La obsesión con el sexo ha sido un tema ampliamente discutido por las sociedades en diferentes épocas históricas. En las últimas décadas, el concepto de ninfomanía y satiriasis ha sido empleado para describir conductas sexuales insaciables e incontrolables, sin embargo no eran reconocidos como enfermedades por el círculo médico. Ahora, el DSM-V, manual de diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, ha propuesto el trastorno hipersexual como una forma de describir conductas que presentan aumento en la frecuencia y la intensidad de fantasías, en la excitación y conductas sexuales no parafílicas. Es decir, el trastorno describe una obsesión incontrolable por masturbarse o por mantener relaciones sexuales, pero no por el placer mismo, sino como una herramienta para evadir la realidad.
Contrario al discurso machista que suelen tener los estudios sobre la ninfomanía, la hipersexualidad afecta a aproximadamente un 6 por ciento de la población, en su mayoría hombres entre 20 y 40 años, no tiene distinción de clase social ni tampoco por nivel educativo. Hay que aclarar que no es una patología aislada, sino que suele ser un síntoma de otro trastorno como la ansiedad, bajo autoestima, abusos sexuales en la infancia o carencia en las habilidades sociales.
La hipersexualidad no está relacionada con el consumo de sustancias, fármacos o episodios maniacos, sino un simple comportamiento impulsivo, adictivo o de dependencia. El sexo ya no se practica por la obtención del placer, sino una forma de evitar problemas sociales y emocionales. Puede ser que el deseo incontrolable por masturbarse o tener relaciones resulte en sentimientos de insatisfacción y culpa, aumentando el malestar inicial y resultando en un espiral de enfermedad.
Según el DSM-V, los diagnósticos que permiten establecer si una persona presenta conductas relacionadas con la hipersexualidad son los siguientes:
– Consumo excesivo de tiempo en fantasías e impulsos sexuales. Pasar mucho tiempo pensando, planificando y participando en conductas sexuales.
– Ante estados de ánimo disfóricos como la ansiedad, depresión, aburrimiento e irritabilidad, el sujeto desarrolla fantasías y conductas sexuales.
– Repite comportamientos sexuales sin tener en cuenta daños físicos y emocionales a sí mismo y otros.
– Ante una conducta que sólo gira en torno al sexo, hay un deterioro personal en las áreas sociales, profesional y emocional del sujeto.
Las conductas hipersexuales pueden ir desde la masturbación, el excesivo consumo de pornografía, relaciones sexuales consentidas, prácticas sexuales a través de Internet o por teléfono celular.
Ante este trastorno, la terapia para re-equilibrar la vida del sujeto puede ser una combinación entre fármacos y asesoramiento sexológico. A diferencia de otras adicciones como las drogas, el alcohol o el tabaco, el sexo no puede suprimirse al ser un aspecto fundamental para el ser humano.
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