EEUU podría aprobar en breve la comercialización, por primera vez, de un salmón transgénico de la empresa AquaBounty para consumo humano. Este salmón, llamado AquaAdvantage, es un salmón atlántico al que se le han añadido dos genes: uno del salmón del pacífico para que crezca más rápido y otro de anguila que le permita crecer durante todo el año. De este modo, el salmón transgénico tarda en crecer 18 meses en lugar de 3 años.
Aqua Bounty lleva 17 años intentando que la Agencia de Alimentación y Drogas de EEUU (FDA) apruebe la comercialización de su salmón transgénico. En 2010 la FDA dictaminó que este salmón transgénico era un alimento seguro para las personas. En diciembre de 2012, la FDA concluía, en el borrador del impacto ambiental, que este salmón no constituía ninguna amenaza para el medio ambiente. Ante la polémica suscitada y para curarse en salud, ha abierto un plazo de alegaciones de 60 días.
La empresa alega que no hay riesgo de transferencia de genes con salmones salvajes porque estos salmones transgénicos serán estériles. En 2011 recibió del Departamento de Agricultura de EEUU una subvención de medio millón de dólares para impulsar un proyecto de esterilización. Pero no ha logrado la esterilidad total de los salmones transgénicos y el 5% puede reproducirse. Eso significa, en una producción de millones de huevos, que cientos de miles de ellos serán fértiles, lo que no descarta el peligro de propagación de las propiedades transgénicas a salmones salvajes. AquaBounty producirá este salmón en granjas acuícolas cerradas en la costa de Panamá con lo cual, el riesgo de contaminación a otras especies lo aleja de las fronteras de EEUU transfiriendo los daños a países terceros con una legislación más permisiva o ávidos de inversiones.
AquaBounty afirma que no hay riesgos para la salud. Sin embargo, investigadores independientes cuestionan los resultados de la evaluación de riesgos aportada por la empresa porque son insuficientes. A pesar de que hay datos de la investigación que no han sido revelados argumentando que se trata de información confidencial, los datos publicados muestran que el salmón transgénico, comparado con el que consumimos habitualmente, contiene 5% menos de proteína, un 58% más de grasa, un 52% más de alergenidad potencial y un 40% más de la hormona IGF-1, asociada al cáncer de próstata, de pulmón y de colon.
Lo que se presenta como protección de una empresa ante la piratería comercial, es ocultación de datos a cualquier equipo de investigación independiente. Así resulta más fácil que las instituciones encargadas de velar por nuestra salud y por el medio ambiente inclinen la balanza del lado de las empresas. Tampoco se exige etiquetado con lo que, de autorizarse su comercialización, será difícil atribuir un aumento de alergias o de cáncer a la ingesta de este salmón.
Los defensores del salmón transgénico dicen que es similar al salmón que ya comemos y que proporcionará una proteína de alta calidad a bajo precio sin riesgos para el medio ambiente ni la salud humana. Pero, sólo con los datos disponibles, vemos que no es así. Disminuye la cantidad de proteína, aumenta la cantidad de grasa y no se dice una palabra de la alergenidad o carcinogénesis potencial. Con respecto al impacto ambiental, decir que no hay riesgo exige un acto de fe puesto que no se ha realizado ningún estudio en las aguas que rodean la isla del Principe Eduardo (Canadá) donde se han desarrollado los huevos de salmón, ni en las aguas de Panamá donde está la piscifactoría experimental. El 5% de peces no estériles constituyen un riesgo que no ha sido evaluado ni siquiera en el entorno de la piscifactoría experimental. ¿Qué pasaría si hay transferencia genética de este salmón con el salmón atlántico? ¿Se convertiría en una especie voraz que rompería el equilibrio entre especies? Tenemos muchos datos de los daños que provoca una especie introducida en un ecosistema en el que no tiene competidores (conejo en Australia y cangrejo americano y mejillón cebra en ecosistemas acuícolas europeos).
En EEUU crece la oposición al salmón transgénico. Se han recogido un millón de firmas para solicitar al gobierno que no permita su comercialización. El país con mayor experiencia en pesca y cultivo de salmón, Noruega, tiene prohibido cualquier transgénico en la alimentación incluido el salmón.
La empresa que va a lucrarse con la ventaja de reducir en un 50% el tiempo de producción del salmón de piscifactoría, desconsidera las modificaciones nutricionales y saludables de estos salmones y el impacto ecológico en los salmones salvajes y en el ecosistema, si sale de su jaula. Por el contrario, oculta información y niega los daños colaterales de su negocio argumentando que el salmón transgénico ayudará a reducir el hambre en el mundo. AquaBounty olvida que la población carente de recursos no come salmón sino cereales y legumbres.
Una vez autorizado en EEUU, se planteará su comercialización en la Unión Europea. El mercado de los salmones de piscifactoría son las clases medias de los países ricos. Aunque en la UE hay una mayor oposición al cultivo de transgénicos, hay poca o ninguna sensibilidad en cuanto a la importación porque el impacto medioambiental y social queda lejos de nuestras fronteras. En este caso, sin embargo, el riesgo es global: los salmones salvajes no entienden de fronteras y se pone en peligro una especie pero también un recurso alimentario. Por otro lado, teniendo en cuenta el crecimiento de alergias, obesidad y cánceres en nuestras sociedades industrializadas, hay que exigir un mayor rigor a las autoridades alimentarias y sanitarias.