El primer bar de la cocaína

Fue durante la época precolombina cuando las hojas de coca se guardaban para los reyes Inca. La coca, que estaba reservada a los sacerdotes y a las castas elevadas incas,   y que jugó un rol central en el sistema de creencias, costumbres y conocimientos insertos en una cosmovisión originaria, se utilizó también para los rituales de consagración. Se han encontrado hojas de coca en tumbas peruanas que datan del año 2500 antes de Cristo.

El primer bar de la cocaína

Autor: Arturo Ledezma

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Cuando la coca llegó a todos los estratos sociales, los autóctonos comenzaron a utilizar estas hojas con fines místicos, religiosos, sociales, alimenticios y medicinales. Utilizaron sus propiedades estimulantes para combatir el cansancio y el hambre y para aumentar la resistencia, además de mejorar la calidad de vida en un territorio ubicado a más de cuatro mil metro de altura.

No fue sino hasta 1880, luego de que el químico alemán Albert Niemann sintetizara por primera vez sus componentes químicos, cuando empezó a hacerse popular en la comunidad médica.

Sigmund Freud, quien usaba la droga personalmente, quien promovió el uso de la cocaína en forma general para curar la depresión y la impotencia sexual. Cuatro años después, en 1884, publicó un artículo titulado “Über Coca” (Sobre la Coca) en el que describía los “beneficios” de la cocaína, llamándola una sustancia “mágica”. Contrario a los beneficios que el psicoanalista atribuía a la cocaína, y aun sabiendo que ésta conducía la “decadencia física y moral”, Freud continuó promoviendo la cocaína entre sus amigos cercanos, uno de los cuales terminó sufriendo de alucinaciones paranoicas con “serpientes blancas que se arrastraban por su piel”.

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Hoy, la cocaína es una de las drogas más peligrosas conocidas por el hombre. Físicamente estimula receptores clave (terminaciones nerviosas que perciben cambios en el cuerpo) dentro del cerebro que, a su vez, crean una euforia gracias a la que los consumidores desarrollan tolerancia rápidamente, así que sólo dosis más altas y el consumo más frecuente pueden causar el mismo efecto.

El cultivo de la cocaína en Bolivia, comenzó a principios de siglo XX y en la década de 80 se convirtió en una industria a gran escala como respuesta a la creciente demanda mundial. Bolivia es el tercer proveedor mundial de cocaína. Los cocaleros de los Yungas y tanto el Chapare han abogado por políticas de “control social” sobre el cultivo de coca, el mantenimiento de una superficie máxima preestablecida de cultivo como una alternativa a las políticas de lucha contra la droga. En 2005, el líder sindical cocalero Evo Morales fue elegido presidente de Bolivia. Morales ha seguido una política combinada de la legalización de la producción de coca en el Chapare y los Yungas y la erradicación de los cultivos en otros lugares.

cocaína

El problema que se vive en Bolivia a razón del narcotráfico es muy similar al de otros países latinos: el dinero que se obtiene de la comercialización es ocupado, en parte, para el financiamiento de campañas políticas, fuerzas armadas, periodistas, empresarios, deportistas y otros representantes del mundo político económico y social, los cuales ponen de manifiesto cómo el narcotráfico contamina los diversos estratos de la sociedad colombiana.

Aun cuando la lucha contra el narcotráfico persiste, en Bolivia se creó el primer  bar de cocaína del mundo. Ruta 36 es una fiesta móvil. Un día está en una zona y luego aparece en otra área.

El sitio es clandestino y difícilmente conserva una misma dirección por mucho tiempo, pero tiene dos constantes: su nombre, “Ruta 36”, y la ciudad donde se ha asentado siempre, La Paz, la capital de Bolivia. Fue en agosto de 2009 cuando el periódico británico The Guardian publicó una nota bajo el título: “El primer bar de cocaína del mundo”, cuando el mundo entero conoció lo que pasa  dentro de uno de los lugares más clandestinos del mundo.

bar de cocaína

“En el salón principal de Ruta 36 la escena se congela. Una abatida disco ball baña esporádicamente la pieza en luces rojas y verdes. Cada mesa tiene velas y un alijo de agua embotellada, además de todo tipo de mixers que quisieras agregar a tu trago. En la esquina, un bonche de juegos de mesa, incluyendo ajedrez, backgammon y Jenga, el juego en el que una mano firme retira los bloques de una torre hasta que la pila entera colapsa. Si no fuera por las cabezas que caen hacia abajo, como esas aves que recorren la orilla del mar para alimentarse, nunca sabrías de las grandes cantidades de cocaína que con naturalidad se están consumiendo. Hay mucho contacto de mesa a mesa. Todos aquí tienen sus historias —las últimas en Ecuador, el mejor autobús de Perú— e incluso al viajero más conectado, el “¿por qué no se calla”, se le da una generosa bienvenida antes de enviarlo de vuelta a su mesa, donde puede repetir esas historias otras diez veces…”

La Ruta 36 es un local itinerante, clandestino. Abre desde las nueve de la noche hasta las siete de la mañana. Es exclusivo para extranjeros, que deben portar su pasaporte u otro documento similar como ticket de entrada. Sólo contados bolivianos, conocidos, caseros, tienen derecho de ingreso.

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Luego de la publicación de aquella crónica, Ruta 36 tuvo que celar aún más su ubicación. Pero el negocio volvió a abrirse, tal vez en 2011 ó 2012. A quienes intentan entrar a este bar se les recuerda que al sitio se accede sólo con un pasaporte y que allí no existe línea blanca que divida lo que está bien de lo que está mal, pues allí es el “bar de la cocaína” en La Paz.

Fuentes: The history of cocaine

  The Guardian

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