Hace ya décadas que uno de los champúes más famosos del mercado encontró el eslogan perfecto: «No llores más«. Al abrir los ojos inocentemente bajo la espuma como la niña del anuncio, la sensación… digamos que no era tan agradable como uno esperaba. Cuando en 2001 salió aquel disco de The (International) Noise Conspiracy, «El capitalismo me robó la virginidad», muchos recordamos ese momento cruel, la primera vez que fantaseamos con raparnos al cero y derrocar el sistema.
Las que tienen el pelo bien largo ya saben que eso de no llorar es una utopía. En el sexo, las lágrimas pueden llegar a suceder por un orgasmo especialmente intenso, pero es mucho más habitual que vengan de un tirón asesino. Y créenos, hasta el hombre más interesante y atractivo pierde enteros cuando pone cara de disfrute sin darse cuenta de nada mientras ella gime… de dolor.
Aun si no sucede lo peor, el pelo molesta. Se mete en los ojos, hace cosquillas donde no debe, tapa la vista… Así ofrecemos cinco propuestas sexuales con las que ellas pueden lucir su talismán en una sesión fluida, cómoda y sensual. Tú, varón amante de las rubias, las castañas, las morenas, las pelirrojas y las albinas siempre que lo tengan como Rapunzel, podrás verlo, olerlo, acariciarlo y perder el control sin preocuparte por nada. Te lo contamos en cuestión de minutos.
Portada de novelón romántico
En la ‘Cosmo’, hacerlo de pie contra una encimera de cocina o un escritorio robusto, pasando una pierna de ella por la cintura de él, les recuerda a una novela de las que antes se llamaban ‘rosas’, y los entendemos perfectamente.
Ella puede echar la cabeza hacia atrás y mover el pelo al viento (o al calorcito que sale del aire acondicionado en otoño) sin que nada interfiera. Él puede disfrutar tal cual están o pedirle que se dé la vuelta, con lo que tendrá mejor ángulo de visión del pelo y de otras cosas.
Coito satinado
Si te gusta que ella esté tumbada boca arriba y la susodicha tiene un pelazo que parece, en expresión de los Chanantes, un ‘gato acostao’, recomendamos encarecidamente unas sábanas satinadas, que deslicen bien.
Otra posibilidad son las de seda, porque el roce con ellas no encrespa (despeina) el pelo. Si necesitas palabras que hasta el hombre menos femenino pueda entender, y volviendo a las referencias felinas, es la solución para que ese ángel con melena aterciopelada no termine teniendo la pinta de la loca de los gatos de ‘Los Simpson’.
Si sueles llevarla a tu casa, ya sabes, compra unos juegos de sábanas acariciadoras. La franela es calentita, pero si se queda a dormir corres el riesgo de asustarte al mirarla por la mañana. Es como si se hubiera estado electrocutando lentamente.
Amor oral
Si a ella le gusta entenderse un buen rato de tú a tú con tu pene, seguramente no pondrás muchas pegas al peinado exacto, pero te aconsejamos que, al menos al principio, la animes a dejárselo suelto.
La caricia de los mechones contra la parte interior de los muslos es auténtico fuego para un fan de las cabelleras generosas. A ellas les suele gustar que las toques en esos instantes, y si unes el movimiento de apartar el pelo al de rozar su cara con delicadeza, puede ser explosivo para los dos.
Sobre los hombros y los pezones
Te vas animando, ¿eh? Nosotros también. La cosa es que ella sentada encima, en cualquier postura, es de lo más espectacular para dejar caer el pelo sobre todas esas partes erógenas: los hombros, la clavícula, los pechos, la cara…
Cuanto más movimiento mejor, que ondee, que brille sin cortapisas, que se te meta en la boca. ¿No te gusta eso? Pues no seas exquisito, que menos higiénicas son otras cosas que te encanta que haga ella, sátrapa, guarro, más que guarro, indecente, etc.
Corre, corre, caballito
Esto es una minucia al lado de las ’50 sombras de Grey’, así que no nos pongamos pacatos. Evitar tirones está muy bien, a no ser que a una le divierta el tema. Una buena trenza o una coleta, una cama o un sofá para ponerse bien al borde y ahí se las den todas.
Una buena cabalgada, con riendas de pelo o sin ellas, solucionaría muchos de los problemas del mundo, aunque como media puede ser mejor ir a la velocidad del caballo del malo y no arrear mucho desde el principio. Ante la duda, es preferible que, si la agarras del cabello, no tires demasiado, por aquello de no acabar en urgencias con un latigazo cervical o con una patada vengativa en tu entrepierna.