Los suicidios que trae consigo la primavera

De la mano de la estación primaveral se produce un aumento en la tasa de suicidios. Desde cortarse las venas, pasando por la horca o incluso en el disparo en la cabeza o el corazón hay elementos que los unen a todos ellos. Consultamos a diversas fuentes literarias y científicas al respecto y esto es lo que nos dijeron.

Los suicidios que trae consigo la primavera

Autor: Leo Robles

El dios salvaje del suicidio.

Junto con los días más largos, el aumento en la producción de hormonas, el florecimiento de la vegetación circundante y con ello la multiplicación de las parejas que retozan indolentes bajo el sol del campo y la ciudad, el suicidio es uno de los fenómenos que también crece con la llegada de la primavera. Las estadísticas nos dicen que este acto criticado, aborrecido o compadecido por la sociedad se ha triplicado en nuestro país en los últimos 30 años, llegando a ser la tercera causa de muerte entre los jóvenes de 15 a 25 años, pero al mismo tiempo es quizás la decisión de soberanía más grande que pueda tener una persona para consigo misma y se comete por múltiples razones, ejemplos tenemos por raudales: no poder soportar una enfermedad terminal con los costos económicos y emocionales que éstas implican; sentir un profundo desacuerdo entre la forma en cómo se soñaba el mundo y la fuerza con la que patea la realidad, o sucumbir al fantasma de la propia mediocridad: el fracaso sistemático.

Pero hay veces en que el suicidio, lejos del amplio gesto dramático que se da en personalidades depresivas o estresadas, llega de forma inesperada, como en el caso de un anciano que decide eliminarse porque se fracturó un dedo, o el niño que se mata porque piensa que podría revivir como en un juego, lo que nos recuerda que no debemos menospreciar la “absurda insignificancia de la vida” como diría Tolstoi. O bien el suicidio indiferente como expresa Rigault: “Una mañana al acostarme, en vez de apretar el interruptor de la luz, distraído, me equivoco y aprieto el gatillo. Ésto exaltaba a Gonzague y sus amigos. Por un breve lapso había vivido en estado de gracia, de gloria íntima. Había vencido al suicidio. Ya no sabía si estaba muerto o vivo, si había disparado un tiro o había hecho crepitar un leño en la noche”.

¿Pero por qué en primavera? Si de culpables hablamos, tenemos que empezar por obligación a buscarlos en los campos de la física y de biología. Sobre cómo el aumento de luz solar influye no sólo en nuestros cuerpos sino que en todo lo que nos rodea. Porque si bien en los seres humanos, la luz altera la producción de melatonina y la de Vitamina D, las que impulsan el deseo de reproducción como nos dicen los científicos, también ocurren fenómenos similares en el resto de las especies, de los cuales es responsable un gen que activa una molécula de la familia de los fotopigmentos llamados opsinas, presentes en anfibios, reptiles y aves, como nos explica Russell Foster, investigador de la Universidad de Oxford. Por eso no nos asombremos si junto con la llegada de las golondrinas, vemos que el gorrión o zorzal de cotidiano se vuelve hiperactivo, pues de acuerdo a Russell “Cuando escuchamos que los pájaros cantan más en primavera, es porque existen estas moléculas sensibles a la luz, las que se han activado en los cerebros”.

Ahora bien, esta alta exigencia de efectividad en cuánto a la performance de la seducción, no solo en el plano de lo amoroso, sino que en las expectativas para cumplir con lo que supone es una “vida plena” para cada uno, no es un privilegio que todos puedan llevar a cabo.

De acuerdo al sicólogo educacional y terapeuta Lisandro Belmar: “El suicidio en la estación de las flores acontece por varias razones, y si bien a primera vista la primavera se asocia con el amor de pareja, esto implica el florecimiento y la maduración de las personas, la necesidad de sentirse amado y de poder amar, como factores constituyentes del desarrollo humano. Hay muchos que se quedan pegados. Entonces la primavera con todo su esplendor, enfrenta a las personas con lo mal que se encuentran”.

El caso chilensis, nos demuestra de acuerdo a una entrevista que concedió a los medios la sicóloga Esther Morales de la Universidad Católica, que en nuestro país existen altas tasas de depresión, enfermedad oculta en la raíz del suicidio, de acuerdo a la profesional “el 95% de los pacientes que se suicidan e intentan suicidarse, tienen un trastorno mental, diagnosticado o no. Los depresivos forman el 80% de este perfil, los esquizofrénicos el 10% y la demencia o el delirio el 5%”.

Otras estadísticas nos indican que las mujeres intentan suicidarse en proporción cuatro veces mayor a la de los hombres, mientras que los hombres logran suicidarse en una proporción tres veces mayor a ellas, “los hombres buscan métodos más violentos y seguros como ahorcamiento, disparo o arma de fuego, lanzarse de altura o a vehículos en movimiento, mientras que la principal herramienta de las mujeres es la sobredosis de fármacos”, explica la profesional.

A continuación les dejamos algunas frase sobre el suicidio aparecidas en el libro “El dios salvaje” de Al Alvarez:

-«Cuando yo iba al colegio había un profesor de física, inusualmente apacible y bastante desorganizado, que se la pasaba hablando en broma del suicidio. Era un hombre bajito de ancha cara rojiza, gran cabeza cubierta de rizos grises y una sonrisa permanentemente atribulada. Se decía que en Cambridge, contrario a la mayoría de sus colegas, había obtenido en su asignatura la nota más alta. Un día, hacia el final de una clase, señaló tenuemente que quien quisiera cortarse la garganta debía cuidarse de meter primero la cabeza en una bolsa, pues de lo contrario dejaría todo hecho un desastre. Todo el mundo se rió. Luego sonó el timbre de la una y todos los muchachos salimos en tropel a almorzar. El profesor de física se fue en bicicleta a su casa, metió la cabeza en una bolsa y se cortó la garganta. No dejó un gran desastre. Yo quedé tremendamente impresionado (…)».

-“Después de todo esto debo admitir que soy un suicida frustrado. Es una confesión triste, pues en realidad, no hay nada más fácil que quitarse la vida (…)».

-“Yo preparé el acto cuidadosamente, durante largo tiempo, con una suerte de pertinacia ciega. Tal constancia tenía como centro único de mi vida que todo lo demás se volvió irrelevante, mera diversión. Todo arrebato esporádico de trabajo, todo éxito o decepción menor, cualquier momento de relajación y calma parecían apenas una pausa temporaria en un firme descenso por capa tras capa de la depresión, como el de un ascensor que parase un instante camino al sótano. En ningún punto se me ocurrió bajarme o cambiar la dirección del viaje. Y a pesar de todo nunca lo hice (…)».

-“Ya no me consideraba infeliz; sólo «tenía problemas». Manera esta optimista de decirlo, ya que los problemas implican soluciones, mientras que la infelicidad es una condición vital con la cual hay que convivir, como el mal tiempo. Una vez hube aceptado que nunca habría respuestas, ni siquiera en la muerte, descubrí sorprendido que ya no me importaba mucho si era feliz o infeliz; ya no existían «problemas» ni «el problema de los problemas». Y eso en sí ya era el comienzo de la felicidad. Hoy parece ridículo haber aprendido tal perogrullada de una forma tan dura, haber tenido casi que morir para poder crecer».


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