El pasado 21 de febrero, a través de su cuenta de Facebook, Paula Acuña realizó una invitación. “Quiero hacer una campaña. #Unoaldía tiene por finalidad que las mujeres seamos más sanas y felices. La causa consiste en que todas las que adhieran se comprometan a tener un orgasmo al día durante 30 días seguidos», escribió, agregando: «El día 30 sería bacán que todas compartan cómo cambió su vida después del desafío jaja”.
Conversamos con Acuña sobre las conclusiones y reflexiones que realiza a partir de esta experiencia, surgida como una suerte de extensión del trabajo que hace cuatro años lleva a cabo en talleres de autoconocimiento y sexualidad.
La campaña invitaba que al día 30 las mujeres que se habían sumado al desafío compartieran cómo cambió su vida después de ese mes. ¿Se produjo eso, te escribieron, te enviaron mensajes, te postearon, etc. o las conclusiones que puedes hacer hoy son en base al feedback que fuiste teniendo permanentemente?
Si, se produjo y fue maravilloso tener la posibilidad de leer de primera fuente cómo había repercutido en las vidas de las compañeras esta idea de un orgasmo diario. Las conclusiones que saco reafirman lo que creía antes de iniciar la campaña: Cuando las personas escogemos tener una sexualidad sana, libre y plena, todo en nuestra vida se empieza a ver desde otros espacios. Cuando trabajamos con la sexualidad, siempre trabajamos el amor propio, la autoestima, la confianza, etc. Y al hacerlo las mujeres que intentaron seguir el desafío me escribían sobre cómo habían logrado terminar relaciones de violencia, sobre cómo se habían comenzado a re-conquistar a sí mismas después de años de no mirarse, ni tocarse ni tener una vida sexual activa. Una compañera en particular me escribió para contarme que había logrado eyacular por primera vez y había sido una de las experiencias más fantásticas de su vida. Después de todos los mensajes que recibí sólo sostengo más firme mi convicción de que las mujeres recuperemos nuestros cuerpos y el control de nuestra sexualidad nos empodera y es un tremendo avance para construir una nueva sociedad donde el 50% de la población mundial sí cuenta.
¿Cuáles son las principales conclusiones que puedes hacer después de la campaña?
Las conclusiones son que una mujer que se conoce, una mujer que se toca a sí misma, que reconecta con su cuerpo y los placeres que de él provienen, es una mujer que logra pararse firme y no permite que la violente nada ni nadie. El hablar públicamente del sexo, de los orgasmos y la masturbación es trascendente porque hay muchas trancas y represiones que sólo al visibilizarlas se van atenuando. Mientras más hablemos de sexualidad y más tabúes derribemos, más cerca estaremos de sanar como individuos e individuas y como colectividad.
¿Qué cosas te llamaron más la atención, te sorprendieron, emocionaron o enojaron?
Me enfrenté a una mezcla de sentimientos opuestos cuando una compañera me escribió para contarme que su pololo de la época la había violado hace 10 años cuando ella tenía 18, dejando no sólo huellas psicológicas sino también físicas, como hemorroides. Su historia me conmovió profundamente porque me dijo que la invitación a tener un orgasmo al día había significado para ella un tremendo avance en su propio proceso de sanación por medio de reconectar con su cuerpo, de volver a tocarlo, sentirlo y poder ser ella misma quien le provoca placer. También historias como una chica que en un evento familiar terminó contándole del desafío a sus abuelas, sus tías, sus hermanas, etc. y terminaron todas compartiendo sus propias experiencias en torno a la sexualidad. Todos estos ejemplos que te doy son pequeños trocitos de tesoros que yo guardo en mi corazón y que son lo que finalmente me mueve a continuar derribando murallas moralistas sobre nuestros cuerpos.
Me imagino que este fue un proceso de aprendizaje recíproco también. ¿Qué aprendiste tú?
Aprendí muchísimo, siempre que hago un taller o que se me ocurren ideas como éstas, lejos lo que más me permite aprender de nuestros cuerpos son las experiencias personales de las mujeres que me cuentan lo que les va pasando. Aprendo en cada historia, en cada relato, en cada pregunta. Aprendí sobretodo que cada mujer es un universo y que a pesar de las enormes diferencias que nos dividan, todas las mujeres estamos igual de reprimidas y oprimidas por una sociedad patriarcal que se esfuerza en acallar nuestros deseos y nuestros cuerpos.
¿Cómo crees que funcionaría esta misma campaña aplicada a los hombres? Esto, considerando que si bien socialmente ese tema se habla más -no es tan tabú como la masturbación femenina-, se aborda burdamente, es motivo de burla, de que te miren casi como a un “adolescente”. Por ejemplo, si un hombre en público reconoce que se masturba, probablemente termine con la chapa del “pajero”…
Pucha, es una pregunta súper difícil, porque no quiero generalizar, pero en mi propia experiencia los compañeros no están muy abiertos a generar cambios en torno a lo sexual (y a muchas otras cosas por cierto). Hay una frase de Betty Dodson que refleja muy bien la muralla con la que yo me encuentro en relación a los compañeros:
Por algún motivo, se suponía que los hombres tenían experiencia suficiente en el sexo como para enseñar a las mujeres. Pero la necesidad de mantener esa imagen masculina era, precisamente, lo que les impedía aprender. Cuando ya se saben todas las respuestas no se pueden hacer preguntas. La conclusión que saqué de todo aquello fue que las mujeres son las que tienen que abrir el camino de la libertad sexual y la libertad de expresión.
También siento que cuando he leído comentarios de compañeros cuando las chicas compartían en sus facebooks la información que iba subiendo, siempre era en un torno de burla, como en esa onda adolescente pre-púber de hacer chistecitos con el tema. Siento que quizás no sería bien recibido, probablemente el patriarcado les tiene más acomplejados de lo que ellos mismos creen.
De todos modos creo que tienen mucho más terreno ganado que nosotras, porque una mujer que reconoce que se masturba y tiene orgasmos, una mujer que es autónoma y libre en su sexualidad, todavía no puede ser realmente libre sin sentir sobre la espalda la tremenda carga moral que la sociedad nos impone.
Por Daniel Labbé Yáñez