Todo (o casi todo) lo que hacemos, es una expresión de nosotros mismos. Desde la forma en que vestimos, hasta la forma en que somos capaces de pronunciar las palabras dice al menos una pequeña cosa acerca de nosotros: Sabemos que una persona que dice tchoclo no puede ser la misma que dice choclo o que dice shoclo – y es que la forma en que llevamos nuestra vida, ha sido, por supuesto, la confluencia entre las realidades con las que hemos tenido contacto, pero también es lo que nosotros queremos que sea –
Y una expresión por excelencia de lo más oscuro y más recóndito de nuestra personalidad, es el baile. Desde la perspectiva de que la forma en que usted baila, es única e irrepetible, hasta el hecho recontra sabido de que usted dice más cosas de las que piensa que dice bailando, estimado lector.
Bailar es súper difícil. Se los dice una persona que tiene la coordinación motora de una cuchara y que se dedica a compensar eso por medio de la observación. Y creo que tengo todo el conocimiento de causa para traerles el día de hoy a seis tipos de bailarines con los que inevitablemente te has topado: quizá en una disco, en una fiesta de casa, en un encuentro familiar o en cualquier cosa que acostumbres a asistir. Y me quemo a lo bonzo de que por lo menos a una de estas personas eres capaz de ponerle una cara.
Así que aquí van:
- El (o la) que simplemente, no quiere estar ahí: Y no porque no sepa bailar, sino porque le carga. Él o ella, son del tipo de personas que te encuentras en bares conversando y arreglando el mundo a ciertas horas de la noche. Está bailando contigo porque probablemente disfruta enormemente tu presencia, o porque nada le hace el agua al pescao’ pues de otra forma se encontraría afuera fumando o ya se hubiese retirado gentilmente.
Al que no quiere estar ahí, se le nota, porque mientras baila conversa harto y abre el espectro acerca de las preguntas que hace. Es el tipo de personas que además de preguntarte qué haces de tu vida (pongamos como ejemplo, estudiar) te pregunta además si te gusta lo que estudias, si eres feliz en eso, o hace algún agudo comentario concerniente a la materia. Porque al que no quiere estar ahí, no le importan las luces, ni el sudor sórdido de los lugares en los que se acostumbra bailar. Solo quiere irse, conversar y ojalá contigo.
- El que no respeta tu espacio personal. El asunto con este para nada escaso tipo de persona no es la manera en la que baila, sino, la incapacidad para darse cuenta en dónde termina su espacio para que comience el tuyo.
Están bailando, se saludan y de un momento a otro, pum! Está casi encima de ti y te da la impresión de que hasta puedes respirar su aire. Esta persona aprovecha los tópicos hipersexualizados de las canciones para interpretarlas de una forma muy tenue, pero incomoda. Sus manos son largas, largas como ramas y raíces. Te alejas en reiteradas ocasiones y no hay caso, vuelve a ti como mosca a la coca cola rancia que dejaste sobre la mesa en el almuerzo.
- El que tiene muy pocos pasos y no le interesa aprender más. El repertorio de movimientos de un punto a esta parte ni se estrecha, ni se expande, porque tiene un par de pasos recontra aprendidos y no existe ningún mínimo interés en incluir otro. Es más, las canciones se adecúan a sus pasos y no los pasos a las canciones. Seguramente ya lo (o la) haz visto tantas veces en estos renuncios que nada te sorprende, se lo has dicho, pero nada importa, lo has imitado, pero tampoco eso ha rendido frutos. La cosa es así, y no hay más.
- En esta misma línea, las personas que bailan todo como si fuese una mala salsa.
Muchas, pero muchas vueltas. Lo que no sé si es malo, porque por lo general se ven personas mareadas pero felices.
Mención especial a los que bailan absolutamente todo como si fuese reggaetón. Electrónica, cueca, milonga, da lo mismo. Porque perreo pa los nenes, perreo pa las nenas.
- La que quiere ser sensual y sorprendentemente no muere en el intento. No es que quiera hacer diferencias de género para estos temas, pero honestamente no me siento capacitada para hablar de hombres que intentan ser sensuales bailando, puesto que quizá no he visto a demasiados (o son peligrosamente parecidos a los del punto 2.) Pero la que quiere ser sensual pone todos sus empeños en ello y se nota. Hay una delgada línea que separa a este tipo de bailarina estrella, con aquella que intenta bailar y se va al piso en un suspiro. La que quiere ser sensual se mira los hombros mientras baila, se muerde los labios, siente cada ritmo y canta sugerentemente pasajes de las canciones que hablan de cosas sensuales, o en su defecto, sexuales. Entre más contenido etílico haya en su cuerpo, más se le nota. Y si es que hay algún afortunado en el lugar, él ya lo sabe. Sí, créanme que lo sabe. Porque este tipo de bailarinas mira a su presa, cuan leona que mira a un indefenso venado cuyas posibilidades de escapar (o de querer escapar) son muy, pero muy escasas.
- Los que no bailan, interpretan. Son de estas personas intensas, que con un pequeño vituperio en el cuerpo se intensifican aún más. Sienten cada letra, cada son en las fibras más internas y externas de su cuerpo, y es que no bailan, interpretan. Dejan el alma en la pista, porque las pistas para eso se hicieron. Cantan, gritan, y necesitan de un espacio considerablemente más grande que el del resto de los mortales para darle rienda suelta a la expresión de sus caldos internos que hierven y se estrellan cada vez que no pueden salir de ese cuerpo. Los demás los miran, porque en la mayoría de lugares son incomprendidos, pero saben qué chiquillos, sigan en lo suyo no más.