¿El coronavirus es una apuesta guerrerista entre grandes potencias?

Curiosamente, las enfermedades letales aparecen con mayor radio de acción en China, una de las naciones que económicamente hablando resulta molesta para el imperio estadounidense, la nación con mayor cantidad de incursiones injerencistas en la Tierra.

¿El coronavirus es una apuesta guerrerista entre grandes potencias?

Autor: Pedro Pérez

La guerra biológica o bacteriológica es una forma singular de combate, en la cual se emplean armas de diferentes tipos que contienen virus o bacterias capaces de infligir daño masivo sobre fuerzas militares y/o civiles. Hitler, por ejemplo, apelando a eso de “en la guerra y el amor todo vale”, fue uno de los personajes que intentó acabar con sus adversarios con este tipo de armamento.

Si bien la Segunda Guerra Mundial ocurrió hace más de 50 años y el tercer enfrentamiento belicista de orden global está latente, no sería atrevido pensar o afirmar que las grandes potencias involucradas en guerras comerciales (China-Estados Unidos-Irán) puedan estar optando por formas más silenciosas de acabar con sus “enemigos”.

Una forma de demostrar el empleo de estas armas es que en los últimos 50 años una serie de enfermedades infecciosas se ha extendido rápidamente después de dar el salto de los animales a los humanos. Curiosamente, estas enfermedades letales aparecen con mayor radio de acción en China, una de las naciones que económicamente hablando resulta molesta para el imperio estadounidense, la nación con mayor cantidad de incursiones injerencistas en la Tierra.

Siendo el 2020 un año en el que los enfrentamientos de orden diplomático y pro belicista están a la orden del día, que los ojos del mundo estarán virtualmente puestos en un evento que congrega en el terreno a atletas de todo el planeta y que los intereses económicos de grandes potencias miden fuerzas a diario, el brote de una enfermedad mortal que pueda propagarse rápidamente en todo el globo terráqueo resulta ideal para “derrotar” adversarios sin el empleo de la fuerza física. El beneficio inmediato, evidentemente, es para  el más apto, como si se tratara de un orden naturalista.

Actualmente, los organizadores de los Juegos Olímpicos de 2020 están «extremadamente preocupados» por el brote continuo de coronavirus que podría «verter agua fría» en los próximos juegos, que tendrán lugar en Tokio en julio.

Japón ha informado hasta el momento 45 personas infectadas por el nuevo coronavirus, incluidos los 20 casos confirmados a bordo de un crucero Princess Cruises en cuarentena en el puerto de Yokohama. Más de 3.700 personas permanecen a bordo mientras los funcionarios realizan controles de salud para identificar a los infectados.

En el escenario internacional China y Estados Unidos han estado desde el 2019 midiendo fuerzas y mostrando músculo para desatar una tercera –y quizás definitiva– guerra mundial, no cabe duda. Sin embargo, han existido algunas “treguas” y “descansos” hacia este conflicto que viene y va. En ese ínterin, los ensayos belicistas ocurren a partir de una presumible guerra biológica o bacteriológica.

El brote de una enfermedad mortal que pueda propagarse rápidamente en todo el globo terráqueo resulta ideal para “derrotar” adversarios sin el empleo de la fuerza física.

Amenaza letal

Hasta ahora, el nuevo brote coronavirus se ha extendido desde China a por lo menos otros 16 países, afectando a más de 37.000 personas y dejado más de 800 muertos, según datos oficiales. La cifra, como es de esperar, aumenta exponencialmente conforme avanza la búsqueda de una cura a este mal que aún no es considerado una pandemia.

Estadísticamente, Asia, el escenario de esta virtual “guerra bacteriológica”, es el continente más poblado de la Tierra, pues cuenta con cerca de 45 millones de km², lo que supone el 8,74 % del total de la superficie terrestre y el 29,45 % de las tierras emergidas y, con alrededor de 4,463 millones de habitantes; es decir, el 69 % de la población mundial.

América, donde pertenece Estados Unidos, es el segundo continente más grande de la Tierra, después de Asia. Ocupa gran parte del hemisferio occidental del planeta. Y de acuerdo con cifras oficiales, alberga más de 1,002 miles de millones de habitantes. ¿Acabando Estados Unidos con buena parte del enemigo asiático pasaría a erigirse como una superpotencia?.

El 2020 es un año en el que los enfrentamientos de orden diplomático y pro belicista están a la orden del día mientras los ojos del mundo están virtualmente puestos en un evento que congrega en el terreno a atletas de todo el planeta y los intereses económicos de grandes potencias miden fuerzas a diario.

Ensayos silenciosos

El mundo desde siempre ha tenido registro de grandes enfermedades y eventos catastróficos, muchos de ellos de orden natural o divino, si se mira la historia escrita “desde el origen de los tiempos”. Después de haberse inventado la rueda y la pólvora, la sed por el poder ha llevado al hombre a luchar incansablemente por mantener imperios y, desde luego, desatar guerras y mejorar sus métodos de aniquilamiento.

Tomando como referencia más cercana al contexto belicista de Estados Unidos con los países asiáticos, podemos mencionar la crisis del VIH/SIDA de la década de 1980, la pandemia de gripe aviar de 2004-07, la pandemia de gripe porcina en 2009, el síndrome respiratorio agudo severo (SARS), el ébola y otros más.

Claro está, todas estas enfermedades han tenido su origen o portador en los animales, quienes transportan una variedad de patógenos: bacterias y virus que pueden causar enfermedades. Como se ha dicho, el método se va perfeccionando a lo largo del tiempo para acabar con el enemigo a menor costo y sin dejar huella visible o comprobable.

Un trabajo realizado por la BBC señala acerca de este punto lo siguiente: “La supervivencia evolutiva del patógeno depende de la infección de nuevos huéspedes, y saltar a otras especies es una forma de hacerlo”.

Los especialistas señalan que las nuevas enfermedades en un nuevo huésped suelen ser más peligrosas, por lo que cualquier infección emergente es preocupante.

Cuando el brote de estas enfermedades ocurre, ciertamente atesta un duro golpe al país enemigo y la prueba en esta ocasión es que el nuevo coronavirus tiene en su haber un sinfín de víctimas mortales. Mientras todo esto ocurre, organismos como la Organización Mundial de la Salud  y las grandes farmacéuticas desarrollan alguna cura. ¿La complicidad en esta guerra da para todos?.

Hasta ahora, los países involucrados en este tipo de guerra se han impuesto restricciones de viaje, mientras las personas tienen miedo de interactuar debido al riesgo de contraer el virus y las cadenas de distribución de bienes, servicios y suministro se interrumpen, ocasionando pérdidas milmillonarias.

Después de todo, es una guerra económica entre grandes potencias que tiene su origen y razón de ser, además de sus víctimas y consecuencias en el entorno global.

El virus mortal, que se identificó por primera vez en la ciudad de Wuhan, en la provincia china de Hubei, ha cobrado la vida de 492 personas. Hay casi 25,000 casos confirmados en China, y 191 en 24 países más allá de China, según el último informe de la Organización Mundial de la Salud. Mientras la cifra aumenta y las potencias mueven sus piezas en e terreno, el órgano que debería velar por la salud solo ha declarado oficialmente que el virus es una emergencia de salud pública mundial.

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