Los abuelos son esenciales en el cuidado y desarrollo de los nietos, pero los expertos advierten de que no se les puede sobrecargar demasiado. Una forma de lograr ese equilibro es que ambos compartan una actividad. Jugar al ajedrez, pintar un cuadro, tocar la guitarra o hacer senderismo. A través del deporte, la música, el arte o un juego, los ratos en compañía pueden servirles para conocerse mejor, aprender a comunicarse y pasárselo bien.
Muchos abuelos usan esta fórmula para ejercer como tales y sentirse realizados al mismo tiempo, centrándose en el disfrute que supone compartir una afición y propiciando así una valiosa complicidad. Dos generaciones que tienen mucho en común, pese a la evidente distancia que las separa. Ambos disponen de mayor libertad, tiempo y una actitud abierta, que facilitan un vínculo de gran empatía. Los abuelos enseñan algo de su mundo a los nietos, y los nietos abren a nuevas posibilidades y experiencias a los abuelos, llevándoles a su terreno.
Muchas veces fueron ‘canguros’ o niñeros, pero tener un hobby en común es otra cosa. Liberados ya de las obligaciones laborales, algunos abuelos aprovechan para transmitir a los más pequeños su pasión por un tema en concreto, algo que no pudieron hacer con sus hijos por falta de tiempo. Los mayores pueden hacer lo que más les gusta y los nietos se sienten estimulados a superarse. Los pequeños compiten para alcanzar la habilidad y experiencia de sus maestros-abuelos, aliados perfectos para aprender cosas nuevas de una forma divertida. El intercambio resulta positivo para los dos. Los nietos pueden suponer una inyección de alegría y novedad para los abuelos, dando un nuevo sentido a su tiempo, con oportunidades para sentirse útiles tras haber cesado en otras responsabilidades y tareas. Esa conexión con actividades nuevas mejora la memoria y favorece la autoestima, y con ello la calidad de vida, lo que se considera un envejecimiento saludable.
Más del 72% de los abuelos españoles, cuidan o han cuidado de sus nietos, según el informe del Imserso Las personas mayores en España 2008. Una situación común que en algunas ocasiones puede producir estrés y sobrecarga física y emocional en los mayores de la familia. Los expertos lo llaman “el síndrome del abuelo esclavo”. Para evitar llegar a ello, lo importante es respetar y escuchar la voz de los mayores. Son ellos quienes deben decidir cuándo quieren o pueden tener a los nietos, una labor que no debe ser impuesta y ha de resultar satisfactoria para el abuelo. Para equilibrar esas funciones, una buena solución está en el aprendizaje intergeneracional, la creación de espacios conjuntos para ello. Proliferan las “escuelas de abuelos”, impulsadas por los municipios en colaboración con asociaciones de la sociedad civil. La idea es ayudar a las personas mayores a adquirir conocimientos y habilidades que les permitan mejorar la relación con sus familiares, a entenderlos y hacerse entender, así como tomar conciencia de su valor a nivel social. Algunas de esas escuelas, además, organizan talleres durante las vacaciones a los que pueden acudir los abuelos con sus nietos y realizar una actividad en común.
Es preciso revalorizar la figura de los abuelos como influencia positiva y esencial en el desarrollo de los pequeños de la casa. Hemos pasado de considerar a los abuelos como personas longevas, que por su avanzada edad tenían mermadas sus funciones físicas y psíquicas, a verlos como personas activas, despiertas, formadas, con mayor calidad de vida y que llegan a convivir durante muchos años con sus nietos. En una sociedad en la que la pareja trabaja, la relación entre padres e hijos está expuesta a rupturas matrimoniales, reajustes, familias con hijos de anteriores parejas, etcétera, el abuelo es un referente sólido y no cambiante que aporta seguridad y estabilidad a los pequeños. Está demostrado que los niños que pasan tiempo con sus abuelos consiguen mejores habilidades sociales y menos problemas de comportamiento en la adolescencia.
Nuestros abuelos son primordiales también para transmitir determinados conocimientos. A través de sus relatos, los niños aprenden valores y creencias y la historia familiar que les da sentido de pertenencia, algo esencial para la identidad de la persona, el sentirse parte significa apoyo, solidez y confianza. Algo bueno para todos.
María José Atiénzar
Red de Comunicaciones Solidarias
El Ciudadano