La expresión «echar un polvo», como forma vulgar para referirse al acto sexual, es una frase cuyo origen tiene dividido a los expertos en etimología.
Algunos estudiosos (entre ellos, Pancracio Celdrán en su libro Hablar con orrección) afirman que procede de la costumbre extendida en los siglos XVIII y XIX, de consumir entre las clases burguesas y aristocráticas el polvo de tabaco conocido como «rapé».
El mencionado polvo era inhalado y los caballeros que lo consumían en las fiestas y reuniones de sociedad se retiraban a otra estancia con la intención de «echarse unos polvos a la nariz».
Esta excusa era empleada con frecuencia para ausentarse de las reuniones y luego comenzó a utilizarse también para poder tener fugaces encuentros sexuales con amantes de turno.
De ahí se convirtió en una práctica común y el término «echar un polvo» acabó aplicándose al acto sexual, y cuando en las reuniones preguntaban por el caballero ausente, alguien respondía que se había ausentado para «ir a echar un polvo».
La segunda versión
Pero existe otra versión que, aunque menos extendida, tiene algunos puntos de coherencia en su razonamiento y es explicado por Gabriel Laguna en su blog Tradición Clásica.
Según Laguna, el término «echar un polvo» no aparece reflejado en ningún diccionario etimológico anterior a 1906, donde se refleja por primera vez en el Diccionario de argot español de Luis Besses, en el que se define como ‘fornicar’. Posteriormente aparece en la Enciclopedia Espasa, en su edición de 1922.
Además, esta hipótesis apunta directamente como origen de la expresión “echar un polvo” a la fórmula litúrgica “Memento homo, quia pulvis es, et in pulverem reverteris” (Recuerda hombre, que eres polvo, y que al polvo regresarás). Así, se popularizó la frase: “Polvo somos, del polvo venimos y en polvo nos convertiremos”, y es ese “del polvo venimos” el cual se transforma en sinónimo de acto sexual.
El argumento de Laguna de que la expresión pertenece a una época más moderna pierde fundamento con la obra de teatro que fue escrita en 1874 y titulada como «Don Juan Notorio: burdel en cinco actos y 2000 escándalos», escrita por Ambrosio el de la Carabina, y en la que el autor utiliza la palabra polvo como sinónimo de coito.