Siglo XXI, primer año de la tercera década. La pandemia provocada por el COVID-19 ha afectado a más de 112 millones de personas en un año. Sin embargo, existe un virus que viaja más rápido, puede infectar a millones de personas en segundos. Incluso, puede provocar revueltas, conflictos y guerras civiles y alterar la capacidad mental del ser humano. Su cura — aunque existe — es más difícil de masificar que la del coronavirus. Su nombre: «Fake News».
En contexto. Primero, escribir en Google «fake news» genera no menos de 910 millones de entradas. Segundo, en 2017, el Diccionario Oxford eligió el término como «Palabra del Año». También estuvo entre las finalistas para la Fundación del Español Urgente (Fundéu), en su versión castellana: «noticias falsas».
Tercero, el informe «Predicciones Tecnológicas para el 2018» de la consultora estadounidense Gartner concluyó que en 2022 el mundo consumirá más noticias falsas que verdaderas. Para entonces, no habrá suficiente capacidad material ni tecnológica para eliminarlas.
Cuarto, un estudio científico del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) confirmó que las noticias falsas se extienden mucho más rápido que las verdaderas. Llegaron a esa conclusión tras analizar 126 mil historias difundidas en Twitter entre 2006 y 2017. Eso incluyó más de 4,5 millones de tuits y casi tres millones de usuarios. ¿Se entiende la gravedad del asunto?
Fake News = Desinformación
Y quinto, un estudio de Marián Alonso González, doctora en Comunicación Social por la Universidad de Sevilla, denominado «Fake News: desinformación en la era de la sociedad de la información», tuvo entre sus conclusiones las siguientes:
- Los medios dejaron de ser la fuente primaria de las noticias frente a las redes sociales.
- Hoy, importa más el número de visitas recibidas o de seguidores ganados que la calidad de las noticias.
- La credibilidad de los medios es el mayor desafío de los periodistas.
- La práctica del periodismo debe adquirir nuevos valores y perspectivas.
- Los valores periodísticos deben ir acompañados de conciencia ciudadana.
Precisamente, en ese último punto coincide Alexis Anteliz, investigador venezolano, conferencista, curador de información, hacktivista y miembro de Internet Society (ISOC). En entrevista exclusiva, aseguró que más allá de cualquier herramienta, la lucha contra las «fake news», así como la educación de un niño, comienza en casa.
«La herramienta más importante, y sencilla a la vez, es jamás abandonar el sentido común. Es el más importante de los sentidos que debe acompañar a todo comunicador, y también a quien busca y recibe la información», señaló.
Asimismo, agregó que, «obviamente, existen herramientas tecnológicas que permiten verificar las fuentes primarias de la información. Especialmente hay que usarlas cuando se trata de imágenes o videos, porque se puede perseguir su traza en Internet (…) Pero esa habilidad requiere, en primer lugar, prudencia, no precipitarse, tener calma y cordura».
El factor humano
El estudio del MIT llegó también a otra conclusión, según los autores, inesperada. «Los humanos, y no los bots, son los principales responsables de la difusión de información engañosa«. Aunque los bots aceleraban la difusión de historias, tanto falsas como verdaderas, era el factor humano el que marcaba diferencia.
De ello, Anteliz recuerda que «las fake news son usadas con diversos fines, desde personales, económicos, políticos y hasta geopolíticos. El mejor ejemplo son las mal llamadas revoluciones de colores». Es una técnica manipuladora de Estados Unidos para crear caos en un país y generar un golpe de Estado. Así provocan un cambio de régimen y luego pueden controlar el poder político.
Por ejemplo, a finales de mayo pasado, la ONG Human Right Watch (HRW) manipuló datos de la Universidad John Hopkins y afirmó que el Gobierno de Venezuela mentía al dar los números de víctimas por coronavirus. Alegaron que, basándose en una «cifra razonable», para ellos lo «justo» era que hubiera 300.000 contagiados y 30.000 fallecidos.
Haciendo un ejercicio de conciencia: ¿qué es más fácil y factible? Que HRW mienta para crear caos en Venezuela, o que el Gobierno de Nicolás Maduro contratara a David Copperfield y desapareciera a 300.000 enfermos y 30.000 cadáveres sin que una sola cámara de celular grabara 10 segundos de video o capturara una sola foto.
Los llamados influencers en redes sociales y decenas de medios contrarios al Gobierno no dudaron antes de difundir la información. Incluso, ni siquiera se dieron a la tarea de cuestionar la increíble aseveración de HRW.
¿Un nuevo periodismo?
Actualmente surge la necesidad de un nuevo periodismo, responsable, con ética y credibilidad. El periodismo de datos es una opción. ¿Cómo definirlo para que hasta un niño lo entienda? Paul Bradshaw, profesor de periodismo de la Universidad de la Ciudad de Londres, lo explica así. «Es aquel que aprovecha el poder de las computadoras para encontrar, contrastar, visualizar y combinar información proveniente de numerosas fuentes».
Sin embargo, no es una práctica nueva. «Siempre ha existido, solo que en los últimos años se ha expandido el tema telemático y el acceso a bases de datos y registros de transacciones digitales en el mundo», afirmó Víctor Hugo Majano, periodista, experto en periodismo de investigación y de datos, fundador y editor del portal venezolano La Tabla, en entrevista esclusiva.
Entonces, sostuvo que esa expansión «ha facilitado el acceso a muchísima información y su procesamiento, con el fin de marcar tendencias e identificar cursos de acción. Al manejar un volumen grande de datos puedes hacer interpretaciones más concluyentes de hacia dónde marchan los procesos y elaborar elementos periodísticos más completos, veraces y confiables».
¿Por qué es confiable el periodismo de datos?
Para Majano, una de las claves que dota de confiabilidad al periodismo de datos es que toda la información que se publica — bien sea en formato de ensayo, infografías, videos, mapas de información, entre otros — es auditable desde su fuente primaria u original.
«El producto final debe tener el origen de los datos, la forma cómo se procesó y los elementos que lo hacen auditable para cualquier usuario. Al final, es el receptor quien tiene la última palabra sobre la autenticidad de la información», enfatizó.
Por ello, explicó Majano, toda aquella información que no sea verificable y de acceso público, o que sea expuesta de forma parcial o incompleta, debe ser apartada. «De lo contrario, las conclusiones a las que podemos llegar pueden ser erróneas», precisó.
El deber ético del periodista
Aunque la minería de datos requiere de ciertas herramientas tecnológicas, modelos matemáticos y software específicos para el análisis de grandes volúmenes de información, Majano destacó que cualquier periodista puede comenzar desde lo más pequeño e ir creciendo.
Para ello, basta emplear con criterio y profundidad la más grande base de datos que existe: Internet. «Hoy, casi toda la información está registrada a partir de una fuente original, y son millones de datos», apuntó.
La realidad superó la ficción:
¿Por qué el mundo disfruta ver películas de virus en pandemia?
Una vez se ubica la fuente de la información en la red, hay cinco herramientas de código libre que pueden ser muy útiles para iniciar la práctica del periodismo de datos:
- Tabula: extrae el contenido de las tablas de un PDF, hasta el numérico acomodado en filas y columnas. Luego lo guarda en formato CSV (base de datos) o en una hoja de cálculo.
- LibreOffice Calc: trabaja con datos externos de tablas importadas directamente desde una página web y hacia un libro cualquiera.
- Scrapy: extrae datos de forma estructurada, automatizada, veloz, eficiente y directa desde sitios web. Su manejo requiere conocimientos medios en Python.
- OpenRefine: limpia y optimiza datos, ya que busca duplicados, elimina caracteres equívocos, reordena, filtra elementos respondiendo a ciertas reglas, entre otras funciones.
- DataWrapper: en cuatro pasos convierte diferentes volúmenes de datos en gráficos estadísticos. Solo debes copiar los datos desde tus tablas, describirlos, elegir el tipo de gráfico e iniciar la generación de cada uno.
Pero, para el uso de cada una, entran nuevamente en juego tres factores: el humano, su sentido común y su ética. Paul Bradshaw señala que tras encontrar la información «es fundamental entenderla y hacerla inteligible para el público. Sin eso, la programación, el diseño y otros conocimientos no tendrán utilidad alguna».
El «principio de parsimonia»
Por último, es conveniente citar una vez más a Alexis Anteliz. «Hoy, Internet hace parte de nuestra vida cotidiana y su crecimiento, evolución y desarrollo avanza de forma indetenible. Pero, su impacto a través de las redes sociales es el más directo (…) porque afecta en diversos grados y niveles y con mayor inmediatez. Eso hace necesario aumentar las capacidades de discernimiento«.
Así que en un momento de duda, cuando leas, escuches o veas algo en redes sociales, medios electrónicos, medios tradicionales y hasta en cadenas familiares de WhatsApp; recuerda el caso de Human Right Watch y su acusación burda y sin sentido contra Venezuela, y pon en práctica el llamado «principio de parsimonia», quizá más conocido como «Navaja de Ockham», el cual establece (en palabras un poco más simples) lo siguiente:
«Si para explicar un fenómeno determinado tenemos dos o más hipótesis, lo más razonable es aceptar la más simple. En otras palabras, aquella que presenta menos supuestos no probados». En conclusión: no caigas en «fake news«, usa el sentido común. Investiga. Tú eres el principal responsable.