El caso Stavudine muestra cómo las multinacionales farmacéuticas monopolizan las invenciones de las universidades que financian sus investigaciones con mayoría de fondos públicos, lo que no es tenido en cuenta a la hora de fijar precios.
Desde su salida a la venta en 1994, el stavudine dio a la Universidad de Yale, en New Haven (Connecticut), por lo menos 261 millones de dólares. El medicamento, que representa el 90% de los royalties que recibe la universidad, le permitió alcanzar el grupo de universidades más mimadas por la propiedad intelectual.
Una invención patentada no representa nada si no se la lleva al mercado. En 1998, la universidad concedió al gigante farmacéutico Bristol-Myers Squibb (BMS) los derechos exclusivos de explotación sobre su invento. Gracias a esta licencia exclusiva, BMS adquiere un monopolio en todos los países del mundo en los que la universidad depositó su patente: EE.UU, Europa, Canadá, Australia y Sudáfrica, esto significa que la compañía fija los precios.
Bajo el nombre comercial de Zerit, el stavudine tendrá una carrera importante. Piedra angular de la tritrapia, este medicamento deviene, desde 1998, el antiretroviral más recetado del mundo.
El Dr. William Prusoff, de 81 años, quien junto con el fallecido Dr. Tai-Shun Lin, puso en evidencia las propiedades del stavudine en el tratamiento del SIDA señala, “nadie debería morir por razones económicas, por no poder comprar un medicamento”.
Como la mayoría de los investigadores de la Medical School, en Yale, el Dr. Prusoff minimiza la importancia de su implicación y su capacidad de influencia sobre la compañía privada que explota su descubrimiento.
La consejera médica en la oficina de MSF de Nueva York, Anne-Valérie Kaninda dice, “¡Es la licencia exclusiva o nada!”. La licencia exclusiva prolonga la cadena del monopolio iniciada por la patente. Y es el monopolio el que hace que los precios sean tan altos.
James Love, animador del Consumer Project on Technology, es especializado en la lucha contra los monopolios farmacéuticos, él recalculó estas cifras para el stavudine, fundándose en los datos publicados por la FDA (822 pacientes testeados) y llegó a la conclusión de que el desarrollo del stavudine no debió costarle a BMS más de 15 millones de dólares.
¿La verdad? Se encuentra en los libros contables que las compañías farmacéuticas se niegan obstinadamente a abrir, ya que se podrían probar las colusiones en este mercado.
Información extraída de la Selección de artículos de «Le Monde Diplomatique», Medicamentos: ¿Derecho o Mercancía? Salud y comercio, laboratorios, patentes farmacéuticas y multinacionales…
Por Francisca Arriagada.
El Ciudadano