Llevan personas de la ciudad al campo para rejuvenecer los pueblos de España

Proyecto Arraigo

Llevan personas de la ciudad al campo para rejuvenecer los pueblos de España

Autor: Félix Eduardo Gutiérrez

Con esta iniciativa 40 familias han dado el paso de trasladarse a localidades despobladas, en busca de mejor calidad de vida.



Vivir en las grandes capitales del mundo generalmente no está asociado con calidad de vida.

El estrés, el alto costo de la vida y la contaminación ambiental son solo algunos de los inconvenientes que los habitantes de las grandes urbes deben enfrentar a diario hasta que llega un momento en que dicen: basta y buscan salidas creativas a su situación.

En esa búsqueda muchos españoles han encontrado en el camino el Proyecto Arraigo, una iniciativa que tiene como objetivo llevar personas de la ciudad al campo en una lucha contra la despoblación.

El Proyecto Arraigo nació en Soria de la mano de Enrique Martínez Pomar.

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El proyecto Arraigo camina y capta sus primeras familias. Foto: El Mirón de Soria.

“En las Navidades de 2016, unos familiares me pidieron ir a visitar pueblos abandonados. Pasamos por Navabellida y esa visión me estremeció. Esa visita modificó mi vida”, reveló Martínez Pomar sobre un proyecto que se define como “un conductor de personas que quieren ir de la ciudad al campo”, reseñó el diario El Mundo.

En estos tres años, la idea ha cogido vuelo y se ha extendido de Soria a Madrid, Burgos, Salamanca y Segovia. “Buscamos pueblos a la medida de ambas partes, se consigue mucho más arraigo de esa manera”, apuntó Carmen Martínez, colaboradora financiera. Ya son 40 las familias que han dado el paso gracias a esta iniciativa y hay otras 500 esperando que les encuentren un proyecto adecuado.

 “Nosotros vivíamos en Embajadores (Madrid) en un loft de 35 metros cuadrados, cuando nació Bjorn sabíamos que teníamos que cambiarnos y, como está de moda la despoblación, pensamos en esto”, contó Sonia Medina.

Buscando por internet, llegaron al Proyecto Arraigo, rellenaron su ficha y, aunque estuvieron a punto de recalar en Soria, surgió la oportunidad de La Hiruela y el alcalde del pueblo les convenció.

Buscando por internet, llegaron al Proyecto Arraigo, rellenaron su ficha y, aunque estuvieron a punto de recalar en Soria, surgió la oportunidad de La Hiruela y el alcalde del pueblo les convenció. Foto: El Mundo.

“Argumentos para venir hay muchos: calidad de vida, salud física y mental… es vivir en un entorno privilegiado a una hora de Madrid”, comentó Ignacio Merino, regidor de una localidad que, antes de la llegada de dos parejas jóvenes entre la que están Sonia y Miguel Ángel, eran el pueblo más envejecido de la Comunidad de Madrid.

Y es que no se trata de encajar solamente a las familias en el pueblo, también hay que encajar el pueblo en las familias. El proceso de adscripción al Proyecto Arraigo comienza con una encuesta que rellena la familia a través de la página web del proyecto.

Posteriormente se les llama para realizar un primer contacto telefónico y una vez hecho entran en la bolsa de “urbanitas” como se les conoce a los aspirantes a cambiar de la ciudad al pueblo.

En paralelo, los responsables del Proyecto Arraigo van hablando con los alcaldes de las poblaciones que deseen colaborar para conocer cuáles son sus necesidades a la hora de buscarles la familia que mejor se adapte a sus vecinos.

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El objetivo del Proyecto Arraigo es mitigar la despoblación, buscando un pueblo a la medida de los «urbanitas», con la ayuda del pueblo y con vínculos en el ocio. Foto: Twitter.

La mayoría, como es lógico, quieren niños. “Aportan vitalidad y alegran el pueblo, te obligan a trabajar más para poder solucionar problemas que antes no tenías pero benditos problemas”, exclamó Merino.

Nuestra labor es repoblar y rejuvenecer los pueblos”, aseguró Martínez Pomar sobre la misión del Proyecto. Un proceso que, a veces es largo para poder conseguir que ambas partes encajen bien, y otras es muy corto como el de una familia de Ibiza que decidió mudarse a Paredes de Buitrago (Madrid) y en unas semanas ya estaban instalados en la casa que les habían encontrado.

No obstante, desde la organización quieren insistir en que no son una agencia inmobiliaria ya que no buscan un “cambio de vivienda sino un cambio de vida”.

De hecho, una vez realizada la mudanza, se mantiene un pequeño seguimiento de las familias y se les ayuda, en colaboración con los alcaldes, a buscar trabajo y otras necesidades que puedan tener.

Miguel Ángel, de hecho, está a la espera de que el Ayuntamiento de La Hiruela le pueda ofrecer un puesto en mantenimiento que es a lo que él se dedicaba en Madrid.

Más allá de fomentar esos cambios de vida, el Proyecto Arraigo también dispone de otra pata que es la de las segundas viviendas o viviendas de ocio.

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En España hay pueblos que necesitan trabajadores, a cambio ofrecen vivienda y las ventajas de vivir en contacto directo con tus vecinos y con la naturaleza. No solo son espacios recónditos de la geografía española, la sierra norte de Madrid es un caso. Foto: Mapfre

Aunque el porcentaje de 70% a 30% entre primera y segunda vivienda, también hay urbanitas que desean tener una casa en el campo para pasar sus ratos libres.

“No obstante nosotros buscamos que, aunque empiecen con una segunda vivienda, luego piensen cambiarla a su primera residencia”, mantiene la colaboradora Carmen Martínez.

Lo que no hacen desde el proyecto es pintar las cosas de color de rosa. “La gente está contenta pero es duro ir al mundo rural. Tienen que tener muy claro su apuesta. Queremos que sea un camino de ida, no de vuelta”, advirtió Enrique Martínez Pomar.

Y es lógico puesto que familias como la de Sonia y Miguel Ángel deben coger el coche para casi todo ya que las conexiones de los pueblos no son las mejores.

Mientras pasean con Dante, su perro, por el pueblo ladrando, Sonia es consciente de que la apuesta es arriesgada.

“No nos vinimos de Madrid por falta de trabajo pero es cierto que aquí ganas en calidad de vida y si luego el niño quiere irse a la ciudad cuando cumpla 18 pues ya será cosa suya”, explicó esta urbanita habitante ya de un pueblo que cuenta con una cabina, probablemente una de las pocas que sobreviven al boom del teléfono móvil.

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