“Señoritas en toma”: La ocupación del Carmela Carvajal por dentro

Un recorrido por la organización, los anhelos y la convicción de las protagonistas de un movimiento que ya cumple una década tomándose en serio la educación chilena.

“Señoritas en toma”: La ocupación del Carmela Carvajal por dentro

Autor: Daniel Labbé Yáñez

Portada

 

Que es pura flojera, que no tienen idea de por qué protestan, que se la pasan tomando, que están puro hueveando. De la puerta hacia afuera de un liceo en toma se dicen muchas cosas. Los medios de comunicación tradicionales, siempre escribiendo con la tinta del prejuicio, contribuyen enormemente a ello. Si hasta hubo un alcalde hoy investigado por corrupción que las calificó de “puteríos”.

Pero la realidad en la mayoría de los casos es otra puertas adentro. “A toda esa gente que dice que somos unos flojos, que lo único queremos es no tener clases, les digo que vengan y vean la realidad de la toma y del movimiento estudiantil”, dice Q’ala Polanco (17), alumna de 4° medio del Liceo Carmela Carvajal de Prat de Providencia y vocera de su Centro de Estudiantes.

Ingreso

 

“Si nosotras no quisiéramos hacer clases estaríamos todo el día echadas, no haciendo nada. Estudiar no te ajena de movilizarte”, añade Q’ala. Previa entrega del carnet en la portería controlada por dos alumnas, nos hace pasar para recorrer el Carmela y contarnos cómo funciona la ocupación que ya lleva 19 días, desde que fuera votada en asamblea con una aprobación del 64%.

Las estudiantes están organizadas en comisiones. La de Cocina, por ejemplo, entre las 8 y 9 de la mañana se encarga de dar desayuno a quienes alojan en la toma y a las que llegan a esa hora. A las 2 de la tarde se sirve el almuerzo. Otras alumnas se anotaron en la comisión del clásico Machetéo, en la de Difusión, en la de Cultura e Intervenciones y en la de Cronograma, encargada de todas las actividades que se realizan durante el día, como reforzamientos de asignaturas, charlas, talleres y obras de teatro, entre otras.

Señoritas

 

Las demandas

Son las 4 y media de la tarde del miércoles 8 de junio y alrededor de cien chicas están sentadas en el piso en un pequeño patio del liceo. Frente a ellas una obra del rupturista Colectivo Lemebel, agrupación feminista de izquierda formada por estudiantes secundarios de Santiago. Andan en gira por liceos en toma con “Objetos perdidos”, performance que habla de sexo, condones, vaginas, clítoris, de placer. De todo aquello de lo que se habla con eufemismos -o simplemente no se habla- en las aulas chilenas, sobre todo en las de mujeres, en las de “señoritas”.

Performance Colectivo Lemebel

Performance Colectivo Lemebel

 

La educación no sexista, explica Q’ala, es una de las demandas del movimiento secundario que ha hecho eco en las alumnas del liceo de calle Italia, como ha ocurrido con gran parte de sus compañeros y compañeras movilizados. “Si bien en el Carmela no hay discriminación en sí con el tema de género, igualmente no nos damos cuenta de los errores que estamos cometiendo. Por ejemplo, el uso de pantalones no es libre para todo el año, tenemos que usar jumper. Hay un uniforme establecido para el colegio de mujeres”, ejemplifica.

Lo mismo ocurre -dice- con la malla curricular, que piden sea replanteada. “Acá no hay solo niñas de tercero y cuarto medio, hay niñas de séptimo y octavo que no saben nada de educación cívica, de educación sexual o de raíces, cultura mapuche, pueblos originarios”, explica la dirigenta.

Acoso

 

En términos generales, las estudiantes del Carmela Carvajal adhieren a las peticiones que han emergido desde la ACES, la CONES y la Confech, y que junto con el tema de la educación no sexista y la reformulación de la malla curricular, demandan principalmente la desmunicipalización, gratuidad universal en la educación y una TNE (Tarjeta Nacional Estudiantil) sin costo todo el año.

Después de pasar gran parte de la jornada en la toma, a eso de las 5 de la tarde Q’ala se va al preuniversitario. Como muchas de sus compañeras, quiere entrar a la U. De ahí que la gratuidad en la educación superior sea otro de los temas claves a los que adhieren las alumnas del liceo. “Acá hay personas de distintos estratos sociales, alto y bajo, es muy diverso”, explica Polanco, quien se cuestiona enérgica: “¡¿Te endeudai para poder estudiar?!… cuando la educación es un derecho. ¡¿De qué estamos hablando?! ¡La gente se endeuda en 15 palos y durante muchos años para estudiar!”.

Lienzo

 

Compañer@s

A la toma del Carvajal está prohibido entrar alcohol y drogas en general. Quien desee fumar cigarros solo lo puede hacer en los espacios abiertos. El quórum diario para sostener la ocupación, de 8 de la mañana a 8 de la noche, es de 500 personas. Todos los lunes se vota la continuidad de la toma por una semana más o su término. En la noche, alrededor de 20 alumnas alojan en el establecimiento. Cada tres horas, seis de ellas resguardan la caseta de ingreso.

Q’ala reconoce que está latente lo que ocurrió en 2011 cuando grupos neonazis comenzaron a hostigar y violentar a los liceos en toma. Afortunadamente, no han tenido mayores problemas, aunque de todas formas mantienen contacto permanente con otros liceos, como el Arturo Alessandri Palma, el más cercano al Carvajal, a quienes han debido recurrir cuando uno que otro borracho con ganas de molestarlas se acerca a la reja. “Ellos vienen y hacen una ronda y luego se van, como para ver que esté todo bien”, cuenta.

Q'ala

Q’ala Polanco

La vocera llegó el 2013 al Carmela. Ese año y el 2014 participó igualmente de las ocupaciones de los liceos y colegios. “Puedo decir que he conocido mucha gente durante la toma, niñas de séptimo, de octavo, y he establecido relaciones bien bonitas con las personas que veo acá”, dice.

La lógica de lo individual cae frente a lo colectivo en estos espacios. Las noches en las tomas son frías, sobre todo en invierno. Emerge la reflexión, no solo respecto a la educación, sino sobre todo lo que rodea a los estudiantes obligados a competir permanentemente entre ellos por una nota. Por las murallas y pasillos del Carmela transita eso que las autoridades prefieren ignorar y que ha sostenido un movimiento de chicos y chicas que no superan en promedio los 18 años durante una década: el compañerismo, la consciencia, el compromiso.  

Alumnas

 

Texto y fotos: Daniel Labbé Yáñez


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