Existe una leyenda, difícil de confirmar pero fácil de comprender. Se trata de la historia de dos parejas que viajan por las sabanas africanas, recorren las selvas del Congo y cruzan las aldeas (in)comunicadas. Carlos y Regina, llevan cinco años de matrimonio. A pesar de sus peleas esporádicas, se llevan bien. El sexo se ha distanciado, con suerte ocurre una vez al mes, pero en esa encendida llama de los recién casados tuvieron a su primer y único hijo. Por su parte, María y Eduardo, inician esta aventura con esa chispa que caracteriza los primeros años; con rienda suelta a la pasión. Conforme recorren kilómetros de soledad y existencialismo, encuentran en cada aldea, pueblo o congregación humana un poco de sí mismos. Y es a través de este encuentro que entienden aquello que jamás hubieran comprendido: que el amor y el sexo se entiende según el sol donde te toque vivir.
¿Qué es el amor? ¿Y el sexo? Quizá para nosotros, el amor se reduce a una amistad que desencadena sentimientos, emociones, pasiones, cariño sin medida. El sexo, por su parte, puede ser la culminación del amor, simplemente una actividad recreativa o una mera consumación del deseo y de los placeres. Sin embargo, quizás del otro lado del mundo el amor sea el pilar de la vida en comunidad, y el sexo un asunto meramente reproductivo. A continuación te compartimos una serie de ritos, prácticas y tradiciones actuales y del pasado que giran en torno del amor y el sexo, sabiendo que conocer es entender y por ende respetar.
Las chozas del amor en la India
Los Muria consisten en un grupo de tribus que viven en el estado central de Madya Pradesh en la India. Como parte de su cosmovisión, las tribus se organizan en una estructura colectiva donde mantienen una firme creencia de que la armonía de la comunidad se basa en poder compartir todo aquello que tienen. Los Muria sobresalen por encima de otras tribus de la India por sus prácticas respecto al sexo y al amor.
Los Muria deciden educar a sus niños desde los 10 años en prácticas sexuales, permitiéndoles tener relaciones sexuales dentro de cabañas con múltiples dormitorios llamados ghotul. En ellos, se espera que los adolescentes comiencen a explorar sus intereses sexuales y se eduquen en dichos temas basándose en su propia experiencia, pero manteniendo determinadas reglas. Por ejemplo, una vez que los niños entran al ghotul, deberán cambiar su nombre y cada noche podrán elegir a su pareja. Sin embargo, la fidelidad no es algo importante dentro del ghotul, pues de hecho las parejas deben cambiar cada periodo de siete días. Dentro de un mismo ghotul puede haber hermanos, primos y vecinos teniendo relaciones con sus respectivas parejas, aunque el incesto es sólo permitido entre primos y las orgías son fuertemente castigadas.
El argumento de las tribus Muria reside en que los ghotul son parte de sus estructuras sociales que les permiten a los jóvenes adentrarse en las relaciones sexuales pero también en prácticas que desarrollen un sentido de comunidad mucho más fuerte. Además, se dice que la “capacidad” de elegir pareja durante cada noche permite que no crezca en la aldea ningún tipo de envidia o de celos, manteniendo así la armonía de la tribu. Llegada la edad, hombre y mujer son libres de elegir a su pareja teniendo como referencia de que la mujer no será virgen y el hombre no será inexperto.
Desafortunadamente, la cosmovisión de los Muria enfocada en la armonía, se ha visto sumamente criticada y denigrada por las ópticas modernas. Además, con la expansión del modelo educativo de la India, los jóvenes Muria han sido confrontados con su realidad al creer que el sexo previo al matrimonio es “incorrecto”. Ante ello, el número de ghotul ha ido disminuyendo y el sentimiento de culpa, arraigado por doctrinas religiosas en la India, aumenta entre sus habitantes.
Fuentes: India Today y Kamat
Esta práctica consiste en que dos, tres, cuatro, cinco o más hermanos deciden casarse con la misma mujer, quien deja su casa para mudarse con ellos. A pesar de que en la antigüedad los matrimonios eran arreglados por los padres que tuvieran hijos, ello ha cambiado a que puedan celebrarse matrimonios de común acuerdo entre las dos partes. La práctica está relegada a los hermanos que tengan la suficiente edad para casarse (más de 16 años) aunque en el futuro, los hermanos muy jóvenes pueden incorporarse al matrimonio.
Tradicionalmente, el hermano mayor es quien tiene la mayor autoridad dentro de la nueva casa, aunque el sustento del hogar se reparte de manera equitativa entre todos los esposos y todos son pareja sexual de la mujer. Cuando la esposa se embaraza, todos los hermanos deberán considerar al hijo como propio pues no existe la necesidad de aclarar de quién es el vástago. Si en determinado caso uno de los hermanos quisiera separarse, le bastaría con dejar la casa y mudarse a otra, pero sabiendo que deberá dejar a sus posibles hijos al cuidado de sus hermanos.
Una de las principales razones detrás de la poliandria radica en que según los tibetanos, es una forma de evitar la división de las tierras de la familia y del ganado, para que así, juntos como familia, todos puedan alcanzar un mejor estatus y una mejor calidad de vida. Por parte de la mujer que acepta tener un matrimonio con múltiples esposos, su razón puede radicar en que de esa manera ella y sus hijos podrán vivir mejor teniendo en cuenta que hay tres (o más) esposos cuidando por ellos.
Algunos sociólogos apuntan a que esta práctica en conjunto con el gran número de hombres en celibato y la falta de facilidades médicas de calidad, han contribuido a un descenso en la población del Tíbet.
Fuente: Melvyn. C. Goldstein . “When brothers share a wife”. Natural History. 96 (3): 109-112. 1987
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El paraíso perdido de los Huaoroni
En la Amazonía occidental, al oriente del Ecuador, vive un pueblo llamado Huaoroni. Sobreviven entre misiones evangélicas que buscan sembrar en ellos la doctrina de la religión y grandes corporaciones petroleras que buscan lograr la reubicación de las tribus para lograr la explotación del subsuelo.
Los Huaroni aún viven en chozas en medio del Amazonas, asentándose cerca de los ríos para aprovechar el agua fresca y la abundante vegetación. Siembran madioca, papa y otros cultivos que les permiten sobrevivir en conjunto con la caza y el uso de hierbas medicinales. Su estructura social se basa en la construcción de chozas (casas largas) donde viven entre 20 y 30 personas bajo la “supervisión” y guía de una pareja de adultos.
Sin embargo, uno de los puntos más característicos de los Huaoroni y por lo cual son ampliamente criticados es que para ellos la sexualidad está abierta a sus propias experiencias. Por ejemplo, no existe un pre-requisito temporal para la madurez sexual, por lo que niños y jóvenes pueden participar en las actividades del pueblo. Además, en este pueblo no existe la determinación de las preferencias sexuales pues aquellas que nosotros conocemos (bisexualidad, homosexualidad, heterosexualidad, etc.) se practican de manera indistinta. Únicamente, la heterosexualidad es comprendida como aquella necesaria para la reproducción donde varios hombres pueden acostarse con la misma mujer con el fin de que se alcance el embarazo pues consideran que el semen de varios hombres puede lograr la concepción.
Para los Huaroni, la sensualidad comunal y las prácticas sexuales compartidas se entienden como pilares para el sostenimiento de la economía de la “casa larga”, permitiendo que todos sus miembros compartan aquello que la naturaleza les da. Además claro, de que la sensualidad no está erotizada pues las relaciones sexuales pueden producir el mismo placer que ver a una mujer amamantando a su bebé de 3 meses.
Fuente: Larry Montenegro “Herculine Barbin y la sensualidad de los Huaoroni” Revista Entretanto. / Mike Featherstone “Love & Eroticism“.
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Bomena: la caza nocturna
En Bután, el área menos estudiada en cuestiones antropológicas del Himalaya oriental, existe una tradición llevada también a cabo en otras culturas que se llama Bomena, mejor conocida como “la caza nocturna”, aunque en el significado original de la palabra no se incluyen las palabras de caza o noche, sin embargo, la actividad que marca al rito, ha hecho que así se le reconozca.
Este ritual tiene que ver con el cortejo; con el “hombre conoce a mujer”, pero de una manera totalmente distinta a la que conocemos. El rito funciona de la siguiente manera: jóvenes que apenas rozan la madurez, esperan a la caída de la noche para buscar una presa; como si una práctica animal se tratase. Entonces, buscan la casa de la mujer en la mira; trepan sus paredes, cruzan sus ventanas, y se inmiscuyen en su intimidad para llegar hasta el baño. Estando ahí, el hombre cortejará a la mujer, o directamente procederá al coito (con, o sin consentimiento). La tradición indica, que si la familia logra atrapar al hombre antes de que huya por donde entró, éste deberá casarse con ella; pero si no, y lo que más a menudo sucede, el hombre huirá, dejando a la mujer embarazada, y desapareciendo para siempre.
“..antes del matrimonio, había perdido la cuenta de los hombres que habían llegado a visitarme. No se trata de forzar. Los hombres solían llegar a nuestra casa y tratar de acostarse con nosotras. No recuerdo cuántos vinieron, y cuántas veces vinieron. Pero era constante…”. “…mientras la tradición le da libertad a la mujer de escoger con quien quiere estar, hay algunos hombres que llegan a la fuerza, y ahí es donde se pone feo. Si los hombres respetaran las decisiones de la mujer, y aceptaran un no, todo sería mejor…” – Sonam Wangdi, de la tribu Trongsa en Bután.
Esta práctica no ha sido lo suficientemente estudiada antropológicamente, simplemente se ha explicado. Aunque por cuestiones culturales nos podría parecer una práctica primitiva, pues no sólo en muchos de los casos se cometen abusos, sino que además las mujeres no tienen ni voz ni voto, y suelen terminar con embarazos no deseados y enfermedades venéreas, se trata de una tradición, y las tradiciones no pueden romperse fácilmente.
Fuente:
Doriji Penjore, Bomena, a Misunderstood Culture: Contextualizing a Traditional Courtship Custom Practiced in the Villages of Bhutan
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La Tribu Wodaabe
La Tribu nómada Wodaabe, ubicada en el desierto Sahel en Níger, tras la llegada de la abundancia de la lluvia, se reúne para celebrar el festival Gerewol. Este festival que se vuelve en realidad un ritual de amor está dedicado a la belleza. Los hombres jóvenes, para la ocasión del festival, se adornan con largos collares, se pintan la cara con arcilla de colores, se recrean para volverse estéticamente atractivos.
Se hace un concurso en el que entra en juego la simetría del rostro, la altura, la delgadez, o la calidad de sus dientes y su blancura. Los hombres, para impresionar, bailan durante horas mientras están perfectamente acicalados, mostrándose según su cultura, realmente atractivos y bellos. Lo curioso de esta fiesta, es que en la tribu Wodaabe los roles se invierten. Las mujeres son quienes escogen al mejor candidato, al que les atrae más físicamente; al más bello. Y como recompensa, el ganador recibe como premio pasar una noche de pasión con la jueza que lo ha escogido.
Fuente: BBC.co
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La libertad sexual en Las Islas Marquesas
Las Islas Marquesas, en la Polinesia Francesa, fueron colonizadas en el 300 a.C. Entre sus tribus eran recurrentes prácticas como el canibalismo aplicado a los enemigos. Una práctica curiosa que descubrieron los primeros exploradores europeos, fue que en las familias, los niños dormían en la misma habitación que sus padres, siendo testigos de las relaciones sexuales de éstos.
El sexo para esta cultura era algo completamente natural y liberal; tanto así, que el sexo premarital estaba permitido para todos, excepto para las primogénitas de las familias de clase alta de la sociedad. Además, en la isla, es perfectamente normal encontrar la poliandria (mujer en matrimonio con varios varones) como una forma de matrimonio.
Referencia: Nerve