Inicialmente la investigación científica estaba destinada a buscar una vacuna capaz de proteger a las mujeres embarazadas de la malaria, una enfermedad que puede dañar gravemente la placenta. Por pura casualidad hallaron que las proteínas de la malaria pueden acabar con las células cancerígenas. De esta forma, la vacuna contra la malaria podría inyectarse a las células cancerosas y con ayuda de una toxina, eliminarlas, informa la revista Cancer Cell.
La explicación estriba en que el carbohidrato que facilita que el parásito de la malaria se una a la placenta de las mujeres embarazadas es igual a uno que se halla en las células cancerosas. El carbohidrato, a su vez, garantiza el rápido crecimiento de la placenta y cumple la misma función en las células cancerosas.
La investigación en torno a las sorprendentes semejanzas se ha prolongado durante un largo período de tiempo. «En unos meses este órgano puede crecer a partir de unas pocas células hasta alcanzar un peso de aproximadamente un kilogramo», afirma Ali Salanti de la Universidad de Copenhague. Así, la placenta proporciona al embrión oxígeno y alimentos de forma similar a lo que ocurre en las células cancerosas.
Los investigadores esperan poder realizar pruebas en los seres humanos en los próximos cuatro años, ya que los estudios podrían avanzar el descubrimiento de una cura contra el cáncer.