A Donald Trump poco le importa si un paciente crónico de cáncer tiene la esperanza de alargar su ciclo de vida y vivir con mejor salud junto a las personas que ama. Mucho menos si se trata de una historia que incluye un ciudadano estadounidense que viaja hasta La Habana, Cuba, para recibir el tratamiento que en su paús no le pueden dar y que le permitirá aferrarse a la vida.
Los embates del bloqueo impuesto por Estados Unidos a otros países no sólo perjudican a los Gobiernos que la Casa Blanca y el Pentágono consideran «enemigos». Las pruebas históricas desmitifican los argumentos utilizados por los voceros de Washington, quienes aseguran que las mal llamadas «sanciones» sólo van dirigidas para «presionar» a los integrantes del «régimen» o «la dictadura» que pretenden derrocar.
En todos los casos, la población de cada país asediado siempre resulta gravemente afectada. Parte de la historia no contada por la mediática internacional aliada a los intereses «estadounidenses» es silenciar cómo también resultan siendo víctimas los propios ciudadanos norteamericanos, cuando estas políticas criminales y extraterritoriales se recrudecen y no dejan lugar a dudas, que más que un bloqueo es un genocidio.
Desde hace 25 años, el Centro de Inmunología Molecular (CIM) de Cuba ha enfocado parte de su trabajo en hacer largos de estudio y ensayos clínicos para dar con la vacuna contra el cáncer de pulmón y demostrar al mismo tiempo la seguridad y efectividad de este medicamento para combatir la enfermedad.
Algunos medios han informado desde hace años, al menos con mayor preponderancia desde 2016, este logro de la medicina cubana: la aparición de la vacuna CIMAvax, producida y comercializada por el CIM, que es administrada vía intramuscular a pacientes con la enfermedad en un estado bastante avanzado.
La vacuna cubana contra este tipo de cáncer disminuye el crecimiento de células malignas en el organismo, pues su trabajo no va directamente contra las células cancerosas, sino que activa el sistema inmunológico del paciente para entorpecer el desarrollo del tumor e impedir su avance.
Muchos estadounidenses que padecen este tipo de cáncer han logrado ver renovadas sus esperanzas -con respecto a su expectativa de vida- tras conocerse los resultados de la CIMAvax, que han sido positivos -desde 2008 cuando entró al mercado- para al menos 5.000 pacientes que se han sometido al tratamiento y han logrado aumentar el tiempo de vida que se les había pronosticado.
Los resultados alentadores de la vacuna fueron reconocidos por el Instituto para el Tratamiento del Cáncer Roswell Park, de Nueva York, que decidió sumarse al proyecto y colaborar con el desarrollo e investigación de la vacuna cubana.
En 2016, el doctor Kelvin Lee, director del departamento de Inmunología de Roswell Park, declaró a BBC Mundo sobre su optimismo con respecto a las potencialidades futuras de la vacuna.
«Los datos muestran que la vida se ha prolongado, especialmente en pacientes menores a los 60 años, con una supervivencia media de 18,53 meses en los vacunados en comparación con los 7,55 meses para los no vacunados», explicó Lee.
¿Obedecer a Trump y perder la vida o violar la ley?
Durante el último año de gobierno de Barack Obama se flexibilizó un poco la relación con Cuba. De hecho, se permitió a los ciudadanos estadounidenses viajar a Cuba por su propia cuenta con viajes directos. Pero, tras la llegada de Trump al poder se volvieron a recrudecer las medidas contra la isla y con ello el férreo bloqueo criminal.
En ese corto periódo de tiempo, muchos estadounidenses pudieron ir a La Habana para recibir la atención médica que no le brindan en su país. Lo hacían de forma cautelosa y en silencio, por el bloqueo les prohíbe ser atendidos por médicos cubanos, pues es tomado como una acción antipatriótica y que beneficia «al enemigo».
Sin embargo, en vista de sus necesidades de mejorar su calidad de vida, los pacientes siguieron visitando el Centro de Salud Internacional La Pradera en La Habana, donde la mayoría de los pacientes con cáncer van a recibir tratamiento.
Pero una vez Trump recrudeció el bloqueo contra Cuba y la prohibición a los estadounidenses de viajar a la isla, los pacientes de ese país han tenido que enfrentarse a una nueva diatriba: ¿obedecer al Presidente y perder toda esperanza de vida o violar la ley?.
Al respecto, la docctora Anabely Estévez García comentó en enero de 2018 al USA Today sobre el impacto negativo en los pacientes estadounidenses, tras el anuncio en junio de 2017 de las nuevas medidas coercitivas de Trump. Las pruebas están en su propio buzón de correo electrónico.
Los correos electrónicos de los pacientes estadounidenses comenzaron a llegar como una inundación, describe Estévez. En ellos cancelaban todos sus planes de tratamiento en La Habana. Ahora, debían ver cómo continuarlo, o conseguían viajar con una organización inspeccionada y aprobada por el Gobierno estadounidense y con un guía designado, o debían arriesgarse a viajar por un tercer país y violar la ley para llegar a Cuba, recibir el tratamiento, volver a casa y exponerse a ser enjuiciados en Estados Unidos.
«No podemos ir en este momento», escribió en un correo un paciente de Texas a la doctora Estévez García el mismo día del anuncio de Trump. «El presidente Trump cambió todo hoy. No es posible ir directamente desde aquí. Mantennos en contacto», agregó.
Nancy Kelly, de 71 años, otra paciente procedente de California que ya había viajado a Cuba para recibir el tratamiento, le envió un correo electrónico en el que explicaba su preocupación por las nuevas regulaciones. «¿Cómo iba a reponer su suministro de vacunas cuando se agotara en octubre?», era una de las interrogantes de Kelly, quien decidió no ir ella misma, sino enviar a una amiga para que le recogiera el medicamento.
«Era importante regresar a Cuba antes de que las restricciones de Trump entraran en vigencia», comentó Kelly en el correo. «Con las nuevas restricciones, tendría que pasar por un tercer país. El problema es que la vacuna debe refrigerarse, por lo que, si estaba en un vuelo largo, eso sería un problema«.
Otra paciente de Nueva York decidió cancelar su viaje: «He decidido esperar un poco más. Ahora, será más difícil llegar allí, ya que nuestro Presidente ha hecho imposible viajar solo».
A pesar del bloqueo por más de medio siglo, la medicina cubana ha logrado impactar -incluso- a los ciudadanos estadounidenses, quienes con todos los riesgos y dificultades han decidido saltar el bloqueo contra la isla para recibir atención médica que les alivie o cure sus enfermedades.
Ese es el caso de Judy Ingels, una señora de 74 años de edad que padece de cáncer pulmonar en fase cuatro y que fue diagnosticada en diciembre de 2015. Judy viaja a Cuba junto a su esposo y su hija para recibir una dosis de Cimavax. «Por primera vez tengo esperanza», dijo Ingels -citada por Granma- al momento de ser vacunada en Cuba.
Otro testimonio es el de George Keays, un agente inmobiliario de Colorado y abuelo de tres. A sus 65 años practica yoga y medita regularmente. Pero desde que el gobierno de Trump prohibió viajar a Cuba, no le ha quedado otra opción que violar la ley.
Keays también tiene cáncer de pulmón en estadio 4. Como sus opciones de tratamiento disminuían cada vez más, decidió viajar a Cuba para recibir el tratamiento con la vacuna cubana, eso a pesar que existe una ley federal que le prohíbe a los estadounidenses ir a La Habana a recibir atención médica.
Con el endurecimiento del presidente Trump de las regulaciones que rigen los viajes a Cuba, a Keays se le ha vuelto mucho más difícil viajar a la isla y recibir este tratamiento que no llega a EE. UU. producto del bloqueo.
«No estoy buscando violar la ley. Pero tampoco estoy buscando morir«, declaró Keays. «A las personas con cáncer en etapa 4, como a mí, se les debería permitir probar lo que quieran para mantenerse con vida, lo que crean que funcionará. Lo último que necesitan es que el gobierno esté pendiente de alguna regulación arcaica diciendo que simplemente tome lo que está disponible aquí y muera«.