Desde la inquisición a los juicios de Salem, entre los siglos XV y XVIII, diferentes episodios de pánico e histeria colectivos llevaron a la persecusión y ejecución de decenas de miles de «brujas» (y también «brujos», aunque unos menos) tanto en Europa como en Améria.
Hoy en día, miramos estos episodios con cierta fascinación macabra intentando entender qué fue lo que llevó a esta especie de epidemia de histeria colectiva. Quizás uno de los aspectos que generan más asombro es la poca evidencia que resultaba suficiente para acusar a alguien de brujería. Si estos juicios y cacerías se realizaran hoy, la mayoría de nosotros probablemente terminaría siendo encontrado culpable. ¿No nos crees? Estas son 6 señales de que, indudablemente, eres una bruja:
6. No eres una verdadera persona de fe
Podemos dar por descontado que si eres ateo (o profesas cualquier religión que no sea la católica), estás del lado del diablo y, por lo tanto, debes estar metido en brujerías. Pero, si eres católico, no pienses que te has salvado tan fácil. Durante los juicios de Salem, por ejemplo, era muy común que se exigiera a los acusados que recitaran el Padre Nuestro sin ningún error. Se creía que quienes habían hecho un pacto con el Diablo no serían capaces de recitar esta plegaria en voz alta.
Desafortunadamente, ni siquiera esto constituía prueba suficiente. Esto lo descubrió George Burroughs quien, tras ser acusado de brujería, fue capaz de recitar el Padre Nuestro de forma perfecta… Demasiado perfecta, quizás, los acusadores decidieron que debió haber tenido ayuda del diablo y lo ejecutaron de todos modos.
Desde la inquisición a los juicios de Salem, entre los siglos XV y XVIII, diferentes episodios de pánico e histeria colectivos llevaron a la persecusión y ejecución de decenas de miles de «brujas» (y también «brujos», aunque unos menos) tanto en Europa como en América.
Hoy en día, miramos estos episodios con cierta fascinación macabra intentando entender qué fue lo que llevó a esta especie de epidemia de histeria colectiva. Quizás uno de los aspectos que generan más asombro es la poca evidencia que resultaba suficiente para acusar a alguien de brujería. Si estos juicios y cacerías se realizaran hoy, la mayoría de nosotros probablemente terminaría siendo encontrado culpable. ¿No nos crees? Estas son 6 señales de que, indudablemente, eres una bruja:
6. No eres una verdadera persona de fe
Podemos dar por descontado que si eres ateo (o profesas cualquier religión que no sea la católica), estás del lado del diablo y, por lo tanto, debes estar metido en brujerías. Pero, si eres católico, no pienses que te has salvado tan fácil. Durante los juicios de Salem, por ejemplo, era muy común que se exigiera a los acusados que recitaran el Padre Nuestro sin ningún error. Se creía que quienes habían hecho un pacto con el Diablo no serían capaces de recitar esta plegaria en voz alta.
Desafortunadamente, ni siquiera esto constituía prueba suficiente. Esto lo descubrió George Burroughs quien, tras ser acusado de brujería, fue capaz de recitar el Padre Nuestro de forma perfecta… Demasiado perfecta, quizás, los acusadores decidieron que debió haber tenido ayuda del diablo y lo ejecutaron de todos modos.
5. Tienes un lunar… O una cicatriz… O cualquier marca en tu piel
Otra creencia era que, al momento de hacer un pacto con el diablo, este dejaba una marca en el cuerpo. Por esta razón, quienes eran acusados de brujería eran revisados en búsqueda de cualquier marca diferente en la piel que pudiera considerarse una «marca de bruja». En algunos casos, incluso, se los pinchaba con agujas para probar que, en vez de sangrar, les quedaría una de estas marcas.
4. No te llevas muy bien con tus vecinos
Para que alguien fuera juzgado por brujería debía primero ser acusado por alguien. En muchos casos, los acusados eran personas más bien antisociales que tenían algún conflicto con quienes los acusaban. Una de las teorías sobre qué llevó a estas cacerías es, justamente, que sirvieron para liberar tensiones sociales.
3. No respondes muy bien a la tortura
Lo sé, ¿quién sí responde bien? Es que, aunque ser acusado no era garantía de ser condenado, las probabilidades eran muy altas, ya que se usaban varias técnicas de tortura bastante horrendas para lograr que los acusados confesaran. Como si esto fuera poco, en la desesperación que los llevaba a confesar, muchas veces también terminaban acusando a otros individuos de también participar en supuestas prácticas de brujería. De hecho, este fue uno de los factores que llevó a que el pánico se difundiera de la forma en que lo hizo. Básicamente, cualquiera podía termiar siendo juzgado por brujería.
2. Tomaste clases de natación
Si alguna vez tomaste clases de natación probablemente sepas que si estás nadando lejos de la costa y por alguna razón sientes que te estás ahogando, lo mejor es no entrar en pánico y echarte a flotar para ahorrar energías mientras alguien llega a rescatarte. Si te están acusando de brujo, mejor olvídate de este consejo.
Para ser bruja, una persona debía haber hecho un pacto con el diablo y debía haber rechazado el bautismo. De esto se desprende, lógicamente, que si una bruja se tirara al agua, por ejemplo, en un río, esta rechazaría su cuerpo y la bruja flotaría. Esto llevó a que muchos acusados fueran tirados en ríos para comprobar si flotaban. De ser así, eran declarados culpables. Los que se hundían, por otro lado, eran inocentes, aunque en muchos casos simplemente no sabían nadar y su prueba de inocencia terminaba siendo una especie de ejecución en sí misma.
1. Eres mujer
Es verdad que durante este período se condenó a varios hombres e incluso niños. De hecho, en países como Estonia, Finlandia, Islandia y Rusia, la mayoría de los condenados fueron hombres. Sin embargo, se cree que más el 70% de los acusados totales, tanto en Europa como en Estados Unidos fueron mujeres.
Las razones de esto no están muy claras, algunos sugieren que se debe a que en esa época se veía al sexo femenino como el menos inteligente y el más débil, lo que hacía a las mujeres más susceptibles a pecar. Otros responden que, en muchos casos, fueron las mismas mujeres las que acusaron a otras de su mismo género, por lo que no podría considerarse un ejemplo de misoginia. Cualquiera sea el caso, no hay duda de que el simple hecho de ser mujer aumentaba las probabilidades de ser víctima de esta persecución.
¿Cumples con alguna de estas características? Probablemente cualquiera de nosotros habría terminado condenado si nos hubieran acusado. ¿Qué crees que puede haber llevado a estas persecuciones?