La Organización de los Estados Americanos (OEA) es una institución venida a menos, un lobby sedicioso utilizado por el régimen de Estados Unidos. Desde allí se impulsan, promueven y ejecutan golpes de Estados y derrocamientos de Gobiernos latinoamericanos. Para ello, emplea falsos argumentos que se escudan en la supuesta protección a la democracia. Y, ahora, pretende arreciar sus ataques contra Nicaragua, la Revolución Sandinista y el gobierno de Daniel Ortega.
El organismo ha perdido toda su credibilidad, entre su asedio a Venezuela y el golpe de Estado contra Evo Morales. En Bolivia, durante las elecciones de 2019, denunció un fraude en el proceso comicial que jamás pudo comprobarse. Ahora, intenta dar vuelta a la página para tapar el escándalo y apunta a su siguiente objetivo: Nicaragua. En el país centroamericano quiere incendiar las calles para derrocar a su gobierno.
Bolivia desnudó el servilismo de Almagro
En Bolivia, la OEA quedó totalmente expuesta. En 2019, su secretario general, Luis Almagro, denunció un fraude inesistente a favor del partido de Evo Morales. Un año después, el Movimiento Al socialismo (MAS) triunfó nuevamente en los comicios presidenciales y con un margen mucho mayor.
La victoria del MAS puso fin a la dictadura encabezada por la ultracatólica Jeanine Áñez que duró casi un año. En ese período, llenó al país de represión, persecución política, terror y corrupción. Además, desencadenó una crisis económica y el endeudamiento externo, tras más de una década de crecimiento económico.
La tasa de crecimiento de la economía boliviana decayó a -7,96 %, debido al impacto de la pandemia del COVID-19. Eso representa un descenso de 10,2 puntos porcentuales con relación al 2,2% registrado a finales de 2019. Se trata de la mayor contracción del Producto Interno Bruto (PIB) en los últimos 70 años. Así lo reseñó un reporte del boletín Monitor Macroeconómico, de la Cámara Nacional de Industrias boliviana (CNI).
Incluso, antes de acabarse la dictadura de Añez, el Banco Central de Bolivia -en su última revisión hecha en septiembre pasado- comunicó que el país «sufrirá una caída de 6,2%» después de dos décadas de crecimiento sostenido.
El informe indica que en 1953, tras la Revolución de 1952, durante la “primera gran crisis boliviana”, el PIB se contrajo -9,46 %. Mientras que en 1983, periodo que se consideraba como la “segunda gran crisis”, se llegó a -3,9 %.
OEA retoma agenda golpista
Al fracasar y dejar en visto todas sus costuras, Almagro y los gobiernos cómplices que apoyan su agenda sediciosa quedaron en evidencia. Por ello, buscan generar acciones que les permitan zafarse del estigma de haberse convertido en una oficina de Washington para derrocar gobiernos.
El accionar de la OEA, ya visible contra Venezuela y Bolivia, dista mucho de su deber ser: defender las voluntades de los pueblos y sus democracias. Incluso, Almagro hasta dio el primer paso bélico cuando amenazó con unaintervención a Venezuela y su presidente Nicolás Maduro. Además, más recientemente enfiló sus ataques nuevamente contra los nicaragüenses.
«Con 20 votos a favor, 2 en contra y 12 abstenciones, la Asamblea General de la OEA aprobó la resolución para el restablecimiento de las instituciones democráticas y el respeto de los derechos humanos en Nicaragua mediante elecciones libres y justas». Esa fue la más reciente decisión del organismo que, desde ya, apunta a dar un golpe a Nicaragua.
De esta manera, la OEA comienza a allanar un camino totalmente similar al que han ejecutado desde hace varios años contra Venezuela. Primero acusa a los gobiernos de ser «ilegítimos» y luego los tilda de «dictaduras». Seguidamente, dice que sus procesos electorales «son fraudulentos» y que, supuestamente, no tienen el apoyo del pueblo.
Los antecedentes de su injerencia existen
Como antecedente a este tipo de acciones destacan Cuba y Venezuela. Ambos países decidieron abandonar el organismo, tras ser víctimas de sus acciones injerencistas.
La OEA, además, también promueve en esas naciones acciones de desestabilización a través de la violencia, con el único objetivo de derrocar sus modelos políticos por independientes a los intereses de Estados Unidos.
Así, la OEA -como garante de los intereses de Washington- busca imponer falsas «democracias», que obligatoriamente deben ser complaciente. Algunos casos notables son Colombia, Brasil, Chile, Perú, Ecuador, Panamá, Honduras, la dictadura extinta de Áñez en Bolivia, y la farsa de la «presidencia interina» de Guaidó en Venezuela.
Ante semejante arremetida que se aproxima: ¿Será capaz el Gobierno de Daniel Ortega de concretar la salida de Nicaragua de la OEA, tal y como ya lo hicieron Cuba y Venezuela?
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