Por Álvaro Bustos Barrera
Caminando por Manuel Montt casi llegando a Bilbao desde Providencia, me topé con una pizarra en el costado de la vereda que llamó mi atención. Promocionaba cervezas artesanales y algunas tablas para compartir. Eran cerca de las 19:00 horas y el día había estado abochornado. Me detuve, escuché risas y música al interior, observé a mi alrededor y me dije: ¿porqué no? Ingresé con cierta timidez y me senté en una mesa cercana a la barra.
Bienvenido a “Cantina Montt”, me dijo una señorita con una voz dulce y una leve sonrisa. Antes de agradecer su saludo, se apuró en mencionar que estaban de aniversario (2 años) y que tenían promociones de cervezas locales y cositas para picar. “Además, tenemos un Vermut hecho en casa y lo puedes combinar con agua mineral, tónica o simplemente con hielo”, agregó.
Asentí con agrado y expectativa, así que me dispuse a ojear la carta y me percaté que era tan amplia como original en los nombres de sus preparaciones. Pero hay algo que me dejó boquiabierto. Tienen la clásica vienesa italiana, pero en su versión vegetariana o vegan y con salchicha artesanal, cubos de tomate, palta y mayo casera. Un verdadero hit según me soplaron las garzonas.
Ya instalado miré uno de los muros y me encontré con cerca de 15 variedades de cervezas de barril ($3.000 a $5.000). Luego de un escaneo rápido, me clavé con una Loba Hazy Ipa. Hice un leve gesto a una de las señoritas y le comenté de mi decisión. También aproveché de pedir dos opciones para acompañar el bebestible y opté por unos camarones salteados en vino blanco, ajito en láminas, especias y unos trozos de pan de masa madre con nuez ($8.900) y carnitas, cuadraditos de asiento de angus en vino tinto, ajo, cebolla, especies de la casa y con un toque de merkén ($8.900) Ambas preparaciones vienen en librillos de greda para mantener el calor.
Mientras esperaba comenzaron a llegar más parroquianos, en su mayoría jóvenes, hombres y mujeres de 25 a 35 años, lo que hizo por un momento sentirme en el lugar equivocado, pero rápidamente dicho pensamiento se esfumó como lo hace mi sueldo los primeros días de cada mes y comencé a probar lo que había ordenado.
Tanto el pocillo con camarones como el librillo con trozos de carne cumplieron con mi deseo de saciar el hambre que me invadía a esa hora de la tarde – noche y cada uno resultó un buen match con la birra local que apagó mi sed, al menos por un instante.
Tras dejar los platillos tan vacíos como si nunca hubiesen salido de su empaque, Mari, la amable administradora que me atendió, ofreció una de las novedades que tienen en la “Cantina”. Croquetas de berenjenas rellenas con queso parmesano y salsa bechamel ($6.400) que me sorprendió gratamente en sabor y textura, más el Vermut de la casa que destilan ahí mismo, y que lo presentan en una linda copa con hielo, rodajas de naranja y aceitunas verdes, un trago refrescante y que se asemeja, en parte a la popular sangría española, pero con un amargor y aromas botánicos.
Ya con la segunda orden comandada, observé mi entorno y aproveché de indagar en la historia del lugar. El local antes funcionó como una popular fuente de soda que se llamaba “El Emblemático” y su fuerte eran las clásicas chelas de litro y harta salchipapa. Su devenir fue tan oscilante como el precio del dólar y el estallido social en conjunto con el inicio de la pandemia, terminaron por noquear a los dueños, tirar la toalla y obligarlos a vender el derecho a llave.
Hoy el espacio está bien aprovechado, con unas 10 mesas en la parte que da hacia la calle, un par más en el interior, unos 5 pisos en la barra para los más bohemios y dos salones en el segundo nivel, cada uno con capacidad para 20 comensales que funcionan perfecto para quien quiera reservar y celebrar su cumpleaños en onda más privado.
A decir verdad, “Cantina Montt”, refleja por completo su propósito como alternativa en la agitada calle donde se encuentra. Un espacio abierto a la comunidad, al barrio y la entrega de productos de primera calidad y de emprendedores. El bar es ondero, dan ganas de quedarse por más tiempo, el servicio es personalizado y la carta ofrece tablas, sánguches, entrantes, tortillas, ensaladas y una infinita variedad de tragos de autor y los clásicos de siempre.
Fue un acierto encontrar este bar en mi peregrinar de Providencia a Ñuñoa. Logré conocer un nuevo lugar, apagar la sed que me invadía y mitigar el enorme agujero que tenía en el estómago. Me gustó el concepto de trabajar con productores locales y no industrializados, ya que iniciativas como ésta, dan cuenta del esfuerzo que significa llevar la administración de un negocio o un bar. Y ojo, que el esfuerzo siempre trae recompensa y la puntuación que “Cantina Montt” exhibe en Google, da cuenta de aquello (4,7 / 5) la más alta de los locales que se despliegan por el sector.
Evaluación: Excelente
Sigue leyendo: