Se perfiló como constructor de una nación multirracial en la que vivieran en paz «blancos» y «negros»
Un día como hoy 18 de julio, pero de 1918, nació en Sudáfrica Nelson Rolihlahla Mandela, en el seno de una sencilla familia oriunda del pueblo Tembú.
“Madiba”, como cariñosamente se le conocía, tuvo una infancia feliz, escuchando a los ancianos relatar la historia de su pueblo, cuando este era libre, antes de la llegada de los blancos.
En ese entonces, la armonía y la paz reinaban entre los tembú. Nelson Mandela tenía 12 años y un hecho protagonizado involuntariamente por su padre, pocos meses antes de morir, seguramente decidió su destino, relata una nota del portal Ámbito.com.
En una ocasión su progenitor circulaba en bicicleta, por una calle de su pueblo natal. Un auto frenó repentinamente y el padre de Mandela no se detuvo a tiempo y golpeó con su bicicleta el parachoque del auto que conducía un joven blanco, de unos 20 años.
El muchacho bajó de su vehículo y además de insultar groseramente al anciano ciclista, lo golpeó duramente, hasta desmayarlo.
Un juez blanco e injusto condenó al padre de Mandela a un año de cárcel, evidentemente por el hecho de ser negro.
El hombre, golpeado ya por heridas espirituales, en un régimen discriminatorio como el Appartheid, no pudo resistir tamaña injusticia y falleció en la cárcel.
Nelson Mandela, con sus 12 años, comprendió la circunstancia y el por qué real de la condena. En su alma quedó una herida, que no se notaba, pero que ya no se borraría jamás.
Diez años después, Nelson Mandela organizó en Sudáfrica una campaña de desobediencia civil. Primera condena para él. Al poco tiempo de salir, aún no era abogado, -lo fue un año después-, creó el primer bufete de abogados negros de Sudáfrica.
Mandela tenía 42 años, cuando una manifestación pacífica de negros fue reprimida violentamente. Saldo: numerosos muertos.
Resolvió entonces pasar a la clandestinidad. Ya era el líder. A los ojos de los blancos era un terrorista. A los ojos de los negros, un idealista que sabía que “transar en un principio es transar en todos los principios…”
Viajó en ese momento por África y Europa buscando apoyo político y financiero. Al regresar fue detenido. Y un juez dictaminó con indiferencia: “Señor Nelson Mandela. Por revelarse contra las legítimas autoridades, lo condeno a Ud. a cadena perpetua.”
El líder, con 45 años de edad, fue esposado. Sólo dijo: “Espero vivir para ver el reino de la justicia en mi país”.
Durante su cautiverio de 27 años, rechazó dos veces la libertad condicional. Sólo aceptó la libertad total, porque esa libertad equivaldría al reconocimiento a una injusticia.
Liberado, el 11 de febrero de 1990, logró finalmente que se aboliera esa aberración que significaba el Appartheid.
Presidió su país de 1994 a 1999. Fue el primer mandatario de raza negra que encabezó el Poder Ejecutivo, y el primero en resultar elegido por sufragio universal.
En 1999, con 80 años de edad, se retiró de la vida política. Pero ya está en la historia y no sólo de su país, sino de la humanidad.
Se perfiló, por patriotismo y por talento, como el constructor de una nación multirracial, en el seno de la cual, tanto “blancos” como personas de “color”, vivieran en paz.
Decía Nelson Mandela que “lo que cuenta en la vida no es el simple hecho de haber vivido. Son los cambios que hemos provocado en las vidas de los demás los que determinan el significado de la nuestra”.
Prueba de su legado es el Día Internacional de Nelson Mandela, que cada 18 de julio se celebra como propuesta de la Organización de las Naciones Unidas, la ONU, para recordar su lucha por los derechos humanos, la democracia y la paz.
De hecho, en el año 2015 la Asamblea General de Naciones Unidas denominó “Normas Nelson Mandela” a los estándares mínimos para el tratamiento de prisioneros, promoviendo la dignidad humana en el trato que reciben las personas privadas de libertad.
En el alegato final, el líder africano afirmó: “Durante toda mi vida me he dedicado a la lucha contra la dominación blanca y contra la dominación negra. He buscado el ideal de una sociedad libre y democrática, donde todas las personas vivan juntas en armonía y en igualdad de oportunidades”.
Mandela falleció a los 95 años el 5 de diciembre de 2013 por una afección respiratoria.