El pensamiento simbólico ha sido un motor de progreso y creatividad a través de la humanidad en el desarrollo de la cultura – en mayor o menor medida, todos poseemos pensamiento simbólico– es lo que nos permite darle significación a cosas que por sí mismas no tendrían. Y es que el pensamiento simbólico nos entrega la posibilidad de comprender que “Te vas Alfonsina con tu soledad. Que poemas nuevos fuiste a buscar” no quiere decir que Alfonsina fuese al mar precisamente a buscar poemas, o conchitas sino que a quitarse la vida y que eso la transformó en canción.
Además de todas estas cosas, algo que hizo el pensamiento simbólico fue entregarnos amuletos y talismanes. A medio camino entre la espiritualidad y superstición, le ofrezco un viaje por cinco de ellos que puede adquirir fácilmente, si es que le interesan este tipo de cosas:
- El ojo turco: es una piedrecita redonda de color azul. No es raro verlo puesto sobre todo en mujeres. Y es que se han confeccionado una infinidad de accesorios que contienen esta piedra. Comunes en las ferias artesanales, en los autos y en los coches de guaguas.
Las raíces de esta creencia se remontan hasta Babilonia y el antiguo Egipto. También se constata entre los sumerios y los hititas. Según ellos, los malos sentimientos que anidan dentro del ser humano salen al exterior a través de los ojos. Los ojos son la parte más expresiva y evidente del cuerpo.
Para evitar o reflejar este poder, utilizaron algo en contra. Así que empezaron a ponerse un abalorio con forma de ojo. Algunas fuentes llegan a decir que el origen del ojo azul se debe a la invasión de los pueblos del norte. Los nórdicos tenían ojos azules y los habitantes de Anatolia pensaron que ellos les echaban mal de ojo y para contrarrestarlo crearon el ojo azul, ojo de horus u ojo turco como le decimos en Chile.
- La mano de Fátima: se ha hecho muy común últimamente, sobretodo en tatuajes, pictografías e ilustraciones que rondan en el comercio. También originado en medio oriente es muy usado en estos territorios y en partes de áfrica.
En realidad la mano de Fátima se llama Hamsa o Khamsa que significa cinco. Y según sabemos tiene un valor sagrado para musulmanes y hebreos.
Aunque la definición de “mano de Fátima” ha sido asumida para conmemorar a Fátima, la hija del profeta:
Fátima hacía que las cosas sucedieran, cuando rezaba en el desierto hacía llover y en la arena salían flores. Para las mujeres árabes y musulmanas, la mano de Fátima además de evitar cualquier mal de ojo, es un signo indisoluble de paciencia y paz, puesto que fue ella misma la que tuvo que soportar el dolor de aceptar a la concubina de su marido (porque ya sabemos que la poligamia masculina está permitida en la religión islámica) y por eso se ha transformado en el símbolo que por excelencia recuerda a quien lo lleva la fe en dios que se ve expresada por los cinco sentidos de los cinco dedos de la mano.
- Mándala: Ya varios llevan un mándala en la piel. Se ha vuelto otra de esas positivas sensaciones mediáticas de espiritualidad y expansión.
Aunque no todos los mándalas son redondos o en forma de rueda, su nombre en sánscrito quiere decir círculo – el círculo de la creación, la expansión del recorrido y la vía de conexión entre el hombre y la divinidad- Para estos términos es bueno aclarar que los significados que se le otorguen al mándala tienen que ver con la forma y el color de esta, ya que tienen variados propósitos, incluidos el de la meditación. “Desde el punto de vista espiritual es un centro energético de equilibrio y purificación que ayuda a transformar el entorno y la mente de quien medita en ellos”.
- El atrapasueños: Es un objeto étnico, compuesto por un aro circular sobre el que se teje una red en forma de tela de araña y que suele estar decorado con plumas y cuentas. Es un objeto propio del pueblo Ojibwa, nativos de américa del norte, y se masificó durante la revolución hippie en Estados unidos hasta nuestros días.
Para los Ojibwa un atrapasueños es capaz de filtrar los sueños y cuidar a los niños dejando pasar sólo a aquellos sueños que son positivos, haciendo que los malos queden atrapados en la red y desaparezcan con la primera luz del alba.
- La herradura. Técnicamente una herradura no es un amuleto sino un talismán. La diferencia entre ambos es que un amuleto desvía ciertas energías y el talismán las absorbe.
Hace años, tener un caballo era privilegio de unos pocos afortunados. De ahí podemos entender la asociación entre la herradura y la buena fortuna, siguiendo el principio de la magia simpática, acuñado por el antropólogo James Frazer: «lo similar produce lo similar, el símbolo llama a la realidad simbolizada». Se dice que debe ser una herradura usada, que haya pisado la tierra y que se haya cargado, por tanto, de la energía generadora de la Madre Tierra, y que se debe colocar con sus extremos hacia arriba, a modo de recipiente esperando ser llenado.