Breve historia de mujeres que envenenaron a sus parejas

  Para muchos, La Navidad es época de regalos y de pasar el tiempo en compañía de los seres queridos

Breve historia de mujeres que envenenaron a sus parejas

Autor: Andrea Peña

Amor-odio

 

Para muchos, La Navidad es época de regalos y de pasar el tiempo en compañía de los seres queridos. Pero el 25 de diciembre de 2013, Jacqueline Patrick le dio a su marido mucho más de lo que este esperaba. Siguiendo un plan tramado en connivencia con su hija menor, Jacqueline añadió líquido anticongelante a la bebida con la que Douglas celebraría aquella fecha señalada con su familia. Aquella noche, sintiéndose más ebrio de lo habitual, Douglas se fue a la cama y al poco tiempo entró en coma. Los intentos de Jacqueline de rematar la faena mientras llegaba la ambulancia acabaron por delatarla. La mujer entregó a los paramédicos una nota falta escrita en su nombre que rezaba: «Quisiera morir dignamente junto a mi familia».

Pese a que la historia pueda parecer sacada del argumento de una novela de Agatha Christie, a lo largo de los siglos ha habido muchos casos de mujeres que han intentado envenenar la bebida o la comida de sus parejas. Mención especial merecen las asesinas en serie de los siglos XIX y XX, que solían usar veneno para acabar con la vida de sus compañeros. «El envenenamiento por arsénico a menudo se confundía con el cólera», explica el escritor científico John Emsley, autor de The Elements of Murder: A History of Poison. El arsénico no solo es insípido e inodoro, sino que era un producto barato y fácil de conseguir en aquella época.

Deborah Blum, autora de The Poisoner’s Handbook, afirma que Mary Ann Cotton fue la «asesina del arsénico» más conocida. Entre 1865 y 1873, Cotton asesinó a tres de sus cuatro maridos y a un amante para quedarse como única beneficiaria de sus pólizas de seguro. Se cree pudo haber acabado con la vida de hasta 21 personas –entre ellas 11 de sus 13 hijos-, crímenes que finalmente la llevaron a la horca.

En ese mismo periodo, la estadounidense Lydia Sherman hizo lo propio al otro lado del Atlántico: asesinó a su tercer marido añadiendo varias cucharadas de matarratas –su veneno preferido- a su taza de chocolate caliente.

El envenenamiento sigue resultando una forma de asesinato muy intrigante tanto para el público general como para los propios asesinos.

En ambos casos, las dos mujeres actuaron movidas por la promesa del dinero. «La clásica envenenadora lo planifica todo cuidadosamente y actúa con un objetivo o beneficio en mente», explica Blum. «Los motivos más frecuentes son económicos o sentimentales, debido a una ruptura (a menudo provocada por motivos económicos)».

Pero los envenenamientos por dinero no son cosa del pasado. En 2008, Heather Mook, de Yorkshire, acabó en prisión por añadir gránulos de matarratas a los espagueti a la boloñesa de su marido. Mook llevaba años desviando dinero (concretamente, 58.500 euros) de la cuenta de la madre moribunda de su marido a espaldas de este.

El segundo motivo de envenenamiento más común es la sed de venganza. Uno de los casos más sonados en el Reino Unido lo protagonizó Lakhvir Kaur Singh, también conocida como la «asesina del curry». Singh voló hasta su India natal para obtener aconitina, una toxina derivada de la planta del acónito.

A principios de 2009, Singh se coló a hurtadillas en casa de su antiguo amante –que unos meses atrás le había dicho que la abandonaba para irse con una mujer más joven- y envenenó un plato que había en el frigorífico, del que comieron al día siguiente él y su nueva prometida. Lakhvinder Cheema y Gurjeet Choongh enfermaron poco después de haber ingerido el veneno, sufriendo ceguera, adormecimiento e incluso parálisis. La familia de él los trasladó al hospital, donde los médicos provocaron a Choongh un coma inducido y finalmente logró recuperarse. Cheema, en cambio, murió una hora después de llegar al hospital. Había roto el corazón de Singh, así que ella le paró a él el suyo.

Un homicidio es un homicidio, desde luego, pero el envenenamiento sigue resultando una forma de asesinato muy intrigante tanto para el público general como para los propios asesinos. «Puede ser muy complicado detectar un caso de envenenamiento, y más difícil aún atrapar al asesino», explica la Dra. Emily Glorney, psicóloga forense y docente del Royal Holloway, en la Universidad de Londres. «Por eso el veneno resulta tan atractivo para algunas personas, en especial aquellas que encuentran cierto placer al evitar ser descubiertos y seguir los casos a través de los medios de comunicación».

Amy Stewart –autora de Wicked Plants, un libro sobre la faceta mortal de la naturaleza- cree que el hecho de que las mujeres recurran al veneno se debe a su papel estereotipado de ama de casa. «Suelen ser las que preparan la comida, por lo que tienen más oportunidades», señala. Se acabó la idea misógina de que «la mujer debe estar en la cocina».

Para una esposa victoriana atrapada en un matrimonio angustioso, el veneno realmente era la única arma.

Por otro lado, el veneno también elimina la fuerza bruta de la ecuación. En alusión directa a la obra del historiador científico Daniel J. Kevles, Blum afirma que el envenenamiento actúa como elemento igualador. «Una mujer puede verse dominada físicamente por su marido o compañero», explica, «pero el veneno le permite matar desde una distancia prudente».

Luego está el asunto de la predisposición mental. La psicóloga clínica Joni Johsnton trató de arrojar algo de luz sobre el tema en su artículo «A Psychological Profile of a Poisoner» (el perfil psicológico de un envenenador): «Matar a alguien con veneno requiere, por la naturaleza del acto, una planificación cuidadosa y mucho subterfugio, por lo que no es de extrañar que las personas que asesinan envenenando sean astutas, escurridizas y creativas».

Blum lo afirma sin rodeos: «Las personas que envenenan están convencidas de que no van a descubrirlas».

Pese a que todavía se dan casos de mujeres que envenenan a sus parejas, esta forma de asesinato es ya muy poco común en la actualidad. Y menos comunes son los casos de mujeres que envenenan a sus parejas como forma de huir de la violencia doméstica. Emsley asegura que, para una esposa victoriana atrapada en un matrimonio angustioso, «el veneno realmente era la única arma».

Pero todavía hoy ocurren estos casos: En 2008, Yvonne Godwin, de Gloucestershire, fue absuelta tras su condena por añadir matarratas al pastel de chocolate que iba a tomar su marido. La mujer había sufrido años de maltrato por parte de su esposo, algo que tuvo en cuenta el juez, quien le dijo: «No es usted de ningún modo una delincuente».

¿Por qué, entonces, muchas de las mujeres que envenenan a sus compañeros se ganan el apodo de «viudas negras»?

Si bien el veneno se considera ampliamente como un «arma de mujer», Johnston señala que « la mayoría de personas enjuiciadas por envenenamiento son hombres».

 

 

Fuente: VICE


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