El debate sobre si de lo que se trata es de vivir cuantos más años mejor, o si lo realmente importante es la calidad de vida, podría bien trasladarse ahora a las diferencias entre la esperanza de vida de hombres y mujeres.
Y es que, según el estudio de investigación Mujer y Salud, elaborado por el Instituto de la Mujer que dirige Laura Seara, la mujer vive más que el hombre, pero su mayor longevidad se acompaña de discapacidad y mala salud.
Más vida, pero de peor calidad, en la que además, según este estudio, debe hacer frente a problemas crecientes como la sobrecarga física y psicológica por su rol de cuidadora, el impacto sobre la salud de la llamada doble jornada, la depresión y los accidentes en el hogar.
El informe, con el que se pretende analizar la situación actual de las mujeres, a partir de un concepto amplio de salud en el que se incluye el bienestar emocional, social y físico durante todo su ciclo vital revela que las españolas viven más (tienen una esperanza de vida de 83,5 años), pero son los hombres los que tienen al nacer una esperanza de vida en buena salud superior a ellas -56,3 frente a 53,9 años- .
En las mujeres, la enfermedades del sistema circulatorio suponen la primera causa de defunción (2,52 por cada mil mujeres), los tumores la segunda causa (1,59 mujeres por mil) y las enfermedades del aparato respiratorio, la tercera (0,69 por mil); mientras que el cáncer es la primera causa en años potenciales de vida perdidos.
El informe del Instituto de la Mujer refleja que el género tiene «una influencia determinante» en la percepción del estado de salud, que es peor en la mujer que en el hombre.
Esta percepción negativa que tienen las mujeres crece con la edad, y a medida que desciende el estatus socioeconómico y el nivel de estudios terminados.
El porcentaje de mujeres con algún problema crónico alcanza el 77,2% frente al 64,6% de hombres, y un 28,3% de féminas a partir de 16 años ha visto limitadas sus actividades.
Según el estudio, es 1,8 veces más probable que la mujer presente algún problema crónico y 1,5 veces más probable que vea limitada su actividad.
En cuanto a los hábitos de vida, el 23,9% de las mujeres fuma habitualmente, un 28% menos de forma relativa que la prevalencia observada en los hombres, aunque éstos logran dejar de fumar más que ellas.
Ellos tienen conductas menos saludables en el consumo de tabaco o alcohol, aunque esto está cambiando en la población más joven, si bien son ellas las que realizan menos actividad física y las que duermen menos horas.