El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, continúa ninguneando la gravedad de la propagación del coronavirus COVID-19, a pesar de que su país concentra el mayor número de contagios en Latinoamérica, con 290 casos confirmados, 8.819 sospechosos y un fallecido.
La mayoría de los casos (164) están concentrados en el estado de Sao Paulo, el más poblado del país, y donde justamente el martes se registró el primer fallecimiento de un paciente infectado por el COVID-19, un hombre de 62 años que estaba internado en una clínica privada y padecía diabetes e hipertensión, del cual se desconoce si había viajado al exterior o si se contagió dentro del territorio brasileño.
Según el gobierno de Sao Paulo, el brote de coronavirus durará hasta cinco meses, mientras que el Ministerio de Sanidad prepara a la población para una crisis que promete más víctimas.
Las autoridades sanitarias advirtieron que todas las personas mayores de 60 años deben permanecer «aisladas» como medida de prevención, ya que integran uno de los llamados «grupos de riesgo».
Incluso, el ministro de Salud, Luiz Henrique Mandetta, reveló que el número real de casos estaría en torno a los 400, ya que falta añadir últimos datos de los gobiernos regionales.
«El coronavirus es una histeria colectiva»
A pesar de que Bolsonaro se sometió a un segundo examen para descartar padecer el coronavirus, luego de que 13 de sus colaboradores con los que viajó a Estados Unidos dieran positivo, el Mandatario se declaró a contracorriente de la mayoría de los líderes mundiales y criticó «la histeria» colectiva que se ha creado en torno a la pandemia.
«El virus trajo una cierta histeria y algunos gobernadores, creo, aunque puedo estar equivocado, toman medidas que van a perjudicar, y mucho, a nuestra economía«, declaró el gobernante en una entrevista con la radio Tupí, en alusión a las restricciones de circulación ya impuestas en casi todos los 27 estados de Brasil.
En especial, criticó las medidas de emergencia dispuestas por los gobernadores de Sao Paulo y de Río de Janeiro, Joao Doria y Wilson Witzel, declarados opositores a su Gobierno, y que han impulsado la restricción a la circulación de personas en esos estados que son los que registran más casos positivos de COVID-19.
La percepción del Presidente brasileño es que las medidas preventivas están dentro de una “guerra de poder”, y que sus enemigos políticos, como los gobernadores de los partidos de la oposición, están restringiendo la apertura de negocios y la circulación de gente para perjudicar la economía y socavar su poder político.
“Hay un caos mucho mayor. Si la economía se hunde, Brasil se hunde. ¿Qué intereses hay detrás? Los de estos líderes políticos [que lo critican]. Si la economía se hunde, mi Gobierno termina”, dijo en la entrevista .
En la entrevista, el llamado «Trump del Trópico» insistió en que se ha generado una situación de histeria con respecto a la pandemia, quitándole peso a la crisis mundial que ha generado.
“Comenzó en China, fue para Europa y a nosotros nos iba a llegar. Lo que está equivocado es la histeria, como si fuese el fin del mundo. Una nación, Brasil por ejemplo, sólo será libre de este virus, cuando un cierto número de personas infectadas creen anticuerpos, que pasa a ser la barrera para no infectar a quien no fue infectado aún”, aseguró.
Actos políticos sin importar el riesgo
En vez de permanecer en cuarentena, debido al riesgo que corre al haber estado en contacto con 13 miembros de su equipo que se encuentran infectados, Jair Bolsonaro ha optado por mezclarse con sus seguidores en actos políticos, pese al riesgo que suponen las aglomeraciones en este momento.
“Si el pueblo va a la puerta del palacio, yo tengo que estar junto al pueblo, tengo que demostrar que estoy con ellos”, se justificó al ser criticado de participar en un acto en Brasilia.
“No da para que me echen las culpas de una posible diseminación del virus”, aseguró.
La actividad se celebró el pasado domingo en la plaza de los Tres Poderes de Brasilia, donde se concentra el palacio presidencial de Planalto y las sedes del Parlamento y el Poder Judicial.
Bolsonaro convocó a sus seguidores apoyarlo y pedir la clausura del Congreso y del Supremo Tribunal Federal (STF), debido a que el Parlamento se niega aprobar algunas de sus iniciativas y frena partidas presupuestarias o la tramitación de proyectos emblemáticos para su gestión, como la reforma tributaria.
Bolsonaro contravino las propias indicaciones del Ministerio de Salud para prevenir la expansión del brote, que incluyen el llamado a evitar aglomeraciones ciudadanas.
El ultraderechista estrechó manos, se dejó tocar y se sacó selfies con sus simpatizantes sin ninguna medida de protección, menospreciando el riesgo que corrían los asistentes por mezclarse entre sí y acercase a él, que es sospechoso de ser portador del COVID-19.
“La vida sigue. No es necesario tener esa histeria. No quiere decir que porque haya una aglomeración de personas por aquí y por allí haya que criticarlo», opinó el Jefe de Estado.
Las favelas son centros de contagio
Para los habitantes de las favelas de Río de Janeiro, que tienen una elevadísima densidad de población y cuyas viviendas son compartidas entre cuatro y cinco personas, es totalmente imposible huir de las aglomeraciones, aunque sean la principal recomendación para evitar los contagios.
El 22,03 % de los 6,3 millones de habitantes de Río vive en favelas. Es decir, al menos 1,4 millones de personas residen en este tipo de asentamientos irregulares, convirtiendo a la ciudad con más barriadas de este tipo en el país, por encima incluso de Sao Paulo -1,28 millones de personas en 1.020 favelas-, según datos del último censo.
El temor también obedece a un malogrado sistema sanitario, que en los últimos cuatro años ha sido afectado por grandes problemas financieros.
Desde que Río de Janeiro se declarase en bancarrota en 2016, poco antes de organizar los Juegos Olímpicos, la red de salud ha ido mermando. Mientras que en 2014 los hospitales regionales y municipales contaban con 7.652 camas, ese número cayó hasta 6.486 el año pasado.
“Río tuvo que cerrar varios centros de atención médica y hospitalarios acusado por las deudas, y prácticamente desmontó su sistema de salud, haciendo así de la ciudad una de las más vulnerables al coronavirus en Brasil”, reseñó EFE.
“En Río tenemos una cantidad enorme de personas viviendo en áreas de exclusión social y una red de salud muy frágil. Aunque también sufrirá, Sao Paulo tiene más musculatura para resistir», admitió el ministro de Salud, Luiz Enrique Mandetta.
Terror en las cárceles
El hacinamiento y el peligro de contraer coronavirus no solo se presenta en las favelas, sino que también llega a las cárceles de Brasil.
Al menos 1.350 presos escaparon de varias reclusorios de Sao Paulo, tras realizar una serie de protestas por las limitaciones impuestas por las autoridades sobre las visitas y los permisos de salida para intentar contener la propagación del COVID-19.
De acuerdo con el diario Folha de Sao Paulo, uno de los detonantes de lo ocurrido fue la decisión de las autoridades de suspender temporalmente la salida bajo permiso de miles de prisioneros, prevista para ejecutarse este martes y que duraría una semana.
La justificación de la medida basa en el argumento de que, tras disfrutar de ese permiso, estos miles de presos regresarían a las cárceles incrementando las posibilidades de propagación del coronavirus en esos recintos, reseñó BBC Mundo.
«La medida era necesaria, pues el beneficio alcanzaría a más de 34 mil sentenciados en régimen semiabierto que, al regresar a la cárcel, tendrían un alto potencial de traer y propagar el coronavirus en una población vulnerable, generando riesgos de salud para los funcionarios y para los custodiados«, dijo la Secretaría de Administración Penitenciaria en una declaración citada por Folha.
Las imágenes de los presos fugados corriendo por las calles inundaron los medios de comunicación brasileños y se hicieron virales en redes sociales.
Eduardo Bolsonaro, diputado federal por Sao Paulo e hijo del presidente de la nación, publicó un tuit con uno de los videos de la fuga para atacar al gobernador de Sao Paulo, Joao Doria, quien es adversario de su padre.
¿Cumpleaños feliz?
Pese a la crisis del coronavirus, Bolsonaro no perderá la oportunidad de organizar una fiesta por su cumpleaños y el de su esposa.
“Ahora yo cumplo 65 (años), en cuatro días. Vamos a hacer una fiestita tradicional aquí, incluso porque yo cumplo el día 21 y mi esposa el día 22 (de marzo). Son dos días de fiesta”, informó en una entrevista radial.
Al parecer, la alegría de la fiesta no le durará mucho tiempo, ya que debido a la falta de atención al coronavirus, sus aliados empiezan a romper públicamente con él, como es el caso la diputada de Sao Paulo Janaína Paschoal, del Partido Social Liberal (PSL), que casi fue su candidata a vicepresidenta durante las elecciones de 2018.
Paschoal propuso que el Presidente dejara el poder por alguien que fuera “capaz de liderar la nación”.
“Las autoridades tienen que unirse y pedirle [a Bolsonaro] que se haga a un lado. No tenemos tiempo para un proceso de impeachment. Estamos siendo invadidos por un enemigo invisible [el coronavirus]. Necesitamos personas capaces de liderar la nación. Quiero creer que [el vicepresidente Hamilton] Mourão puede hacerlo”, dijo la diputada, citada por El País.
Asimismo, se espera que nuevo pedido de juicio político será presentado por otro exaliado suyo, el diputado Alexandre Frota, que dejó el partido de Gobierno para juntarse a la Social Democracia de Brasil (PSDB).
Frota argumenta que Bolsonaro cometió un delito de responsabilidad al atacar el libre ejercicio de los poderes (Legislativo, Judicial y los constitucionales de la Federación). Asimismo, comentó que Bolsonaro viola el principio de impersonalidad de la Administración Pública al no tratar a los medios de prensa en igualdad de derechos.
Igualmente, indicó que durante el acto político de Brasilia, en pleno brote de coronavirus, el ultraderechista violó la «determinación del poder público, destinado a prevenir la introducción o propagación de enfermedades contagiosas», según el artículo 268 del Código de Procedimiento Penal.