«Quiero dormir, la fiesta terminó / Quiero tener un poco de razón / Y no seguir aquí, apagándome…», cantan Los Bunkers en el tema «Fiesta».
¿A quién no le ha pasado? Luego de la euforia de un fin de semana bailado, comido, acompañado y principalmente regado -como el que vivimos este 18 de septiembre- en muchas ocasiones llega a la colita de la fiesta una invitada de piedra: La llamada «depresión post-party». Una definición popular acuñada para resumir aquel estado de desánimo y hasta pena que se presenta terminado el último día de mambo y comenzado el siguiente, que generalmente coincide con el inicio de una nueva semana laboral.
Como usted asumirá, el término es un neologismo que surge a partir de la «depresión posparto» que afecta a algunas mujeres -y también a hombres, pero en menor medida- una vez que nace un hijo.
Una de las principales razones de la «depresión post-party» es el consumo excesivo de alcohol, pues esta droga tiene un doble efecto en nuestro organismo. Primero actúa sobre nuestro Sistema Nervioso Central disminuyendo las tensiones y las inhibiciones, generando excitación, euforia. Sin embargo, luego de eso puede generar cambios notables en el estado de ánimo, llevando a aquel de bajón conocido como «post-party».
No obstante, no en todas las personas el alcohol actúa de la misma forma, lo que dependerá de factores que van desde la cantidad que se consume -pasando por la edad, el estado físico y la personalidad- hasta el estado de ánimo en el que se encuentre la persona que bebe.