Cada vez es más habitual escuchar a prestigiosos médicos y divulgadores científicos criticar a las farmacéuticas, las administraciones sanitarias y muchos de sus colegas por sobremedicar peligrosamente a la población. Investigadores de renombre como Ben Goldacre, Allen Frances y Peter C. Gotzsche han escrito libros sobre las prácticas sucias de la industria farmacéutica, a las que acusan sin tapujos de causar más muertes que los cárteles de la droga. Pero su crítica sólo llega con cuentagotas a la arena política. Algo que, parece, está empezando también a cambiar. Al menos en Reino Unido.
El mediático cardiólogo Aseem Malhotra, ha elaborado un manifiesto para pedir a los políticos que hagan algo para frenar las prácticas «oscuras» de las farmacéuticas, que ha sido respaldado por cinco primeras espadas de la salud: Sir Richard Thompson, expresidente del Real Colegio de Médicos de Gran Bretaña y médico personal de la reina durante 21 años; John Ashton, presidente del Faculty of Public Health ; el psiquiatra JS Bamrah, presidente de la Asociación Británica de Médicos de Origen Indio y director médico del Manchester Academic Science Centre; la cardióloga Rita Redberg, editora de la prestigiosa revista médica ‘JAMA Internal Medicine’; y el profesor James McCormack, reputado farmacéutico y divulgador científico.
Malhotra asegura que «demasiado a menudo» los pacientes reciben fármacos inútiles y, en muchas ocasiones, peligrosos, una práctica alentada por la industria farmacéutica que engaña a médicos y pacientes sin que el sistema público de salud (el NHS) haga nada al respecto. «Ha llegado el momento de realizar una completa investigación pública sobre la forma en que se estudia y se revela la eficacia de los fármacos», ha explicado Thompson en la presentación del texto. «Existe un peligro real de que algunos tratamientos actuales sean mucho menos efectivos de lo que creíamos».
El doctor Malhotra ha explicado en ‘The Daily Mail’ -que ha publicado en exclusiva el manifiesto íntegro- que el conflicto de intereses comerciales entre investigadores yfarmacéuticas está contribuyendo «a una epidemia de médicos y pacientes desinformados, en el Reino Unido y más allá».
En su opinión, el sistema de salud británico está sobremedicando a sus pacientes -especialmente a las personas mayores- y los efectos secundarios de los fármacos están provocando incontables decesos. Tantos, asegura, que, como documenta el médico danés Peter C. Gøtzsche en su libro Medicamentos que matan y crimen organizado (Los libros del lince), el consumo de medicamentos con receta es ya la tercera causa de muerte tras lasenfermedades cardiovasculares y el cáncer y, según sus cálculos, sólo los fármacos psiquiátricos son responsables de más de medio millón de muertes en personas mayores de 65 años, en EEUU y la UE. La propia Agencia del Medicamento estadounidense, la FDA, ha alertado de que los ingresos hospitalarios en EEUU relacionados con efectos secundarios de las medicinas se han triplicado en la pasada década. En 2014, 123.000 fallecieron debido a problemas causados por los fármacos que tomaban.
Maholtra pone como ejemplo de las malas prácticas de las farmacéuticas el caso de las estatinas, los medicamentos que se utilizan para rebajar los niveles de colesterol, cuyos peligrosos efectos secundarios no han sido tenidos en cuenta, su eficacia, asegura, nunca ha sido bien estudiada, y, aún así, se están recetando a muchas más personas, desde que se rebajo el umbral para recetarlas.
El cardiólogo asegura que el estudio en que se basan estas nuevas recomendaciones (que se publicaron en 2014) estaba firmado por 12 médicos de los cuales seis recibían financiación directa de las farmacéuticas que fabrican estos fármacos. Los datos completos del estudio, además, no han sido nunca publicados.
Por desgracia, lo que ocurre con las estatinas es sólo un ejemplo. «No hay ninguna duda de que la cultura que dicta ‘cuántas más medicinas mejor’ está en el corazón mismo del sistema de salud, exacerbada por los incentivos financieros que conlleva prescribir más fármacos y llevar a cabo más tratamientos», explica Malhotra. «Pero hay una barrera más siniestra que nos impide hacer progresos y dar a conocer -y por lo tanto hacer frente- a esta práctica, de la que deberíamos estar más preocupados. Y esta es la información que reciben médicos y pacientes para guiar sus decisiones».
En opinión del cardiólogo, las farmacéuticas están «jugando con el sistema» en tres niveles:
Una financiación de las investigaciones polarizada, pues están pensadas para lograr beneficios, no para beneficiar a los pacientes.
Un sesgo en la publicación de resultados en las revistas médicas.
Creando, mediante el conflicto de intereses, una incapacidad entre los médicos y pacientes para entender las estadísticas sanitarias y los riesgos de las medicinas.
Todo esto conlleva una desinformación total sobre la utilidad real de muchos de los fármacos que se recetan. Según el director médico del NHS, Sir Bruce Keogh, uno de cada siete tratamientos que se realizan en Reino Unido (incluidas las operaciones) no son necesarios.
«Dado que la responsabilidad principal de las farmacéuticas es dar beneficios a sus accionistas, no cuidar de la salud de los pacientes, todo esto no debería sorprendernos», prosigue Malhotra en su manifiesto. Lo verdaderamente preocupante, asegura, es que los Gobiernos no estén haciendo nada por limitar el poder de las farmacéuticas y sancionar con eficacia sus malas prácticas.
Tal como explica Malhotra, entre 2007 y 2012 la mayoría de las grandes compañías farmacéuticas han pagado multas considerables por varios escándalos, incluido promocionar fármacos para tratar dolencias sobre las que no había sido estudiada su eficacia, alterar los resultados de las investigaciones y ocultar información sobre los efectos secundarios. Pero es discutible que estas sanciones, por millonarias que sean, actúen como elemento disuasorio.
Un ejemplo. En 2012, GSK tuvo que pagar una multa de 3.000 millones de dólares, que se dice pronto, por comercializar ilegalmente varios medicamentos, incluido un antidepresivo, un fármaco para tratar la diabetes y un medicamento para prevenir la epilepsia. Fue el mayor fraude médico de la historia de EEUU, pero la compañía logró un beneficio de 25.000 millones de dólares vendiendo estos fármacos. Salió ganando.
Otro ejemplo sonado del que habla Malhotra es el del Tamiflu, el medicamento de la farmacéutica Roche que los países desarrollados compraron a toneladas por temor a una epidemia de gripe A que nunca fue tal -y en el que España se gastó aproximadamente 40 millones de euros-. Una década después de que todos nos volviéramos locos y aprendiéramos a lavarnos las manos está muy claro que todo fue una estafa. En 2014 se supo que el medicamento no era mejor en el tratamiento de los síntomas de la gripe que elparacetamol y, además, tenía peligrosos efectos secundarios.
El cardiólogo es muy contundente en la conclusión de su manifiesto: «El sistema está roto y no se va a arreglar poniendo más dinero. La codicia corporativa y el sistemático fracaso político ha dejado al sistema de salud de rodillas. Sin transparencia total ningún médico puede proveer lo que hemos prometido en la escuela médica, y a lo que nos dedicamos en cuerpo y alma: dar el mejor cuidado a nuestros pacientes. Por el bien de nuestra salud y la sostenibilidad del sistema ha llegado la hora de emprender una verdadera acción colectiva frente a la cultura de la sobremedicación (…) La ciencia médica ha dado un giro hacia la oscuridad. Y la luz del sol será su único desinfectante».
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Por Miguel Ayuso / Visto en Ecoportal