Como expresó Gustavo Bécquer poéticamente, “cada día entramos en un mundo extraño, y pasamos en ese mundo un tercio de nuestra vida”. Sin embargo, no sabemos en qué consisten o por qué se producen los sueños. ¿Cuánto duran? ¿Es verdad que son en blanco y negro? ¿Por qué tenemos pesadillas recurrentes y todos soñamos, alguna vez, que volamos? Algunas de estas preguntas tienen respuesta, otras no.
En torno a los sueños, se elaboraron, a lo largo de la historia, decenas de creencias esotéricas sobre vidas pasadas y viajes astrales, interpretaciones psicoanalíticas y teorías de estricto corte biologicista que explicaron algunos aspectos. Según Alejandro Ferrero, director de la Fundación Argentina de Estudios del Cerebro y del Instituto Ferrero de Neurología y Sueño, “la comunidad científica ha logrado algunas respuestas provisorias para explicar lo que sucede cuando nos vamos a dormir y los peligros de hacerlo deficitariamente, pero está lejos de poder explicar para qué soñamos”. Es decir, cuál es la función orgánica de esos puzles de recuerdos, miedos y deseos que vislumbramos cada noche para olvidarlo al despertar.
Certezas hay pocas. Una de ellas es que todas las personas sueñan, todas las noches, aunque al despertar la mayoría no tenga recuerdos. Ferrero remarca que tampoco tiene explicación por qué los mamíferos sueñan (hay experimentos que así lo demuestran), mientras otros animales parecen no hacerlo. La otra, que las ensoñaciones suceden casi siempre en cierto estadio del sueño.
Mientras dormimos atravesamos cinco etapas. La fase REM (movimiento ocular rápido, rapid eye movement) dura entre 90 y 120 minutos. En una noche de ocho horas de sueño se ingresa en esta etapa entre cuatro y cinco veces. El cuerpo se paraliza y los párpados se mueven con intensidad. Allí es donde la gran mayoría de los sueños suceden. Este descubrimiento pertenece a los psicólogos estadounidenses Nathaniel Kleitman y Eugene Aserimsky. Cuando nos despertamos súbitamente en este momento, podemos recordar lo que estábamos soñando.
En blanco y negro
La Asociación Americana de Psicología asegura que no hay método que posibilite conocer a ciencia cierta el color de los sueños. No hay más herramientas que el relato de las personas, e incluso así, las apreciaciones cambiaron varias veces en la historia. Un estudio muestra que antes de la invención del televisor, la mayoría de las personas aseguraba soñar en colores. A partir de los 60 los encuestados empezaron a recordar sus sueños en escala de grises. Y con la llegada de la TV a color, el 90 % asegura soñar multicolor.
Sean del color que sean, lo cierto es que los sueños pueden ser muy perturbadores. En torno a esto, el padre del psicoanálisis, Sigmund Freud elaboró una teoría que sigue vigente en los divanes, aunque reúne detractores en otras ciencias. Para él, los sueños son la materialización del inconsciente, “la realización encubierta de un deseo reprimido”. En 1900 escribió La Interpretación de los Sueños. Allí analiza, por ejemplo, que el sueño recurrente de deber un examen encierra el trauma de los castigos infantiles y el temor al fracaso. Volar, en cambio, está asociado a las ganas de sentir libertad y a los deseos sexuales.
Neurología y psicoanálisis rara vez se ponen de acuerdo. Ferrero relativiza el alcance de la teoría freudiana, pero rescata que “en los sueños pueden aparecer temas que nuestra conciencia de día filtra, y que surgen de noche liberadas de ese filtro”. Y aclara: “Los sueños son una recombinación de cosas que la persona conoce: un juego caótico de contenidos de la mente con resultados curiosos. Nadie puede soñar con algo totalmente nuevo”.
Hay estudios que recuentan que los niños sueñan 80% más con animales que los adultos y que tienen más pesadillas. Al parecer, la explicación es que soñamos con lo que suele acampar en nuestra mente.
¿Reflexionamos dormidos?
Es común decir “voy a consultarlo con la almohada” cuando es necesario tomar una decisión difícil. No quiere decir que vayamos a hacer listas de pros y contras en la cama. Sino que algo sucede durante el sueño: algo que hace que al despertar, la maraña de pensamientos esté desenredada y veamos la solución. La investigadora Deirde Barett encontró bases científicas a la consulta con la almohada. Observó que los sueños son un escenario en el que resolvemos los problemas de manera más efectiva que en la vida real. Esto respondería a que al soñar el cerebro “es capaz de hacer conexiones más rápidas que la mente despierta”. Sin embargo, los experimentos hechos con el fin de enseñar contenidos a las personas mientras duermen fracasaron estrepitosamente.
Y existe una pregunta más, tan indescifrable con las anteriores: ¿Por qué la naturaleza quiso que soñemos, si no tienen los sueños función fisiológica? Habrá que echarse a dormir y bucear entre algodones de sensaciones y recuerdos hasta dar con la respuesta.
AUN TE RECUERDO
El Centro de Investigaciones en Neurociencias, de Lyon, Francia, realizó un estudio entre personas que recuerdan sus sueños con frecuencia (altos recallers) y otros que no (bajos recallers). El estudio se valió de encefalogramas, música de fondo, ruidos súbitos y mediciones de ondas cerebrales, que arrojaron una sencilla conclusión: los altos recallers son los que se despertaron mayor número de veces durante la noche y, por lo tanto, interrumpieron su ciclo REM. Simplemente por eso recuerdan con frecuencia lo que estaban soñando. Los altos recallers “pasan en suma alrededor de 30 minutos semidespiertos durante la noche”.
Fuente: Rumbos Digitales