Argentina es uno de los veinte países que más ha logrado disminuir las muertes intrauterinas en el mundo en los últimos 15 años, según reveló un informe publicado en el último número de la revista científica The Lancet. “Las cifras de Argentina son muy buenas, estamos en niveles equivalentes a países europeos como Francia” destacó a José Belizán, médico obstetra e investigador del Instituto de Efectividad Clínica y Sanitaria (IECS), de Rosario. Belizán evaluó que estos números “son el resultado de un conjunto de factores pero, sin dudas, ha tenido que ver el impacto de la Asignación Universal por Hijo y los estímulos para los controles prenatales”. La otra cara del problema es más dura: muestra que cada día se producen en el país –en promedio– 14 de estas muertes, que suceden en embarazos muy avanzados, muchas veces a término, y en ocasiones, al momento del parto. El trabajo advierte que es importante romper el silencio sobre esos fallecimientos para poder acompañar a las madres y los padres en el duelo desde los equipos de salud y evitar así la depresión que suelen padecer. “Generalmente, hay una negación del médico ante un resultado malo. Necesitamos capacitarnos y que se implementen protocolos de actuación”, explicó Belizán, quien trabajó en la revisión de los artículos que integran el informe de The Lancet.
Por definición de la OMS, las muertes intrauterinas son las que ocurren a partir del quinto mes de gestación, pero la mayoría se produce en el parto o cerca de ese momento, en los países subdesarrollados, explicó Belizán.
Sus consecuencias “han sido enormemente subestimadas. Nuestra investigación sugiere que el duelo y los síntomas de depresión después de la muerte intrauterina suelen perdurar durante muchos años. Es vital que veamos la pérdida a través de los ojos de esos padres y madres afectados. Brindarles apoyo para ver y sostener a su bebé y también durante el duelo, puede reducir el impacto negativo de la muerte intrauterina a largo plazo”, indicó Alexander Heazell, coautor del estudio, miembro del Centro de Investigación de Muerte Intrauterina Tommy del St Mary’s Hospital de la Universidad de Manchester. “El tabú por la muerte de un bebé es enorme y deriva en la minimización del dolor. A la madre se le dice que es joven, que va a poder tener otro hijo, como si eso mitigara el dolor. Se considera que el tiempo de duelo debe ser corto porque el bebé no llegó a nacer y se supone que no tuvo un vínculo emocional. Esas creencias erróneas empujan a los padres a hacer un duelo silencioso y en soledad”, señaló a Jessica Ruidíaz, consultora psicológica, especialista en duelo perinatal, miembro de la junta directiva de International Stillbirth Alliance y directora de la Fundación Era en Abril. Ruidíaz también colaboró con los artículos de The Lancet (ver aparte).
De acuerdo con el informe, Argentina se ubica como el segundo país de Latinoamérica que más redujo las muertes fetales en los últimos 15 años, con un 3,1 por ciento anual (el primero es Cuba, con un 3,8 por ciento). En el país, la muerte intrauterina representa el 0,45 por ciento de los nacimientos, esto significa 5017 muertes por año (aproximadamente 14 por día). Belizán destacó el caso de Cuba, que se sitúa entre los 10 países del mundo que más redujeron su tasa de muertes intrauterinas, junto a los Países Bajos, China y Polonia. “Cuba es el ejemplo latinoamericano de salud pública”, señaló el investigador. Belizán sostuvo que “el éxito de algunos países evidencia que las cosas pueden cambiar. Para ello hay que dimensionar el dolor que producen estas muertes y trabajar en los factores de riesgo, que son las infecciones durante el embarazo, la diabetes, la obesidad, la hipertensión y los embarazos adolescentes y de madres añosas. Fortalecer el acceso y la calidad de los servicios de atención resulta fundamental”, concluyó Belizán.
El estudio revela que cada año mueren en el mundo 2,6 millones de bebés en gestación. La mitad de esas muertes intrauterinas (1,3 millón) ocurre durante el trabajo de parto y el nacimiento, tras nueve meses de gestación, y la mayoría de ellas se podrían prevenir mejorando la calidad de atención médica. La mortalidad fetal tiene también consecuencias “invisibles”: más de 4,2 millones de madres viven con síntomas de depresión, los cuales se prolongan incluso años después de haberse producido el deceso del bebé. El trabajo, que incluye cinco artículos, fue realizado por un grupo de estudio formado por profesionales del Fondo de Población de las Naciones Unidas (Unfpa), Save the Children, el Instituto Noruego de Salud Pública, el Instituto de Investigación Mater, la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres y las universidades de Queensland (Australia) y Manchester (Reino Unido). También participó un grupo asesor formado por más de 30 instituciones de distintos países, entre las que se encuentran dos organizaciones argentinas: el Instituto de Efectividad Clínica y Sanitaria (IECS), que se dedica a investigación en salud, y la Fundación Era en Abril, abocada a brindar apoyo a padres de bebés fallecidos.
Según la investigación, el 98 por ciento de esas muertes ocurren en países de bajos y medianos ingresos. Una mujer en Africa Subsahariana o en Pakistán tiene 30 veces más riesgo de tener un niño nacido muerto que una mujer en Finlandia. En Latinoamérica también hay grandes disparidades. En Chile y Argentina el riesgo es similar a Estados Unidos y Europa. En cambio, Haití comparte los mismos niveles que Africa, donde infecciones como la malaria o la sífilis y el hecho de no llegar a tiempo al trabajo de parto por falta de transporte para ir al centro de salud o el hecho de vivir en una zona rural, son las principales causas de estas muertes intrauterinas. Si el progreso en este tema continúa su curva de mejora actual, recién dentro de 160 años una mujer en Africa tendría las mismas posibilidades de que su hijo nazca vivo que una mujer que tiene un niño en un país de altos ingresos, alerta The Lancet.
Fuente: Página 12