En ocasiones resulta muy cansado cargar con la perspectiva de género a todas partes. Cuando se entra en contacto con el feminismo, cuando entra a formar parte de nuestra vida de verdad, cuando se mezcla con nuestra identidad y con nuestra personalidad, pocas veces hay vuelta atrás.
Las gafas violetas nos permiten no solo ver, sino observar, analizar, descubrir, cuestionar, señalar, y sobre todo, explicar. Aplicando la perspectiva de género, descubrimos explicaciones a muchas situaciones y hechos que, aparentemente, no tenían una respuesta evidente: los puestos de poder, los estereotipos, el canon de belleza, el espacio público, la violencia de género, la brecha salarial y un largo etcétera precisan ser cuestionados y analizados desde la perspectiva de género.
Cuando aplicamos esta perspectiva a un nivel macrosistémico, lejano y abstracto es más sencillo conseguir consenso, puesto que la desigualdad resulta más evidente y afecta menos (aparentemente) a la vida diaria. Reconocemos fácilmente y aceptamos que es cierto que no tenemos presidentas, que hay un tipo de violencia específica sobre las mujeres, o que las madres cargan con todo el peso de los cuidados. Pero ¿qué pasa cuando aplicamos esta perspectiva a nivel microsistémico, en lo cercano y tangible?Cuando cuestionamos y señalamos el machismo que nos afecta día a día, que está cerca, que forma parte de nuestra vida… es cuando toca lidiar con El Neomachista.
Hoy en día no es fácil declararse abiertamente machista, puesto que es una palabra que se relaciona con valores no deseados e incluso antiguos. Y eso no es por casualidad, es el fruto de la lucha de las mujeres durante siglos. Por eso el machismo se viste de nuevas formas, es menos evidente y trata de hacerse más sutil, pero su objetivo sigue siendo mantener los privilegios propios del patriarcado.
No es fácil lidiar día a día con El Neomachista. Pero como en muchas ocasiones es más fácil llegar a las personas a través del diálogo sereno, paciente, inteligente e incluso desde el humor, es bueno disponer de un decálogo de detección y respuesta ante sus comentarios. Con ustedes, El Neomachista:
1) Yo no soy feminista ni machista, yo creo en la igualdad: Este es un error muy frecuente producto del desconocimiento. El feminismo es un movimiento que reivindica la igualdad de derechos entre hombres y mujeres. El machismo se conforma por actitudes, conductas y creencias de superioridad del hombre con respecto a la mujer.
2) También hay violencia de género contra los hombres: la violencia de género no se da de la mujer hacia el hombre porque no existe un sistema ideológico y cultural que oprima al hombre, sino a la mujer. La violencia de género se da en la pareja o expareja, del hombre hacia la mujer y tiene sus raíces en el patriarcado, el androcentrismo, el sentimiento de posesión y la idea tradicional de amor romántico. Conforma un fenómeno social que se da en todas las culturas y que provoca sólo en nuestro país 50, 60 ó 70 mujeres asesinadas al año por sus parejas o exparejas. Supone por tanto una situación de emergencia que precisa respuestas educativas, sociales y políticas concretas.
3) Existen muchas denuncias falsas: Según la Fiscalía General del Estado, el porcentaje de denuncias falsas en materia de violencia de género es de un 0,018%. Esta cifra habla por sí misma.
4) Eres una feminazi radical: No existe tal cosa. La palabra feminazi ha sido inventada por el neomachismo para demonizar y ridiculizar al movimiento feminista. Esta palabra ha sido utilizada incluso por neomachistas de renombre como Arturo Pérez-Reverte para atacar al feminismo.
5) El lenguaje inclusivo es una tontería, acabaremos diciendo sillas y sillos: El uso del lenguaje es importante en cuanto que con él construimos nuestro pensamiento y nuestra representación mental. Aquello que no se nombra, no se ve, y lo que no se ve, no existe. Nuestro lenguaje se ha regulado en base a los valores sociales y culturales dominantes patriarcales y androcéntricos, y es por esto por lo que debe ser cuestionado. Utilizar como argumento el femenino y el masculino en cualquier sustantivo es un intento de ridiculizar el lenguaje no sexista, que no tiene fundamento puesto que no hay que diferenciar el género en aquellos sustantivos que no tienen sexo biológico ni género.
6) Sois muy pesadas con eso del feminismo: sí, hay días que nos levantamos y nos da por pelear y reivindicar nuestros derechos y nuestro lugar en cualquier ámbito de nuestras vidas. Incluidos en aquellos contextos y situaciones en los que la desigualdad no es fácilmente apreciable.
7) No es acoso, es un piropo: un piropo es algo agradable que se dice a la cara de alguien conocido con respeto y con la intención de animar y/o agradar a la persona a la que se le está diciendo o mostrarle afecto. Silbar y/o gritar por la calle a una mujer desconocida algo relacionado con su aspecto, su cuerpo y su ropa es acoso verbal.
8) Me da igual que sea un hombre o una mujer, lo que importa es la persona: este argumento es muy repetido en organizaciones políticas o sociales cuando se trata el tema de la paridad en listas o en cargos. Por cuestiones relacionadas con la educación, la socialización, los estereotipos y la falta de referentes es probable que el protagonismo, el liderazgo y el poder de las organizaciones acabe siendo masculino. Herramientas paritarias como las listas cremallera fomentan una participación más igualitaria y representativa.
9) También debería existir un día del hombre: el 8 de marzo fue declarado el día Internacional de la Mujer Trabajadora por la ONU en 1975. Conmemora las luchas de las mujeres obreras que reivindicaban sus derechos y la igualdad en la sociedad. Actualmente aún vivimos en una sociedad que oprime a la mujer y en la que la desigualdad en el ámbito laboral, económico, político y familiar sigue siendo evidente, por lo que seguimos peleando y reivindicando nuestros derechos cada día y, en especial, el 8 de marzo.
10) Ya hemos conseguido “la igualdad”: creer que las mujeres ya estamos en igualdad de condiciones en todas las esferas de la vida es un error frecuente. La infrarrepresentación política, la brecha salarial, las mujeres asesinadas por sus parejas, el techo de cristal o el sobrecargo de los cuidados nos indican todo lo contrario: vivimos en una sociedad desigual.
Cuando la perspectiva de género toca de cerca es cuando verdaderamente se evidencia la amenaza a los privilegios, es cuando duele y es cuando el cuestionamiento provoca respuestas a la defensiva de El Neomachista.
Por eso el feminismo molesta; por eso el feminismo, como dice Nuria Varela, es un impertinente que cuestiona el orden establecido. Pero es justo ahí, en la medida en que señala, cuestiona y nos permite explicar incluso las formas más sutiles de opresión, cuando el feminismo se hace necesario para avanzar hacia una sociedad igualitaria. Es por esto que el feminismo es necesario porque nos hace crecer, el feminismo es necesario para ser felices.