y asociación.
El día de «La Masacre de puente Llaguno»
El Puente Llaguno es un paso vehicular elevado que se encuentra en la avenida Urdaneta de Caracas. A unos 200 metros esté el Palacio de Miraflores, sede del Ejecutivo. Por debajo, el puente permite el paso de la avenida Baralt, importante arteria vial del centro de la capital.
La ubicación del puente es estratégica, pues está interceptado con tres esquinas de parroquias vecinas. Fue declarado Patrimonio Cultural de Venezuela el 9 de abril de 2012, en honor a los caídos durante la masacre y en conmemoración de los 10 años del suceso.
El 11 de abril de 2002, en horas de la mañana, se concentró frente a la sede de Petróleos de Venezuela una multitudinaria manifestación de ciudadanos opositores a Chávez.
Aquella masa recibió durante horas durísimos mensajes cargados de odio contra el chavismo, difundidos por los ‘líderes’ opositores. El último de aquellos voceros fue el entonces secretario general de la Central de Trabajadores de Venezuela, Carlos Ortega. En medio de su intervención anunció: «No descartemos que esta masa, que este río humano vaya hasta Miraflores».
El llamado fue aceptado por la multitud que salió enfurecida a ‘sacar a Chávez de Miraflores’. Allí, frente al Palacio de Gobierno estaba una masiva concentración en apoyo al presidente desde tempranas horas.
Los efectivos de la PM tuvieron la oportunidad de frenar la marcha opositora, un kilómetro antes de la concentración chavista. Pero, el plan de Simonovis era generar caos y ordenó dejar transitar a los opositores.
Una vez que opositores y chavistas se encontraban a menos de 100 metros de distancia, comenzaron los insultos. Las piedras iban y venían por el aire y comenzaron ‘detonaciones’ desde edificios ubicados en la zona. De lado y lado caían personas asesinadas por tiros que iban directamente a sus cabezas.
Los medios transmitían todo en vivo, el caos se generalizaba y se culpaba al Chávez de aquellos hechos. Sin embargo, reporteros gráficos y personas grabaron videos y tomaron fotos que dejaron las pruebas necesarias para demostrar que los disparos fueron obra de la PM y sus francotiradores.
La idea fue siempre culpar a Chávez. Así, justificarían las declaraciones de miembros del Alto Mando militar que tenían conocimiento del plan. Su objetivo final era propiciar la renuncia del presidente Chávez.
Chávez nunca renunció. Terminó secuestrado por un grupo de militares golpista que lo llevaron a una isla, la base militar de la Orchila, ubicada al oriente de Venezuela.
Durante esas horas, los golpistas asumieron el poder, eliminaron las instituciones del Estado y desmembraron el aparato democrático. Así, establecieron una verdadera dictadura de facto, apoyada por el Gobierno estadounidense y la cúpula de la Iglesia católica.
Sin embargo, militares patriotas que aún estaban dentro de Miraflores se enfrentaron al autoproclamado gobierno, encabezado por el empresario Pedro Carmona Estanga. Éste, se autojuramentó ante los medios y un grupo de golpistas que firmaron un documento que lo acreditaba como ‘jefe de Estado de un gobierno de transición’.
En pocas horas, los golpistas fueron expulsados de Miraflores, gracias a los militares patriotas y a una masa de personas que rodearon el Palacio de Gobierno y exigían el retorno de Chávez.
El 13 de abril, Chávez ya estaba de regreso a Miraflores. Militares leales y el pueblo consciente lo habían devuelto al Poder. El golpe había fracasado.
Pero, en medio de la incertidumbre de esos días se registraron muchos incidentes y crímenes de lesa humanidad. La mayoría fueron ejecutados por la Policía Metropolitana que dirigía Simonovis. Además, se persiguió a líderes del chavismo, fueron capturados y apresados acusados injustamente por la masacre. Los golpistas necesitaban falsos positivos para librarse de culpa, aunque finalmente no pudieron hacerlo.
Aquellas persecuciones también tuvieron como responsable a otro prófugo de la justicia venezolana, Leopoldo López. En ese entonces era alcalde del municipio Chacao del estado Miranda, centro operativo de la oposición. Hoy es jefe de Juan Guaidó, a quien dirige desde la protección que le brinda el Reino de España.
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