Juntos, revueltos y enfermos

Males como la peste negra, que sacudió a Europa en la Edad Media, así como el sarampión, el cólera y la viruela fueron considerados alguna vez fuerzas sobrenaturales, con un poder destructor que ni siquiera tenía el mejor ejército del mundo

Juntos, revueltos y enfermos

Autor: Priscilla Villavicencio

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Males como la peste negra, que sacudió a Europa en la Edad Media, así como el sarampión, el cólera y la viruela fueron considerados alguna vez fuerzas sobrenaturales, con un poder destructor que ni siquiera tenía el mejor ejército del mundo.

Con los años las explicaciones religiosas fueron quedando a un lado gracias al método científico. La pregunta hoy es si estamos condenados como especie a seguir conviviendo con muchos de los males que nos aquejan.

“La humanidad empieza a enfermarse casi desde el principio, pues en las sociedades cazadoras recolectoras la gente tenía muchos parásitos”, comentó para la BBC Anne Hardy, profesora de historia de la medicina en el Wellcome Trust Centre de la Universidad de Londres.

Pero ¿las enfermedades a gran escala? Para Hardy, estas patologías, como hoy las entendemos, sólo aparecieron cuando “las sociedades se asentaron”.

En el pasado, los seres humanos eran nómadas, viajaban por el mundo y no se quedaban en un solo lugar. Con el tiempo, la humanidad empezó a reunirse en grupos cada vez más grandes hasta que finalmente se asentó. Esto fue la clave, según Hardy, pues antes los grupos eran tan pequeños y nómadas que las enfermedades no se propagaban de la misma manera.

Fue cuando llegó la agricultura, hace más o menos 11.000 años. A partir de allí empezamos a establecer aldeas y pueblos. Pero fue particularmente cuando organizamos ciudades y estados que las enfermedades emergieron y empezaron a afectar sociedades a gran escala, explica la experta.

“Alrededor del 3.000 a.C. los humanos alcanzaron la densidad crítica de medio millón de habitantes, en la que las enfermedades infecciosas pueden establecerse y propagarse constantemente”, agregó Hardy.

Para entender este concepto, basta imaginar una enfermedad grave que se transmita fácilmente o mate rápido a sus víctimas. Las que sobreviven desarrollan inmunidad a la infección.

Si la población es pequeña y esparcida, la enfermedad se encontrará con pocas víctimas potenciales y desaparecerá.

Pero en una población grande y densa, como en las ciudades de hoy, la enfermedad puede persistir expandiéndose a otras zonas y regresando a su origen cuando hayan nacido nuevas víctimas potenciales sin inmunidad, explican expertos como Nathan D. Wolfe, Claire Panosian Dunavan y Jared Diamond de la Universidad de California.

Vía El Clarín 


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