Algún día podremos presentarles este memorial de quejas… y quizás algún agradecimiento también:
1. Eras la primera persona que debía regresar a casa mientras todos los demás seguían de fiesta.
2. Pedir permiso para quedarse a dormir en casa de un amigo o amiga requería horas de planes mentales que incluyen las credenciales de cuatro generaciones del árbol genealógico de la familia de quien te acoge en casa.
3. Si el plan es para hoy o mañana noche la respuesta será NO. Tus papás necesitan entre 2 y 3 días laborales hábiles para procesar qué noche vas a salir.
4. Practicabas ante el espejo y pensabas respuestas a todas sus posibles preguntas.
5. Esperabas a que estuvieran de un humor adecuado para abordar el tema.
6. A veces ponías la cara del gato de Shrek (¡maldito gato!) y soltabas un suspiro acompañado de: “da igual… total, diréis que no”, para intentar cosechar un poco de penita, ¡ejem!, simpatía por parte de ellos.
7. Cuando era que no, tenías que convencer a tus amigos de que preguntar otra vez a tus papás sólo iba a servir para mejorar tu juego de frontón. Porfi-NO-porfi-NO-porfi-NO.
8. Tenías que seleccionar los mejores planes, porque seguro que no te dejaban acudir a todos los saraos. Normalmente habías de apostar o por viernes o por sábado.
9. Cruzabas los dedos y ponías estampitas para que los planes no corrieran a cargo de tus amigos más inestables. 10 cambios de planes significan 10 conversaciones con ceños fruncidos.
10. Y a parte de todo eso, a mentir, que son dos días. Tienes que mentir tanto (mentiras blancas siempre) que hasta dudo de que lo que estoy escribiendo sea verdad.
11. No sufrías porque te fuera a pasar algo malo. Sufrías porque tus padres iban a sufrir si te llegaba a pasar algo. Y luego iban a enfadarse, claro.
12. A tus padres no les habría importado que tuvieras una pareja formal. Pero saber que estabas conociendo a una persona, oh, no, eso no. Ellos lo querían ya hecho. Y luego ya podrán sospechar hasta que cumpláis 33 de si es la persona adecuada.
13. Cuando te vistes fuera de lo más habitual aún te preguntas qué pensarían tus padres.
14. Todas las maniobras que tus amigos necesitarían para irse a vivir a una casa en un árbol en Madagascar cultivando drogas son las que tú tuviste que hacer para que te dejaran hacerte un piercing. No dos. Uno basta.
15. ¿Tatuajes? El infarto de papá no cabía en tus planes.
16. Si tus padres entraban en la sala cuando mirabas una película en la que una pareja estaba en la cama, cambiabas de canal. Si hablaban de sexo, cambiabas de canal. Si se besaban, cambiabas de canal. Y si no, por si acaso, cambiabas de canal.
17. Los modales se basaban en lo que fueran a pensar los demás. Y como este argumento es muy malo, acababas oyendo la frase: ¿Y si el de la casa de Madagascar se tira a un pozo, tú lo harías también?
18. Soñaste con planes de rebeldía. ¿Y si hago una canción y me convierto en estrella del rock y por motivos laborales debo ser rebelde? Muajaj, do-si-la-sooool.
19. Enterarte de que tu mejor amig@ había pasado la noche con la persona con quien estaba saliendo te dejaba en estado de shock-envidia-rabia-odio-a-papá.
20. Andabas con pies de plomo sobre lo que contabas de tus amistades a tus padres. No fuera que la lista negra de personas con las que no podías salir se ampliara a límites insostenibles en tus relaciones sociales.
21. Conoces todas las consecuencias malas que se pueden derivar de inhalar un solo tiro de marihuana. Y todas se reducen a ser una desgracia humana en la cuneta.
Quizás 22. No sabemos si es verdad que si nos han educado así nosotros también educaremos así a nuestros hijos. Y no tenemos ni idea de cuál es la mejor forma de educar. Sólo que, no tener ni idea ya incluye la palabra “no”… uhm… sospechoso, ¿no?