Una galería en los bordes

Más de un centenar de exposiciones se han realizado en la Galería Metropolitana en sus 13 años de existencia

Una galería en los bordes

Autor: Wari

Más de un centenar de exposiciones se han realizado en la Galería Metropolitana en sus 13 años de existencia. En el borde de los espacios habituales de exhibición y por fuera de la lógica del arte como mercancía, sus gestores, Luis y Ana, prefieren jugar a tejer complicidades entre sus vecinos y el arte contemporáneo.

Un galpón de zinc en el patio de una casa de Pedro Aguirre Cerda ha albergado en los últimos 13 años a varios artistas plásticos de la ciudad. A una cuadra de la ‘completería’ El Bajón y a escasos metros de una panadería, la construcción se confunde con sus símiles del barrio. Pero no es ni una vulcanización ni un templo evangélico. Sus luces de neón rojo dan la bienvenida a la Galería Metropolitana.

Luis Alarcón y Ana María Saavedra crearon en 1998 este espacio destinado a producir un diálogo entre los creadores más vanguardistas y los vecinos de un barrio de la periferia de Santiago. Con estudios de Teoría del Arte y Literatura, respectivamente, se abocaron a crear un espacio por fuera de los circuitos de circulación del arte en la ciudad y con una fisonomía que no alterara su entorno.

“Era lo que podíamos hacer en nuestra economía, porque la galería es una extensión de la economía doméstica” -cuenta Luis.

“Quisimos desmontar un poco la idea del cubo blanco como espacio de exhibición. Esa idea de un espacio blanco, limpio, que se hace invisible frente a la obras. Estamos en un lugar difícil, un espacio duro que es trabajar con arte contemporáneo en una comuna popular y lo precario de este arte. Un espacio que no facilita las cosas” -agrega.

“Lo nuestro es un híbrido entre galería de arte especializada y organización social de base” -cuenta Luis. No en vano la figura legal que tienen es de organización social, a diferencia del común de galerías de arte cuyo giro es comercial.

HISTORIA A CUESTAS

La Galería nació en un barrio con historia. A pocas cuadras surge en los ’60 La Victoria, la primera gran ocupación de terrenos de la capital; un poco más acá yace en su mudo concreto el nunca terminado hospital Ochagavía; a pocas cuadras están los viejos que también por esa época fundaron la Brigada Chacón; y a un par de kilómetros en dirección al centro están las ruinas de lo que fuera la Textil Machasa.

“El contexto es importante, con todos los ingredientes que la comuna tiene, llámese habitantes, historia o hitos arquitectónicos” – destaca Luis.

La condición para exponer a los artistas es que sean inéditas y que las obras estén pensadas para este lugar. Así Alicia Villarreal hizo un trabajo pedagógico a partir de la historia del hospital, Leonardo Portus efectuó una síntesis histórica de Machasa o Bernardo Oyarzún produjo la teleserie Mal de Ojo con vecinos del barrio.

En otra ocasión, el artista austriaco Misha Stroj congregó una muestra de escultura contemporánea con la colaboración de artesanos de la comuna hecha con materiales que usan en su trabajo cotidiano. Así llegaron obras de maestros de hojalata, de vidrio, albañiles, costureras y mueblistas.

EXTRAÑA ALQUIMIA

GalMet surge en un momento de ebullición de espacios en Santiago. Si en 1998 el circuito del arte santiaguino partía en el Bellas Artes, pasaba por la Posada del Corregidor y culminaba en las galerías de Vitacura; con los años las experiencias de Hoffmann´s House, Galería Chilena, Sala Chacabuco, Muro Sur o H10 en Valparaíso surgen como espacios de exhibición de artistas nacionales. Claro que de todos ellos sólo queda en pie la GalMet. “Somos sobrevivientes de esas iniciativas” -explica Luis.

Pero van más allá. En Félix Mendelssohn 2941 se produce una extraña alquimia para el clasista circuito del arte de Santiago. “Se trata de tejer complicidades entre creadores y vecinos como los de cualquier barrio de la periferia capitalina” -comenta Ana.

El espacio está pensado para que no sea un centro cultural donde se vayan a hacer talleres de canto o pintura, sino que es un espacio que invita a complejizar el pensamiento y la representación.

“No queríamos ser un centro cultural poblacional, sino que quisimos armar estos cruces que responden a lo que somos nosotros: vecinos de PAC con formación académica. Acá lo que hacemos es desmontar el circuito y hacerlo posible en un sector así” -relata Ana.

“El nuestro es claramente un espacio difícil, crítico, incómodo, porque son trabajos complejos. Pero cualquier galería tiene ese problema de interacción con los vecinos. Hay una relación compleja, interpelante, que invita a pensar y no se la hace fácil con arte ilustrativo. No tenemos una relación paternalista con los vecinos ni tenemos una misión mesiánica” -sostiene Ana.

Lo local funciona como materialidad, pero el espacio se piensa regional y globalmente. Así se ve por el barrio a artistas que han expuesto en la Bienal de São Paulo o de otras latitudes.

LEJOS DEL MERCADO DEL ARTE

El proyecto también cuestiona la noción de galerías como boutiques de ropa o la venta de obras de arte para adornar el salón. Así, se definieron como un espacio sin fines de lucro. No venden obras, sino que les importa ser un espacio de difusión del arte contemporáneo.

“Nuestra invitación es a pensar la realidad contemporánea y no hacer cosas puramente decorativas” -recalca Luis, quien se manifiesta crítico de la falta de una Bienal de Arte en el país y el avance cada vez más grande de los grandes grupos económicos como mecenas del arte.

La Fundación Luksic que financia Matucana 100; CCU apoya a artistas o la CMPC que acaba de financiar una publicación sobre el mundo mapuche, no están entre sus derroteros.

GalMet también obliga hablar de la precariedad del campo artístico en Chile. “El Estado hoy no está apoyando los espacios que tiene de exhibición. Ni a Balmaceda 1215 ni a la Galería Gabriela Mistral. En vez de apoyar sus propios espacios, apoya al mercado y encuentros de arte como Ch.ACO” -sostiene Luis.

Por ello su sobrevivencia la ven también como un gesto político. Como una política del espacio y de la existencia. “Demostramos que no sólo el Estado o las empresas privadas a través de fundaciones son capaces de mantener espacios de creación. El nuestro es autónomo y auto construido” -comenta Luis, quien no se cierra al aporte de particulares, pero no deja de subrayar la idea que los define: autogestión.

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Galería Metropolitana acaba de publicar el segundo tomo que revisa las instalaciones y obras exhibidas en sus muros. En el libro se recorre desde el año 2004 al 2010. Se puede hallar en Librería Metales Pesados.

www.galeriametropolitana.org

Por Mauricio Becerra Rebolledo

El Ciudadano Nº114, segunda quincena noviembre 2011


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