¡Mataron a la Venus Rap!: las letras ausentes sobre la mujer ícono del hip hop magallánico

Una noche de octubre de 2015, un conocido de Ana decidió acabar cobardemente con su vida y, de paso, con la breve historia de la mujer que a sus 25 años se había convertido en una admirada y comprometida protagonista de la escena rapera magallánica. 

¡Mataron a la Venus Rap!: las letras ausentes sobre la mujer ícono del hip hop magallánico

Autor: Daniel Labbé Yáñez

La medianoche del martes 27 de octubre de 2015 funcionarios de Carabineros tocaron la puerta del número 34 en el pasaje Manuel Gandarillas, en la población Diego Portales de Punta Arenas. Tenían que darle a los dueños de casa, el matrimonio formado por Ana María Palma y Luis Arancibia, una muy mala noticia. Una de sus cuatro hijas había sido hallada malherida y tirada en el puente del Río de las Minas, ubicado en la avenida Eduardo Frei de la ciudad patagónica.

Se trataba de Ana María Arancibia Palma, la Venus Rap. Una joven de 25 años que se había convertido en una de las exponentes más reconocidas y admiradas de la escena rapera magallánica. “La Venus era el ícono del hip hop femenino de esta zona”, decía días más tarde a la prensa local Pablo Crimini, del grupo Capos Crimini, amigo de un hermano de Ana.

Sin embargo, por alguna razón, por más amplificadores que amontonaron sus amigos y amigas para exigir justicia rapeando en las calles de Punta Arenas, la historia de lo ocurrido a la Venus parece silenciada, sin eco fuera de esa ciudad. “Hubo marchas, tocatas y eventos a favor de ella, pero quizás sea por la lejanía del centro noticioso, o tal vez por el sistema machista imperante en el país”, se lamenta su padre. “Se habla del tema de la violencia contra las mujeres, pero el problema es que está todo centralizado y jamás se difundió nacionalmente lo ocurrido a mi hermana”, suma Fabiola Arancibia.

LAS HUELLAS DE LA VENUS

Fue con Luis, uno de sus dos hermanos mayores, que Ana María se adentró en el mundo de la música. “De chiquitita siempre escuchó rap”, recuerda él. Luis era rapero, tenía amigos raperos y su banda sonora diaria era el rap. Fue con él con quien comenzó a ir a sus primeras tocatas. “Ella me veía y le gustó mucho la música; me veía haciendo beats y me pedía que le hiciera. Me acuerdo que cuando comenzó a rapear lo vi como algo pasajero, pero me equivoqué porque ella siguió. Siempre traté de aconsejarla en todo lo que pude”, dice Luis.

“Amaba su música por sobre todas las cosas. Tenía una pasión que transmitía cuando estabas cerca de ella, era algo que le gustaba realmente, lo vivía día a día, componía letras que hablaban de su vida, de lo que sentía, lo que quería expresar. Para ella era una forma de desahogo”, recuerda Camila Serón, una de sus mejores amigas.

Hey comadre, no compares / el reggaetón no es la clave / si ustedes hablan de sexo, aquí se rapea de calle, se oye decir a la Venus en su canción Vivo Rap. Crítica, contestataria, amante de los animales, vegetariana y sintonizada fielmente con lo que ocurría en las avenidas, pasajes y poblaciones de Punta Arenas, Ana María entendía su música y su trabajo como una herramienta de denuncia y cambio. Vamos a defender de cara, con garras el rap / yo no voy a parar, no voy a callar ni siquiera derrotá / defiendo lo que es mío y lo mío es rapear / defiendes a todo un pueblo con esta arma verbal, dispara en otra composición dedicada a la libertad de expresión.

“Era buena en lo que hacía. Nosotros somos una familia que dice lo que uno piensa y ella era así, directa. Mi hermana disfrutaba mucho el rap que creaba”, expresa Luis.

Quienes conocieron a Ana recuerdan que junto con componer, la motivaba sobremanera crear pistas de rap. “Se podía pasar horas y horas haciendo instrumentales, le apasionaba mucho”, recuerda Camila. Y también hacer tocatas. “Siempre quería organizar cosas para levantar la cultura del hip hop en la ciudad”, apunta sobre esa faceta su amiga, quien agrega: “Yo veía que algunos la admiraban mucho, especialmente los que recién empezaban, ya que siempre daba una palabra de aliento para seguir progresando, nunca echó para abajo a alguien que recién comenzaba”.

“Cuando una persona se compromete por tantos años en algo pasa a ser un personaje dentro de cualquier ámbito. La Venus con los años se ganó el respeto, sobre todo en Punta Arenas donde hay pocas mujeres que hacen rap; son como tres o cuatro las que lo hacen con frecuencia. La Venus era una de ellas, representaba fielmente el rap underground y lo hizo bien, dejó una huella bastante visible”, dice Pablo Crimini.

Fue por eso, por lo querida y admirada que era, por el cambio que en ese momento estaba provocando como hip hopera en la escena rapera de Magallanes, que la noticia sobre lo ocurrido aquella noche de fines de octubre se transformó en la letra más doliente y desconsolante que ese mundo ha conocido hasta ahora.

EL COBARDE ATAQUE

Son aproximadamente las 23:20 horas del martes 27 de octubre de 2015. Ana María Arancibia camina sola por la avenida Eduardo Frei de Punta Arenas, luego de asistir a clases en el Centro de Estudios de la Patagonia. Da un vistazo a su celular, habla con su mamá y le dice que se encamina hacia donde su pololo, Pablo. Continúa por esa calle y cuando está cerca del puente del Río de las Minas un hombre se atraviesa en su recorrido.

Por el lugar transita en su taxi Álvaro Hueicha, quien posteriormente declarará ante la Justicia que observó a lo lejos un “manoteo” entre la pareja y que una vez que estuvo más cerca de ellos pudo apreciar cómo el hombre la sujetaba y obligaba a caminar hacia el río. Lo mismo señalará Carolina Águila, quien viaja de pasajera en el vehículo.

El sujeto la toma del pelo y de la cintura, la conmina a avanzar y la lleva hasta la ribera sur del río. Ana no puede zafar. “Mi hija era menudita, medía menos de 1 metro 60, no se pudo defender”, se lamentará luego su padre. De pronto, el atacante saca un cuchillo y le propina diversos cortes y puntazos en el pecho, tronco y extremidades. El tipo huye.

Herida, la Venus Rap consigue reincorporarse y camina hasta el puente del Río de las Minas. Marcos Moreira, quien pasa en su bicicleta, la ve venir, sangrando, observa que salta el bandejón central y se le acerca. Le dice que la han apuñalado. Le pregunta si sabe quién fue. Ella solo alcanza a decirle que sí y se desvanece. Ha perdido gran cantidad de sangre. La ambulancia que llega para trasladarla al Hospital Clínico de Punta Arenas la encuentra en paro cardio respiratorio.

A las 10:55 de la mañana del 28 de octubre de 2015 la Venus Rap fallece a raíz de las lesiones sufridas. La causa de muerte quedará escrita como “anemia aguda por herida penetrante región clavicular, heridas en muslo derecho, tronco y otros, lesiones vitales, compatibles con arma blanca y proporcionadas por terceros (sic)”. Se detalla junto con ello que la lesión mortal es “una herida penetrante en la región subclavia izquierda”, es decir, a la altura del pecho.

REVELACIONES, CONTRADICCIONES Y UNA CAÍDA AL RÍO

La Justicia estableció que el asesino de Ana María fue Edgar Robinson Ortega Silva (22), quien -no obstante el reconocimiento de testigos como el sujeto que la violentó antes de apuñalarla y una serie de comportamientos erráticos y declaraciones contradictorias- asegura que es inocente.

Ante la Justicia sostuvo que ese 27 de octubre, luego de su trabajo en el local Central de Frutas de Zona Franca, se fue a su casa, que se reunió con una amiga y que al otro día se enteró por un compañero de labores que habían matado a Arancibia, a quien él conocía.

Tres días después, pasada la medianoche del viernes 30 de octubre, tras asistir a una junta con amigos Ortega transita por el puente de avenida Frei y se detiene allí. Quería “investigar”, “buscar pistas”, según declaró con posterioridad. Saca su celular y decide llamar a Camila Martínez, una compañera de trabajo. De acuerdo a la declaración hecha por la joven durante la investigación, esa noche, alrededor de las 4 de la madrugada, recibió una llamada de Edgar en la que él le dice que se junten en el puente “donde había matado a la Venus”. Él le corta, vuelve a llamarla y le repite lo mismo. Ortega le insiste en que vaya al lugar, que ahora no está seguro de si había sido él quien había asesinado a Ana, pero que quería entregarse. La chica le responde que no se reunirá con él y le cuelga. La siguiente llamada ya no la contesta.

Maikol Matiacha, quien dijo tener una relación de amistad con la Venus Rap, declaró en el juicio y confirmó lo expuesto por Camila. El viernes 30 de octubre estuvo también en la fiesta junto a Ortega. “Como a las 3 A.M., el imputado (Ortega) estaba con alcohol y droga, andaba eufórico, se colocó agresivo. En un momento, comenzó a agarrarse la cabeza, a decir que él había sido el que mató a la Venus, se agarraba la cabeza entre preocupado y eufórico”, se lee en la sentencia del caso.

Ortega sigue en el sector donde fue asesinada la rapera. En un momento cae al río y se fractura el tobillo. Al técnico paramédico que lo atendió esa noche le señala que se lesionó «saltando un alambrado, en una parcela, cuando iba llegando a casa». Frente a la policía, en cambio, dirá que ocurrió “buscando pistas” del crimen de Arancibia en el Río de las Minas.

Foto: La Prensa Austral

En lo que no reparó Ortega, pero sí el tribunal, es que la información pública que circulaba por los medios de comunicación a esa fecha era que Ana había sido atacada en el puente de avenida Frei y no en la ribera del río, hasta donde llegó el acusado esa noche a realizar su “investigación”. “Lugar donde sólo el atacante podía saber que ocurrieron los hechos”, se advierte en el fallo. Junto con ello, se califica de “inexplicable” que Ortega estuviese “dispuesto a buscar pistas por la situación de un tercero, respecto de quien no tenía mayor cercanía afectiva”.

Dirá también que en el momento de la caída pierde su teléfono, razón por la cual no podía supuestamente entregarle el aparato a los policías para que fuera periciado. Sin embargo, luego se estableció que durante el momento en que dijo haberlo extraviado y en días posteriores, había varias llamadas a conocidos de él, incluso una al celular de la propia Venus Rap.

Esos fueron algunos de los principales elementos probatorios que llevaron al tribunal a establecer la culpabilidad del único acusado en el homicidio de Ana María y que se sumaron al reconocimiento del taxista Álvaro Hueicha, quien además de describir la escena en que la Venus era sometida por un sujeto, lo reconoció posteriormente en una fotografía reciente de Ortega.

Además, se consideró el descarte de la participación de otro sospechoso, un ex pololo de Ana María; la declaración de Ortega en la que señaló que la noche del 27 de octubre había estado con una mujer, lo que ella misma negó al ser interrogada; el hallazgo de un jockey blanco en poder del acusado, como el que llevaba el sujeto que maniataba a Arancibia según detalló el taxista testigo; y la solicitud del inculpado al momento de ser detenido para que los policías le explicaran cómo funcionaba el sistema de penas al colaborar con la investigación o en cuánto se rebajaba una condena cuando se cooperaba.

“Su declaración estaba desvirtuada por incoherencias y contradicciones”, señaló en el juicio el PDI Rodrigo Sánchez, a cargo de la investigación.

DIEZ AÑOS Y UN DÍA

El pasado 12 de enero los jueces del Tribunal de Juicio Oral en lo Penal de Punta Arenas condenaron por unanimidad a Edgar Ortega, en calidad de autor del delito de homicidio simple de Ana María Arancibia, a la pena de diez años y un día de presidio.

“Pienso que deberían cambiar las leyes para los asesinos; deberían sentenciar a partir de los 30 años hasta cadena perpetua, porque este es un daño de tal nivel que es a nosotros a quienes finalmente nos condenan a una cadena perpetua”, cuestiona Fabiola, hermana de la Venus. Su padre está contrariado con el fallo. “Estoy conforme porque por lo menos por unanimidad los jueces lo culparon; pero no lo estoy porque 10 años no es nada para una vida de una madre que deja un hijo de 10 años”, señala.

Fabián es el pequeño hijo de Ana. Tenía 9 años cuando mataron a su mamá. “Ha sido difícil que su madre no esté, la extraña mucho, recuerda lo que vivían juntos, cuando salían a comer cuando ella recibía su sueldo”, cuenta Fabiola. “Ha estado con psicólogo y ha sido lento el proceso; temo como abuelo por su futuro, de lo que pueda pasar más adelante, ya que el tiempo pasa rápido y en 8 años más tendrá 18 años y el asesino estará libre”, confiesa preocupado Luis.

LA VIOLENCIA CONTRA LA MUJER NUEVAMENTE

La pregunta sobre qué irracional intención impulsó a Ortega a atacar cobardemente esa noche a Arancibia no ha podido hasta ahora ser respondida. Él insiste en su inocencia.

No existe claridad sobre cómo Edgar y Ana María se conocieron. En una entrevista con La Prensa Austral publicada el 12 de septiembre de 2016 él asegura que fue en un asado en la casa de la Venus Rap durante un partido de las clasificatorias para la Copa América 2015. “Conversamos sobre los animales, a ella le gustaba la vida de campo, y el tema de los animales fue lo que tuvimos en común al dialogar, ya que a mí también me gustan, los gatos”, detalló Ortega. Sin embargo, Fabiola Arancibia niega que eso haya ocurrido, por la simple razón de que en su familia no son futboleros y, por lo tanto, nunca se hacen asados para un evento de ese tipo.

El acusado agregó que luego siguieron en contacto por Facebook y WhatsApp, y que una vez ella le habría pedido que la ayudara a buscar a su pololo que estaba desparecido. Si bien el extravío efectivamente ocurrió alrededor del 23 de septiembre de 2015, la hermana de Ana descarta igualmente lo expuesto por Ortega, señalando que ella la acompañó durante todo ese proceso y conoció a la persona que sí la ayudó en la búsqueda y no fue Edgar.

Lo único que está confirmado y que él también señaló al diario es que por esos días Ortega estuvo en la casa de la Venus Rap, pero con el objeto de ir a buscar un gato que ella le regaló. Luego de eso, dijo que no la vio más.

“Nunca tuve intenciones amorosas con ella”, declaró Ortega durante la investigación. Algo que no concuerda con lo expuesto por Pablo Muñoz, el pololo de la Venus, quien relató que en al menos dos oportunidades ella le mostró mensajes de él “como joteándola”.

“Creo que fue por obsesión, y acoso”, dice el padre de Ana, intentando dar con una explicación sobre lo ocurrido a su hija. “No resulta lógico que un conocido se le acerque para robarla y apuñalarla luego; más bien es posible pensar en un móvil de posible negativa de ultraje, venganza, despecho, etc..”, se lee en el fallo del juicio.

Una conclusión que finalmente da cuenta, una vez más, de la violencia permanente contra las mujeres, del machismo mortalmente arraigado y de la naturalización de la supuesta propiedad de unos sobre otros, que terminó esta vez con una chica que encontró su esencia en el nombre Venus asesinada, en un acto que no puede estar más lejos de lo que genuinamente llamamos amor.

Reportaje publicado en la edición n° 210 de la revista de El Ciudadano.


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