Según estimaciones de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), cada minuto se compran un millón de botellas de plástico para beber en el mundo; se trata principalmente de productos de un solo uso, que luego son desechados y posiblemente no entren al ciclo de reciclaje.
El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) señala que, al igual que el resto del plástico usado en el planeta, solo el 9 % de esas botellas se recicla.
En Ecuador, tres emprendedores tuvieron la iniciativa de darle un segundo uso a las botellas de plástico que son desechadas. Ahora, las convierten en marcos para gafas, tanto de sol como con graduación para personas con problemas de salud visual.
El emprendimiento, que integran Mariuxy Jaramillo, Philip Solvang Wright y Nantu Melo, lleva por nombre ‘Tukuna‘, vocablo kichwa que en español significa ‘volver’.
«De ahí viene como nuestra idea, de volver esa botella de otra manera, vuelve a la vida y ahora es una gafa», dice Jaramillo, en entrevista del periodista Edgar Romero para RT.
Proceso colaborativo basado en el reciclaje
El proceso para convertir estas botellas plásticas en gafas comienza con los recicladores de base, personas encargadas de realizar actividades de recolección en las calles, separación y comercialización de residuos para el reciclaje.
«Compramos las botellas directo de recicladores de base y lo que ellos hacen por nosotros, por eso pagamos extra, es separar las etiquetas, las tapas y también nos ayudan a quitar la goma (de pegar) que se queda al retirar la etiqueta», detalla Wright.
Una vez tienen las botellas sin las etiquetas, tapas y gomas, las trituran en una máquina elaborada por ellos mismos. El resultado son pequeños pedacitos de plástico, en forma de escama.
El siguiente paso es llevar estas escamas a una «extrusora», explica Wright, de la cual, con una temperatura de unos 300 grados, sale el plástico fundido con cierto diámetro, que es pasado por agua, donde se solidifica de inmediato y se produce el filamento.
Ese filamento lo usan en la impresora 3D que hace las gafas. El proceso en esta máquina demora unos 40 minutos, precisa Wright.
Al salir de la impresora viene un proceso manual, que incluye el lijado del producto, para que quede suave y brilloso, además de hacer el ensamblado, agregando los remaches, las bisagras y todo lo necesario al producto.
Sobre el color, estas gafas de Tukuna conservan el de la botella, puesto que en el proceso no agregan colorantes ni químicos para cambiarlo. Lo que sí suelen hacer es mezclar entre los diferentes tonos que les dan los residuos y van creando sus propios colores. Wright señala que cada anteojo tiene su propia identidad, porque «la mezcla nunca va a ser perfecta», lo que hace más llamativo su producto.
En cuanto al resultado del reciclaje, este joven calcula que «una botella, como para medio litro, pesa alrededor de 22 gramos y unas gafas pesan alrededor de eso también; entonces, una botella son unas gafas«.
Muchas ideas, un producto y reciclaje
En Tukuna solo trabajan con tereftalato de polietileno, también conocido como plástico PET, que es usado generalmente para el envasado de agua, gaseosas u otras sustancias para el consumo humano.
Cuando comenzaron, el objetivo de estos emprendedores era vender el filamento; sin embargo, al consultar con sus potenciales clientes, se enteraron de que debían producir como mínimo 1.000 kilogramos al mes para suplir la demanda y no tenían la capacidad para ello.
Por eso, tomaron la decisión de hacer sus propios productos. «Empezamos a diseñar diferentes cosas como macetas, juguetes, aretes, tuvimos un proyecto para hacer prótesis […] Probamos muchas cosas con diferente grado de éxito», cuenta Wright. Sin embargo, durante la pandemia pararon la producción y, en busca de generar algo nuevo, finalmente se decantaron por las gafas.
De esta manera, la idea de crear las gafas se dio el año pasado y en marzo de 2021 se constituyeron como empresa, precisa Jaramillo.
Las lunas en una óptica
Lo único que no elaboran en Tukuna son las lunas o cristales de las gafas. Para eso, trabajan con una óptica que se encarga de agregarlas. Las gafas pueden ser solo de sol o también tener graduación para quienes tengan algunos problemas de la vista.
«A nosotros lo único que nos dicen es el color; de ahí cuánto es la medida, si quieren con protección de luz azul, antirreflejo, fotocromáticos, etc., es con la óptica», explica Jaramillo.
Señala que, en el contacto con las ópticas, descubrieron que la mayoría de ellas importa los marcos para los lentes que comercializan. Por ello, Tukuna además de convertirse en uno de los muy pocos que produce las gafas en el país, es el único que lo hace con material 100 % reciclado.
Al reciclaje de las botellas se le suma que los estuches donde se venden o entregan los anteojos es elaborado con residuos de la industria textil. Estos se los proveen otros emprendimientos locales, Allpamamas y Remu.
Tukuna, además, tiene un convenio con la Cruz Roja de Ecuador, que consiste en que por cada cinco gafas que venden proporcionan el marco para que esta institución coloque las lunas, con graduación según su necesidad visual, y entregue esos lentes a recicladores de base.
En agosto pasado, este emprendimiento ganó en la categoría «Economía circular» de los Premios Latinoamérica Verde, donde competían con otros proyectos de Colombia y México.
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