De la Ostia: Pintxos y tapas al más puro estilo español en el corazón de Providencia

La llegada del verano y sus altas temperaturas nos obligan a buscar distintas alternativas para capear el calor y distraernos luego de una jornada laboral, muchas veces agobiante

De la Ostia: Pintxos y tapas al más puro estilo español en el corazón de Providencia

Autor: El Ciudadano

La llegada del verano y sus altas temperaturas nos obligan a buscar distintas alternativas para capear el calor y distraernos luego de una jornada laboral, muchas veces agobiante. Es por ello que los comensales hacen intentos para encontrar el lugar indicado, ya sea un barcito, una picada, una taberna, beber una copa o dos y probar algún bocadito o tabla para acompañar y cerrar el día con algo más de energía.

Hace unos días, visité el restaurante de tapas “De la Ostia”, en la tranquila calle Orrego Luco # 065, Providencia. La casona donde funciona el bar es tan acogedora como el calor que entrega una Bosca en pleno invierno. Su barra es amplia, variada y puede atraparte con solo poner un pie en la entrada. En su interior, hay una buena cantidad de mesas de madera, tanto en el primer piso como en el segundo nivel. La luz es tenue y algunas paredes tienen los ladrillos originales del lugar. En ellas se exhiben camisetas autografiadas del club Barcelona de España y rayados alusivos a la noche catalana.

Ya sentado en una mesa, se acercó Astrid, una de las meseras, que según me dijo, lleva 8 años trabajando ahí. Con tablet en mano, digitó mi pedido: Una copa de sangría ($4.400), una tortilla de patatas con chorizo ($6.900) y un pulpito a la gallega ($8.100) para comenzar.

Mientras mi orden era comandada e ingresada al sistema, aproveché de observar a mi alrededor, escuchar las conversaciones de las mesas y ver la dinámica entre los garzones, cada uno en su rol y encargado de una zona para no chocar entre sí.

El público es heterogéneo y te puedes topar con gente de todas las nacionalidades, algo que, si cierras los ojos y los escuchas hablar, te puede transportar de manera imaginaria a algún bar de Europa.

Mis platillos llegaron tan rápido como giran las aspas de un ventilador. La sangría sigue siendo la especialidad de la casa, cuya frescura se agradece en estas fechas, y la tortilla con trozos de chorizo una opción que difícilmente puede fallar. El pulpo estaba blando, bien sazonado y las láminas de papas en su punto. La conjunción de estos tres productos puede resultar un match perfecto al paladar.

Desde los parlantes pegados en los muros de la casa, pude escuchar con un volumen moderado a Rosalía y sus temas oreja del momento, música flamenca y otros exponentes de la movida catalana.

La carta es variada y se puede ver con el código QR y en la misma mesa, donde puedes encontrar uno a uno los imperdibles que ofrece. La consigna es tapear, concepto que nace gracias al Rey Alfonso X de Castilla, pero más conocido como El Sabio, quien en sus ratos de ocio acostumbraba a beber vino. La historia cuenta que, en una oportunidad, un camarero le llevó una copa de Jeréz y temiendo que se llenara de arena, decidió poner encima del cristal un pedazo de jamón a modo de tapa. De ahí nace esta particular forma de comer bocaditos y mezclarlos con alguna cerveza o copa de vino.

Tienen desde los típicos flamenquines, callos a la madrileña, albóndigas, pantumaca o pan con tomate ajo, jamón serrano, hasta los pintxos ibéricos, cojonudo, rovi, aina, ferrán, negré, entre otros. 

Mi segunda elección, incluyó una cerveza Moritz ($4.100) y un filete mar y tierra ($7.800) donde destaca la sazón de la carne y sus jugos mezclados con pequeñas láminas de ajo, más unos camarones salteados en mantequilla y oliva, generando junto a unos trozos de pan una armonía perfecta.

En el caso de los bebestibles, la variedad es amplísima: pasan desde la tradicional sangría, cervezas, hasta vinos en copa, cócteles, espumantes, jugos, bebidas y más.   

En postres, el local no se queda atrás y ofrece la clásica crema catalana, los profiteroles, helado de limón montado en el propio fruto y patís de xocolata.                  

De la Ostia no es un bar o taberna de mantel largo, ni pretende serlo. Su sello es precisamente otro. Ser un lugar cálido, acogedor, relajado, donde puedes encontrar variedad de exquisiteces para picar en grupos de amigos o en pareja. El rincón de Edgar de Litrán, su dueño, quien además se arremanga la camisa para trabajar a la par con su equipo en la cocina, es un espacio bien aprovechado y entrega una experiencia que puede hacer que vuelvas una y otra vez.

Ojo, se recomienda llegar temprano para encontrar mesas disponibles y evitar hacer fila, idealmente 18:00 horas.

Evaluación: Excelente.

Por,Álvaro Bustos Barrera

Sabores Ciudadano


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