«Legalizar la marihuana medicinal no aumenta su consumo entre adolescentes»

Un estudio con más de un millón de estadounidenses descarta que se produzca un efecto rebote tras la autorización. "Este artículo nos ayuda a romper el esquema de que las drogas son siempre malas".

«Legalizar la marihuana medicinal no aumenta su consumo entre adolescentes»

Autor: Marta Ubeda

Cannabis

Legalizar el uso medicinal de la marihuana no se traduce en el tan temido aumento de consumo entre adolescentes. Esta es una de las conclusiones de un extenso trabajo que ha analizado datos de 1,1 millones de jóvenes estadounidenses recabados durante 24 años publicado en The Lancet Psychiatry y que trata de arrojar luz al controvertido debate sobre las consecuencias de la autorización del consumo de cannabis.

Uno de los principales argumentos que sostienen los detractores del uso terapéutico es que las leyes que lo amparan incitan al abuso entre los jóvenes. La regulación -aunque sea parcial-, señalan, contribuye a que decaiga la percepción de los potenciales daños de su uso. Ello incrementa el consumo, y la probabilidad de que más adolescentes acaben convirtiéndose en personas dependientes de esta u otras sustancias. A ello añaden otro aspecto: el efecto de la marihuana entre los jóvenes es especialmente peligroso dado que su cerebro está aún en desarrollo (lo que no deja de ser cierto).

La tesis de partida, sin embargo, no se sostiene. Y eso que este prejuicio era el que tenía asumido Deborah Hasin, de la Universidad de Columbia, la responsable de la investigación, lo que quizás añada aún más valor a los hallazgos que describe.

«Los resultados del trabajo son espectaculares, muy interesantes«, comenta Joan Carles March, director de la Escuela Andaluza de Salud Pública e impulsor del único programa de dispensación terapéutica de heroína que funciona en España desde el hospital Virgen de las Nieves de Granada.

De los 50 estados de EE UU, 23 -a los que se añade el Distrito de Columbia-, han dado el paso desde 1996 de aprobar la administración de marihuana bajo supervisión del médico para tratar a pacientes que reciben cuidados paliativos, pero también combatir los efectos de la quimioterapia o síntomas de enfermedades como la esclerosis múltiple. Entre ellos se encuentran California, Nevada, Arizona, Oregón, Colorado, Washington, Illinois, Nueva Jersey, Nueva York, Hew Hampshire, Connecticut o Delaware.

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Los autores del artículo acudieron a una gran base de datos de la Universidad de Michigan denominada Monitoring the Future que, a través de encuestas, evalúa distintos hábitos de la juventud estadounidense, entre ellos, el consumo de drogas. Analizaron las respuestas de 1.098.270 estudiantes de tres grupos de edad (13-14, 15-16 y 17-18 años) entre 1991 y 2014. Unos de estados prohibicionistas y otros bajo administraciones federales que han permitido el uso médico.

En el momento del estudio, 21 estados contaban con normativa que permitía el uso medicinal. Al comparar el consumo antes y después de la aplicación de la norma, la prevalencia global en los chavales (en todas las edades) apenas se alteró significativamente: era del 16,25% y, tras la regulación, del 15,45%. Pero la mayor sorpresa fue lo que el artículo describe como una «inesperada aunque robusta» caída en el consumo de cannabis en el grupo de edad más joven (el hábito se redujo del 8,1% al 6%). Los investigadores sugieren que estos chavales serían más influenciables que los mayores y que el cambio legislativo provoca que dejen de ver la marihuana tanto como un elemento asociado al ocio para considerarlo más cercano a una medicina.

Nuestros hallazgos aportan la evidencia más sólida alcanzada hasta el momento de que el uso de marihuana por parte de adolescentes no se incrementa después de que se legalice su uso médico”, destaca la profesora de epidemiología Deborah Hasin.

El trabajo aporta otro dato: allí donde se han aprobado leyes, hay un mayor consumo entre adolescentes (tampoco demasiado más: 15,8% por 13,2%). Rebatida la relación causa-efecto, los investigadores sugieren que esta circunstancia se daba ya antes de que se aprobaran las leyes, por lo que apunta a otras causas para explicarla, como una mayor facilidad de acceso a la marihuana, aunque advierte de la conveniencia de profundizar en ellas.

Joan Carles March destaca la fiabilidad metodológica del estudio. Y subraya sus conclusiones: «Este artículo nos ayuda a romper el esquema de que las drogas son siempre malas y están únicamente relacionadas con riesgos para la salud: no solo también tienen usos terapéuticos para sus usuarios, sino incluso efectos preventivos para el resto de la sociedad, como muestra el artículo al contribuir a que descienda el consumo de cannabis«.

Los investigadores del artículo destacan que el resultado del trabajo no es aplicable a otras reformas legales que han abierto el acceso a la marihuana más allá del uso terapéutico, como las que han autorizado Colorado, Washington, Alaska y Oregón. “Sería interesante analizar la relación existente con posibles cambios en el consumo entre adolescentes, que no puede ser inferida del presente estudio”, comentan los autores.


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