Dirigido tanto a padres como a profesionales y a los propios jovenes, «Sexperimentado», el último libro de la psicóloga y sexóloga Nayara Malnero, trata de evitar uno de los errores más frecuentes de la educación sexual: no llegar a tiempo. A lo largo de sus páginas, de una forma amena y cercana, advierte que con demasiada frecuencia solo se recurre a la educación sexual cuando se supone que hace falta, lo que significa que «ya es demasiado tarde».
—Usted advierte que el error más frecuente de la educación sexual de la educación sexual es llegar tarde. ¿Cuándo empezar, y cómo?
—Mi sugerencia es empezar desde muy pequeños. La educación sexual no es solo prevenir riesgos (enfermedades de transmisión sexual, embarazos no deseados…), es también enseñar a ser un mismo, a querer ser uno mismo, o a querer a los demás en sus distintas versiones o manifestaciones. Si empezamos por ahí no hay punto de partida: es integrar este tipo de información y la propia actitud desde que son pequeñitos. No hay un punto de partida, no hay una edad, cuanto antes mejor. Otro error es que a veces los padres pretenden inculcar algo que ellos mismos no cumplen, como por ejemplo el respeto por el otro, o la comunicación emocional.
—Para iniciar la conversación, ¿bastaría con dejarse guiar con sus preguntas?
—En la mayoría de las ocasiones te cuestionan ellos. Pero si no lo hacen, somos los padres los encargados de recoger esas sutilezas que nos envían y que, a la vez, muchas veces se nos da tan mal captar. Los más pequeños en ocasiones, en lugar de utilizar el formato pregunta, dicen: «Mamá, o papá… en el colegio pasa esta cosa…». Es un tema que les genera interés, y que no debemos desaprovechar.
—¿Cuentan más ellas que ellos, o no es cuestión de sexos?
—Ellas suelen hablar más… pero no tiene por qué, también hay muchas chicas a las que les cuesta comunicarse. Por suerte, los chicos se van comunicando mejor a estos niveles. Diría que estamos a la par.
—Son muchos los padres que no saben qué contestar cuándo su hijo les pregunta que de dónde ha venido su hermanita.
—Lo principal es no mentir. Se puede adaptar la información a su edad. De hecho, a un niño se le puede explicar física cuántica si se utilizan buenos ejemplos, frases cortas, sencillitas… Es más fácil de lo que parece. Tampoco evitar. Ellos detectan que el tema incomoda y que al adulto no le gusta hablar de ello. Cuando son muy pequeños no pasa nada, el problema es cuando se hacen más mayores y necesitan ayuda de verdad, pero piensan que no pueden contar con nosotros para este tema porque en su día cuando pidieron explicaciones las eludimos. Ahí está el verdadero problema.
—La realidad es que hay muchos padres perdidos en este asunto de hablar de sexo.
—En efecto. Para empezar, tienen la sensación de que el hecho de transmitir información van a promover ciertas cosas, cuando ocurre todo lo contrario, a mayor información, menos «investigación». Científicamente esto recibe el nombre de aprendizaje «vicario»: Si yo veo que tú pones la mano en el fuego y te quemas, yo no pongo la mano en el fuego. Por ejemplo: el sistema educativo nórdico integra la educación sexual en el curriculum escolar, y son los que tienen menores tasas de embarazos no deseados, los que registran las menores tasas de transmisión de infecciones, y la edad más alta de inicio de relaciones sexuales. Nos dan cincuenta mil vueltas.
Por contra, la información en España es escasa y desadaptada. Y bajo la creencia errónea de que si hablamos del tema vamos a promoverlo, resulta un verdadero problema saber dónde poner el límite entre lo que los niños necesitan saber, lo que de verdad quieren saber y lo que la sociedad creemos que les va a exigir (en función de lo que emite la publicidad, las series o los distintos programas de TV…).
—También se puede decir que los niños están siendo bombardeados con asuntos de sexo.
—Bombardeados, por cierto, sin saber nada del tema. Esto es muy peligroso. Hoy por hoy, cualquiera puede acceder a cualquier tipo de contenidos sin problemas. Los padres no saben nada de vetar páginas, ni restringir accesos, o de poner filtros, y al final los niños ven barbaridades. Tienen a su alcance cosas que ellos no están capacitados para comprender. Por cierto, cuando imparto charlas en colegios casi todos los adolescentes reconocen que empiezan sus ligues con una petición de amistad en Instagram. Ni profesores ni padres están en ahí. Y si los adultos no integramos las redes sociales en nuestro aprendizaje, no vamos a sintonizar o a conectar con ellos cuando llegue el momento.
—Algunos consejos para que los padres afronten el tema del sexo en casa.
—Lo primero que haría es animar a los padres a mejorar la comunicación con sus hijos, a tantear el terreno, a ser ellos los que hagan preguntas —en lugar de esperar a que se las hagan—, sobre qué saben, o de qué han oído hablar. Una buena herramienta es aprovechar los contextos, si al vecino le pasa algo, si sale en la televisión, una conversación al aire… Otra buena idea puede ser dejarles que lean este libro, donde hay dibujos realistas y más comprensibles que en un libro de Ciencias. Desde luego, con un quinceañero no recomiendo tener la «conversación», de sentarse. Definitivamente, no es buena idea tener la charla de sexo con tu hijo adolescente, por muchos motivos, pero el principal, porque ya es tarde.
—¿Qué edad sería la idónea para hablar de sexo con nuestros hijos?
—Dependiendo del tema, cualquier edad es buena. Cuando empiezan a desarrollarse, lo que deberíamos es informarles de cómo se van a desarrollar, depende de los contenidos que quieras introducir en ese diálogo. Si echan a correr, o les resultamos aburridos, o les abochornamos insisto, es que llegamos tarde.
Vía ABC