Cuando en marzo de 2012 abandonó su casa y las horas pasaban sin noticias sobre él, sus padres y hermanos comenzaron a preocuparse. Es que a Anton Pilipa le habían diagnosticado esquizofrenia hacía un tiempo y todos en su hogar temían por su vida. Los días transcurrían y nada. Entonces decidieron iniciar una campaña para hallarlo antes de que fuera demasiado tarde. Cinco años después fue encontrado… a 10 mil kilómetros de distancia, en Manaos, Brasil, en pleno Amazonas.
Cómo llegó hasta allí sin documentos, sin ropa, sin dinero y con sus capacidades limitadas es uno de los grandes misterios que recorren esta increíble historia que paraliza a Canadá. A medida que pasan las horas y luego de que se reuniera con su familia en Toronto el pasado lunes, los detalles comienzan a emerger.
Caminando sin rumbo, en bermudas y al costado de una ruta que rodea parte del Amazonas fue hallado por una policía de origen canadiense quien pudo contactarse con la familia Pilipa. Anton comenzaba a regresar a su hogar. A los pocos días, su hermano Stefan fue en su búsqueda.
El tour de Anton fue increíble, según relatan sus allegados más íntimos. A pie, y a veces descalzo, pudo atravesar fronteras sin que ningún oficial lo detuviera. Fue así que caminó por Canadá, Estados Unidos, México, Guatemala, Costa Rica, Panamá, Colombia, Venezuela, Argentina y Brasil. Todo, sin pasaporte ni documentación alguna. ¿Cómo lo hizo? Un misterio que crece a medida que se desvelan detalles de su periplo.
Su hermano Stefan reveló, además, que Anton tenía una obsesión: conocer la Biblioteca Nacional de Buenos Aires, en Argentina. Fue con ese objetivo que caminó miles y miles de kilómetros. Al llegar al edificio, las autoridades no le permitieron el accceso por no contar con una identificación. ¿Fue más efectivo el control de seguridad de una biblioteca que las fronteras de 10 países?
Fue entonces cuando emprendió su regreso y volvió a Brasil, donde finalmente lo hallaron, cinco años después y por azar. Durante todo ese tiempo, sin trabajo ni dinero, vivió comiendo frutas que recolectaba de árboles, de la generosidad de extraños y de la suerte. Caminó —siempre según el relato de su hermano Stefan— durante 800 kilómetros por el Amazonas, donde enfrentó arañas, serpientes, jaguares y todo tipo de amenazas, mientras sobrevivía. En los cinco años, apenas habló con la gente de los lugares que visitaba. No aprendió ni español ni portugués.
Ya de vuelta en Toronto, Stefan explica cómo está Anton ahora: «Está muy delicado por el momento. No ha estado con gente durante un largo tiempo. Estuvo completamente solo. Estuvo fuera de la sociedad durante un largo tiempo». Ahora retomará un tratamiento más severo contra su esquizofrenia, más pronunciada en los últimos años.