Una de las primeras cosas que sorprende luego de cruzar la añosa puerta de entrada, es el estilo del mobiliario y un imponente letrero que rememora una reparadora de calzado. Mesas antiguas, butacas que alguna vez fueron parte de un teatro o cine, muebles restaurados, lámparas en forma de teteras y tubas, son algunos de los artículos que adornan el amplio lugar ubicado en calle Compañía de Jesús # 3023, Santiago centro.
Como es mi costumbre, llegué al Zarita, 15 minutos antes de las 13:00 horas de un sábado caluroso de octubre. Los salones se encontraban desocupados, pero perfectamente montados para recibir a los comensales de la jornada. Elegí una pequeña mesa y me acomodé a unos 30 metros frente a la cocina que se encuentra en el ala norte de la casa.
La carta es generosa en platos y bebestibles. Hay entradas frías, ceviches, causas, papas a la huancaína, tiraditos, entre otros. En fondos tienen el clásico lomo saltado, ají de gallina, chaufas, tallarines al wok, pescados, jalea marina, sopas y achicharrados.
Rápidamente la garzona se acercó y dejó sobre la mesa una pequeña panera y dos tipos de salsas: una de rocoto y otra más cargada al ajo. Con su comanda y lápiz en mano, me preguntó si quería ordenar algo para partir. Mi respuesta fue inmediata y sin vacilar le pedí un pisco sour Zarita ($4.300) y un chicharrón de pescado ($11.500)
Mientras esperaba, de fondo se escuchaban melodías alegres, cumbias y canciones de la cantautora peruana Eva Ayllón. De a poco empezaron a llegar algunas familias y una que otra pareja. Comencé a observar el lugar y divisé a lo lejos a la mismísima Zarianna Nájar, más conocida como “Zarita”, la arequipeña que llegó a Santiago hace 13 años y quien se encarga de la cocina y de cada detalle en la preparación de los platillos de su local. La mujer se movía con autoridad en su hábitat y a distancia pude ver cómo flambeaba unos camarones en un wok.
En breve vi salir de la cocina mi copa flauta de pisco sour y un par de minutos después el chicharrón de reineta acompañado de papas fritas, yuca, canchita y una fresca ensalada de tomate con cebolla morada. El clásico bebestible cumplió con creces mis expectativas y los trozos de pescado frito acoplaron de manera perfecta el inicio de esta experiencia culinaria.
Los Valsecitos peruanos seguían escuchándose a volumen moderado y llegó el turno del plato de fondo. María Fernanda o Mafer, la amable joven que atendía mi mesa me preguntó si tenía claridad del pedido. Le dije: ¿Qué me recomiendas? El clásico acá -replicó- es el Pescado al estilo Zarita ($12.500) que trae un trozo de reineta acompañado de una salsa con distintos mariscos, como choritos en su concha, pedacitos de calamares, pulpo y camarones… más una porción de arroz blanco.
La descripción de la mujer me atrapó y asentí con la cabeza sin antes pedirle una cerveza cusqueña para acompañar. El plato llegó a mi mesa en compañía de un copón tan frío como los inviernos de antaño. Los sabores fueron lo que había imaginado y no tarde suficiente en solo dejar las conchitas de los moluscos.
Para cerrar la jornada no dudé en pedir el suspiro limeño ($4.200) y posteriormente la cuenta (Ojo, solo se puede pagar con efectivo o transferencia)
Si te gusta la comida y el verdadero pisco sour peruano no puedes dejar de conocer el Zarita Restaurant Boutique del barrio Yungay. Podrás vivir una buena experiencia y, si tienes suerte, recibir en tu mesa incluso el afectuoso saludo de su propia dueña.
El consumo fue de $37.000 p/p
Muy bueno.
Por Álvaro Bustos Barrera
Sabores Ciudadanos
El Ciudadano