El descubrimiento del clítoris

“Debieran adornarlo con toda solemnidad, como a un ministro”

El descubrimiento del clítoris

Autor: Ángela Barraza

“Debieran adornarlo con toda solemnidad, como a un ministro”.

Leonardo Da Vinci

Claro que este es un territorio mucho más pequeño que el continente americano, pero no menos importante pues, bajo su secreto influjo, recordemos, se desató la guerra de Troya.

Debemos a otro Colón, de nombre Mateo, ser el primer explorador en esos ignotos terrenos. Me refiero al primer explorado cien-tí-fi-co. Espero que esté claro.

orquídea

Como ustedes saben (es un decir) Mateo Colón fue un anatomista del Renacimiento quien se enamoró de una prostituta (¡ah, esas madonas renacentistas!) veneciana, de nombre Mona Sofía (seguro que no tan Lisa como la de Leonardo).

Aunque con el mismo apellido e italianos los dos, hasta donde sabemos, Mateo no guardaba parentesco (al menos directo) con Cristóbal. Según el argentino Federico Andhazi, en el prólogo a su obra El Anatomista, (Editorial Planeta, 1997), Cristobal murió 12 años antes de que Mateo viera por primera vez la luz del mundo.

El amor lleva (¿dónde habré leído eso?) a este médico a inventar una pócima que le permita conseguir los encantos de su doncella. Para ello, el científico italiano debe hacer un amplio trabajo de campo con las mujeres, se diría “en la misteriosa naturaleza de las mujeres”.

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En estos “arduos trabajos” de investigación, el doctor Mateo experimenta con prostitutas y con la disección de cadáveres, entre otras cosas. Esos sacrificios en pos de la ciencia tienen su justa recompensa ya entrado el siglo XVI, fecha en que Mateo Colón, a semejanza de Cristobal con las después llamadas “Américas”, descubre su propia “dulce tierra hallada”.

A ese mínimo paraíso terrenal (no se les olvide que estamos hablando del clítoris), su descubridor lo bautizó (nunca fue más apropiado el término) con el nombre de “Amor Veneris”, luego conocido por el vulgo como “kleitoris”, para entonces, dicen los tratados de referencia, “desconocido en occidente”.

Muchas y variadas aventuras vivió Mateo Renaldo Colón no sólo para llegar a tan revolucionario descubrimiento. Sin embargo, apenas era el inicio de lo que luego tendría que enfrentar con la Inquisición. Su obra en la que reporta tal hallazgo: De re anatómica, fue anatemizada y su autor estuvo a punto de ser pasto fresco para la hoguera. Pudo evitar tan crepitante muerte, pero su obra fue censurada. Dándose a conocer hasta 1559, año en que muere su autor.

Antes, señalan las enciclopedias, Mateo Renaldo había ya descubierto la circulación de la sangre, anticipándose al inglés Harvey, quien dejaría esto demostrado técnicamente en su tratado médico De motus cordes et sanguinis.

Renaldo era ya entonces un anatomista reputado. Pero por este aporte sobre la actividad de la sangre en el organismo no tuvo persecución de la Iglesia Católica, como sí sufrió después, cuando descubrió al Clítoris. Descubrimiento que, es obvio, resultó igual o más trascendente (cada uno en su ámbito) que el de las Américas.

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Es hora pues de que Mateo Colón sea reconocido por su gran aporte científico, a la altura, ni más ni menos, de Newton, Einstein y Galileo.

Su descubrimiento fue, a la postre, fundamental para avanzar en la emancipación de la mujer. En su momento (el referido siglo XVI) planteó una peliaguda cuestión a los teólogos: ¿El Amor Veneris es prueba irrefutable de la inexistencia del alma en las mujeres?

“El órgano que me fue dado descubrir –escribió Don Mateo- presenta la apariencia de una verga y, además, como ésta, se yergue o se baja”.

Mateo Colón “descubrió aquello con lo que, alguna vez, todo hombre soñó: la mágica llave que abre el corazón de las mujeres, el secreto que gobierna la misteriosa voluntad del amor femenino”. (Andhazi, 1997)

Parodiando al poeta Ricardo Castillo, diríamos que el Amor Veneris, es el verdadero “origen de la poesía… y del escándalo”.

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