Por Álvaro Bustos Barrera
Dueño de una vista privilegiada hacia el océano pacífico y con una terraza sacada de una postal de viajes turísticos, además de una cocina pensada en detalle con todo lo que envolvía al escritor y destacado político, Pablo Neruda, nace el restaurant Nobel en Isla Negra, en el denominado Litoral de Los Poetas, a solo 1 hora y 20 minutos de Santiago.
Llegué a la costera localidad que inicialmente llevaba por nombre Las Gaviotas, gracias a una invitación de la Corporación Regional de Turismo de Valparaíso, para conocer lugares dignos de visitar y con un atractivo turístico importante de la zona, incluyendo San Antonio, Cartagena, Isla Negra, El Quisco, Algarrobo, El Totoral y LloLleo.
Inicié esta experiencia gastronómica para “Sabores Ciudadanos” como Dios manda y con el aperitivo de moda: un Pisco Sour Nerudiano, sin embargo, esta vez con una recomendación distinta a la hora de probarlo. El restaurant sugiere agregar una gotita de algún fruto o hierba, como calafate, murta, nuez moscada, rosa mosqueta, ciruela, rica rica, orégano putre o frutilla blanca. El resultado de esta especie de experimento es sencillamente recomendable, puesto que se logra unir ciencia y poesía en cada sorbo.
Luego de beber hasta la última gota sin temor alguno a perder la conciencia, me encaminé hacia la terraza con vista al mar y me dispuse, por un par de minutos, tan solo mirar, respirar profundo e imaginar al poeta buscando ideas para escribir uno de sus versos más conocidos. En breve se acercó un garzón y luego de saludarme me ofreció el QR para ver la carta.
Rápidamente me dispuse a ojear las preparaciones y me percaté que las opciones son acotadas, más no menos interesantes. Como mencioné al inicio de esta crónica, la gran mayoría de los platos tienen alguna conexión con Neruda, ya que, en su calidad de figura pública y política, vivió en muchos países como España, México, Birmania, Ceylán, Francia, entre otros.
Lo primero que pude ver fueron los denominados Platos de Caleta, donde destacan el Causeo de Roca, una clásica preparación hecha con lapas, aderezada con mayonesa casera, cebolla, crutones, palta, limón y cilantro; el Ceviche de Pescado es otro de los imperdibles, con pesca, del día macerada en leche de tigre, cebolla morada, ají fresco, pochoclo y cilantro o el Aguachile de Camarones, una propuesta inspirada en los viajes de Neruda a México, a base de camarones frescos en limón, acompañado de chiles, pepino, cebolla morada y palta.
Las opciones en el Nobel continúan con Odas a la Cocina, donde el protagonista, sin lugar a dudas, es el caldo. El clásico Caldillo de Congrio Nerudiano, una receta conocida pero que este caso Neruda le incorporó camarones y crema, una técnica de la tradicional cocina francesa. Otro platillo ícono de la carta y casi un emblema para el premiado escritor, es el Estofado San Juan, una elaboración sureña, contundente y enjundiosa. Pero ojo, también asoman como alternativas la Tortilla Española o el Congrio Frito.
Ya con un panorama más claro de lo que alcancé a leer, me incliné de entrante por el Causeo de Roca, de fondo el Estofado San Juan y de postre los Churros con Manjar. Una trilogía -me dije- que no puede fallar.
Mientras esperaba las lapas y sus acompañamientos, llegó a mi mesa una copa de Sauvignon Blanc de la viña Casa Fevre en el Valle de Malleco, un vino con carácter, frutoso y fresco, ideal para la entrada que había ordenado. Los moluscos de roca estaban blandos, sabrosos en conjunto con la mayonesa y los crutones, una preparación que volvería a pedir y que recomiendo de todas maneras.
En cuanto al plato principal, viene en una cacerola con mango de loza antigua marca Cóndor y unas papas fritas con cáscara en un tacho que sí o sí debes untar en el caldo. Una preparación contundente, con un guiso elaborado con carne de cerdo, gallina, pava, longanizas artesanales y cocinado en pipeño blanco, lo que le da un sabor final para chuparse los bigotes y cucharear hasta que no quede nada en el librillo de greda. ¿Para maridar este portentoso plato? Te recomiendo un Carmenere Reserva de Casas Patronales en el Valle del Maule, que combina de manera perfecta.
Luego de un respiro necesario, vi venir a lo lejos al garzón con el postre. Un tazón enlozado y una buena cantidad de churros en su interior recién hechos con un pocillo de greda colmado de manjar casero. Mi primer mordisco fue de ensayo y con la clara intención de saborear la masa en conjunto con la azúcar flor. El segundo, fue directo a la salsa y acto seguido a mi boca. Quisiera explicar con objetividad mi sensación, pero dejaré que te la imagines y así te apuras en visitar el restaurant.
Todos los espacios de Nobel son recomendables, aunque la terraza es el más solicitado por los comensales. Fácilmente podría albergar a unas 50 personas a gusto y una vista que sencillamente te dejará embelesado. El interior también tiene su magia y cuenta con dos espacios que puedes escoger, ambos con vista al mar.
Acá, justo al lado donde viviera el Premio Nobel de Literatura, la casa de sus vecinos es donde se honra la memoria del poeta, no solo conservando gran parte de la construcción original, sino que también la decoración, cuadros, frases, adornos, libros, ensayos, pero sobre todo, preparaciones y recetas que Neruda fraguó como amante de la buena mesa, reconocido sibarita, en tertulias con amigos y jolgorios varios.
Antes de retirarme, me permito mirar una vez más el mar, sus roqueríos y de reojo veo que una pequeña ave se posa en unos maderos, casi como si fuese una reencarnación del premiado escritor. Bebo el último sorbo del Carmenere y recuerdo una reflexión del poeta que leí en alguno de sus libros … “sentémonos pronto a comer con todos los que no han comido, pongamos los largos manteles, la sal en los lagos del mundo, panaderías planetarias, mesas con fresas en la nieve, y un plato como la luna donde todos almorcemos. Por ahora no pido más que la justicia del almuerzo”.