La sociedad chilena asiste actualmente a un debate sobre las propiedades terapéuticas del cannabis. En el contexto de la discusión de un proyecto de ley que persigue regular el cultivo de la planta para usos medicinales, se enfrentan las posiciones de pacientes y sus cercanos, quienes aseguran tener resultados positivos utilizando derivados de la planta, y un sector importante del estamento médico que plantea que no hay evidencia científica que respalde el uso de marihuana medicinal.
Si bien el uso medicinal de cannabis está permitido en la actual ley, varios pacientes han sido acosados por la policía, la que ha incautado sus plantaciones y los ha involucrado en procesos legales. Para regular de manera efectiva esto, en el parlamento se discute la Ley de Cultivo Seguro, lo que permitiría a los pacientes poder cultivar y producir su medicina con una receta médica y no sufrir el acoso policial.
En este contexto, un sector importante del estamento médico salió al paso del proyecto legal. Se han presentado en los últimos meses estudios que demostrarían un supuesto daño neurológico, comprobado a través de neuroimágenes, y la Fundación Epistemonikos produjo un estudio de Medicina Basada en la Evidencia (MBE) que -a contrapelo de las investigaciones de avanzada en el mundo- asegura que el cannabis no tiene eficacia terapéutica comprobada. La ofensiva de estos facultativos apunta a cerrar el debate respecto del cannabis, sustentada en su supuesta autoridad científica, la que se ha desplegado fundamentalmente a través de columnas, reportajes y entrevistas publicadas en medios de comunicación masivos.
La edición especial sobre el debate del cannabis en Chile de El Ciudadano ya está en kioscos y en ella se aborda la compleja relación entre el estamento médico y el uso de la marihuana. En uno de los reportajes mostramos, por ejemplo, cómo la ausencia de un compuesto activo aislable y mensurable según los parámetros de la farmacología, implicó que ya en la década de 1930 el cannabis desapareciera de las farmacopeas, al mismo tiempo que se comenzaba a construir una narrativa en clave de enfermedad sobre el uso de psicoactivos. Un encuadramiento que marcará hasta hoy la mirada de los médicos respecto del uso de cannabis, cuyos límites cognitivos -según se desprende en el cerrado posicionamiento en contra de permitir el cultivo de marihuana con fines medicinales- no ha dejado de concebir a los usuarios dentro del territorio de las enfermedades mentales.
En otro reportaje revisamos cómo se construyó la idea de que ‘la marihuana mata neuronas’. Se trata de un ominoso estudio realizado por el psiquiatra Robert G. Heath, quien modeló y manipuló un experimento a principios de 1970 en Estados Unidos para dar argumentos científicos a la extrema derecha norteamericana y su cruzada contra la contracultura de la época. Dicho científico, además de otras polémicas investigaciones, asfixiaba a monos durante minutos para producirles un daño neurológico que después atribuyó al cannabis.
También nos referiremos al uso de neuroimágenes para sostener un grave daño cerebral que provocaría el uso de cannabis. Se utiliza la autoridad epistémica y cultural de dichos registros para volver convincentes discursos que son patologizadores, pese a que la propia comunidad científica es reticente a darle valor diagnóstico a las imágenes de NeuroSPECT. Entre las ilustraciones publicadas se reprodujeron unas de un estudio de Daniel G. Amen, quien sostiene haber comprobado que el cannabis produce envejecimiento cerebral. Se omite sí que Amen está seriamente deslegitimado por sus pares, quienes más que un científico reputado lo consideran un charlatán.
La discusión sobre el cannabis también nos abrió a revisar la profusión de neuroimágenes en la cultura contemporánea. Si en el siglo XIX la frenología mapeaba áreas del cerebro asociadas a cualidades intelectuales y morales, el sueño por ver qué pasa al interior de nuestras cabezas tuvo su asombro con el desarrollo de la electroencefalografía en los años 20 y es una auténtica tecno-utopía en la actual época de los escáner cerebrales por SPECT y FMRI. ‘¿Nuestra personalidad son los colores que suben y bajan en dichas imágenes?’, es una pregunta que nos planteamos buscando respuestas no sólo en la neurología, sino también en importantes contribuciones de la historia de las ciencias y la antropología médica. Traemos así a Chile un debate reciente en el campo neurológico, que es aquel respecto de la verosimilitud de las representaciones cerebrales y su relación con la cultura.
Conceptos como sujeto cerebral y neuronarrativas permiten así replantear clichés científico-culturales que muchas veces son utilizados como recursos para dar sustento científico a discursos de ideología conservadora. El papel que tuvieron en otro momento las explicaciones sociales y psicológicas para dar cuenta del malestar y el comportamiento, ha dejado paso a un relato en que cobran importancia factores biológicos y neurotransmisores. De esta forma se reduce la complejidad de lo humano a lo que ocurre al interior del cerebro. Dicho relato que acaba encerrando el malestar como un problema del cerebro, está muy en sintonía con los procesos de individualización y subjetivación producidos por la sociedad neoliberal en las últimas décadas.
Esta edición especial de El Ciudadano también incluye una columna de opinión del neurobiólogo Renato Filev, investigador en cannabinoides de la Universidad Federal de São Paulo (UNIFESP), quien sistematiza los prejuicios biomédicos sobre el cannabis y plantea interrogantes que surgen desde el propio campo de las ciencias neurológicas, las que exigen a los científicos ampliar sus marcos cognitivos en la discusión sobre el cannabis medicinal.
Junto con ello, narramos en la voz de una mujer de 77 años, la persecución del Estado a la que se ven expuestas personas que optan por cultivar marihuana para paliar los malestares y dolores que les generan determinadas enfermedades, terminando algunas de ellas en procesos judiciales kafkianos y traumáticos que evidencian la urgencia de acabar con la criminalización en contra de quienes se transforman en usuarios medicinales de la milenaria planta.
La discusión sobre el cannabis en Chile está tensionando las relaciones médico-pacientes. Es interesante ver cómo la posibilidad de que los ciudadanos gestionen su propia medicina es contestada por un estamento terapéutico arrogante en la armonía de sus ilusiones. Asistimos a un momento importante para las relaciones terapéuticas tensionadas entre más empoderamiento de los pacientes o más control de la industria biomédica. Somos optimistas sí de que los pacientes y médicos del futuro serán los principales beneficiados en este debate.