Con el ruido extremo, nuestras células nerviosas sufren y, como consecuencia, se produce la pérdida auditiva.
Ocurre con ellas como lo que sucedería las fibras de una alfombra muy mullida a la que le colocamos durante mucho tiempo un mueble encima: nunca recuperarán su posición original.
La vida moderna es ruidosa. Hoy en día resulta imposible escapar del infierno del tráfico, de los aviones, de los trenes, de las fábricas, de los taladros que desgarran el pavimento, etc.
La intensidad y la constancia de estos ruidos son abrumadoras, lo que sin duda resulta preocupante por la pérdida de audición que deriva de este sometimiento constante.
Esto, además, no solo afecta a nuestra capacidad auditiva, sino también a nuestro comportamiento. Con tal cantidad de ruido el estrés, la hipertensión, la ansiedad y los sentimientos de desamparo son los más comunes.
Debemos saber que el ruido es especialmente estresante cuando nos resulta imprevisible o incontrolable.
La audición, un fascinante proceso perceptivo
Oír es algo maravilloso que hacemos cada día sin apenas pensar sobre ello. Convertimos las ondas de presión del aire en impulsos nerviosos que el cerebro interpreta como si de una sinfonía de sonidos con significado se tratase.
Somos capaces de percibir desde el sonido que produce la tecla de un piano hasta el zumbido de un pequeño mosquito. Captamos cómo las moléculas de aire chocan entre sí y las convertimos en sonidos.
Las ondas sonoras viajan a través del conducto auditivo y producen vibraciones minúsculas en el tímpano mediante una secuencia mecánica de acontecimientos.
Estas vibraciones se transmiten a través del oído medio hasta la cóclea llena de líquido, creando movimientos en las células ciliadas, las cuales provocan estímulos nerviosos que llegan al cerebro.
Como vemos, el oído tiene una intrincada y delicada estructura, lo cual lo hace vulnerable a ciertas lesiones a nivel mecánico (sordera de conducción) y a nivel nervioso (sordera neurosensorial).
La pérdida auditiva
La pérdida auditiva relacionada con daño en los conductos acústicos o los trastornos nerviosos pueden deberse a la exposición prolongada a ruidos fuertes y a enfermedades o trastornos asociados a la edad.
En este sentido cabe destacar que todos nosotros perdemos capacidad auditiva con los años. Así, el rango auditivo que percibimos medido en hercios (Hz) dependerá de la edad. Os dejamos un vídeo ilustrativo que os ayudará a conocer qué sonidos percibís y cuáles no.
Como notaréis, cuando más mayores somos, peor oímos las frecuencias más altas. Resulta curioso y divertido realizar este test entre diferentes personas de nuestro entorno.
Asimismo, la exposición a sonidos prolongados de intensidad superior a los 85 decibelios puede producir la pérdida de audición que puede derivar en sordera neurosensorial.
Para que nos hagamos una idea más aproximada:
- 20 decibelios equivale a un suspiro.
- 40 decibelios al ruido habitual de una habitación.
- 60 decibelios a una conversación normal.
- 80 decibelios al ruido de la intersección en una calle transitada.
- 100 decibelios a un tren subterráneo a 6 metros.
- 110 decibelios a un avión a 150 metros.
- 120 decibelios a un trueno fuerte.
- 140 decibelios a un grupo de rock escuchado muy cerca.
La destrucción de las células ciliadas por envejecimiento o exceso de ruido
La destrucción de las células ciliadas no tiene marcha atrás en los seres humanos aunque, según se ha descubierto, hay animales como los tiburones y los pájaros que sí regeneran sus células auditivas.
Así, los científicos han hallado ciertas formas de estimulación química que parecen regenerar estas células en cobayas y crías de rata, por lo que puede que algún día se consiga “engañar” a la cóclea humana para que regenere sus células.
No obstante, hasta ahora la solución para restaurar la audición en las sorderas neurosensoriales es implantando una especie de oído biónico denominado implante coclear.
Vivir en un mundo silencioso: la cultura de los sordos
Las personas con pérdida auditiva conforman un grupo muy heterogéneo no solo porque haya distintos grados de capacidad auditiva, sino porque hay quienes nunca han oído y quienes sí lo han hecho alguna vez en su vida.
Así, mientras que las personas que siempre han sido sordas comparten la cultura de los sordos, se comunican con el resto del mundo con fluidez y sin dificultad, las personas que han pasado de ser oyentes a no oyentes perciben su nueva condición como una falta de capacidad.
Las personas que padecen pérdidas auditivas se enfrentan habitualmente a grandes desafíos sociales que tienen que aprender a gestionar.
Es importante que ante la pérdida auditiva se promueva la valía personal y se potencie la comunicación con los demás, aunque exista el abismo del silencio.
Consejos para cuidar nuestra salud auditiva
Para cuidar nuestra salud auditiva es aconsejable que tengamos en cuenta las siguientes recomendaciones:
- No poner aparatos sonoros al mismo tiempo y mantenerlos siempre a bajo volumen.
- No usar reproductores de música durante más de una hora y limitar el volumen a, como máximo, el 60% de su capacidad.
- Utilizar protección auditiva siempre que lo necesitemos.
- Cuidar nuestros oídos ante catarros, gripes o infecciones.
- Usar tapones y secar nuestros oídos tras baños en piscinas para limitar la humedad en el conducto auditivo.
- No introducir objetos en nuestros oídos, ni siquiera bastoncitos de algodón, pues pueden perforar la membrana o el tímpano.
- Revisar nuestra audición periódicamente como método de prevención.
Fuente: Mejorconsalud