En 1980 Guy Talese era un periodista de la “nueva ola” que había convertido su trabaje en un arte más cercano a la literatura y había examinado de cerca temas que entonces eran tabú en la sociedad estadounidense.El periodista, que se encontraba en trance de publicar “La mujer de tu prójimo”, era conocido por su interés en estas temáticas.
A principios de aquel año Talese recibió una carta. En ella, un hombre anónimo le relataba que en la ciudad de Aurora del estado de Colorado (en Estados Unidos, claro) había comprado un motel para colocar en él varias rejillas por las que pudiese espiar a sus clientes. Pero, más que eso, el hombre lo invitaba a ir allí y observar lo que sucedía con sus propios ojos.
Fue así como Talese, periodista inmerso en aquellos mundos escondidos en América del Norte, terminó haciendo parte de una sórdida historia que involucraba la obsesión de un hombre con el sexo y, en particular, con el voyerismo.
Gerald Foos
Talese, motivado por la curiosidad, decidió visitar a su escribiente anónimo. Se trataba de Gerald Foos, quien como prevención le hizo firmar un documento en el que se comprometía a no revelar el nombre de su interlocutor o el lugar de su motel.
Allí, el periodista se encontró con un motel de 21 habitaciones cuidadosamente organizado de tal manera que en algunas de ellas se podía observar lo que sucedía desde el techo, a través de una falsa rejilla de ventilación cuidadosamente instalada. Foos, desde 1969, había visitado con regularidad estas rejillas llevando un registro cuidadoso en un diario de las cosas que observaba. De acuerdo con el hombre, toda la estructura la hizo con el apoyo de su esposa, y cuando una pareja particularmente agraciada se presentaba la enviaban a uno de los cuartos con ventilla para poder observarla, a veces juntos, a veces por separado.
Talese siguió con cuidado las anotaciones de Foos e incluso observó personalmente a una pareja mantener sexo oral en la habitación. Hasta ahora, el asunto no pasaba de una perversión bastante perturbadora, pero relativamente inocua.
Pero todo cambió cuando el periodista revisó con cuidado las notas de Foos.
Muerte
En algún momento no revelado por el periodista, Foos notó que una de sus habitaciones estaba siendo usada por un narcotraficante y su novia para esconder drogas. Aprovechando que ambos se encontraban fuera del motel,el hombre entonces ingresó al cuarto y destruyó la evidencia.
El problema vino más tarde. Convencido de que su novia había robado las drogas, el narcotraficante entonces la asesinó. Foos, pese a ser testigo del hecho, decidió permanecer en silencio por temor a que sus propios crímenes salieran a la luz, y el asesinato de la mujer permaneció sin solución hasta el presente.
Talese confrontó al hombre, pero finalmente decidió no denunciarlo: el asunto había ocurrido más de una década antes, él tenía un compromiso escrito de no revelar nada y, además, consideró que ninguna acción devolvería la vida a la mujer.
En el 2013 los crímenes de Foos expiraron y este autorizó a Talese para publicar un libro al respecto. El asunto colocó al periodista en medio de la polémica, pues muchos consideran que actuó inmoralmente al no revelar las acciones de su informante. Guy Talese, sin embargo, defiende sus acciones y asegura que en cualquier caso nada hubiera cambiado.