Kees Veldboer, un conductor de ambulancias holandés, fundó hace diez años una organización en su país para cumplir los últimos anhelos en vida de las personas con enfermedades terminales que están a punto de morir.
Todo comenzó cuando un paciente que tenía que trasladar de un hospital a otro le rogó no volver a la cama donde pasó los últimos tres meses. Aquel hombre, que resultó ser un ex marinero sentir una vez más el mar.
«Vi que quizá valía la pena sacar a la gente del hospital, de toda su tristeza o dolor, para darles un último recurso feliz», confesó el fundador del proyecto al sitio web PLay Ground.
«Stichting Ambulance Wens» fue el nombre que le dio a la organización donde cientos de pacientes piden un último concierto, un último partido de fútbol o el último café al sol en la plaza en la que uno jugaba. Salir para estar en la boda de ese hijo que se casa o salir para ser el que diga sí quiero en una iglesia: Hasta el momento llevan más de nueve mil deseos cumplidos, todos de forma gratuita.
El hijo del hombre al que llevaron al puerto cuenta que su padre estaba como cuando ibas a ir a una excursión en el colegio:«Fue hermoso. Era como si se acordara de vivir», comentó.
Rob Oostrum (57) lleva en la organización varios años. Cuando acaba su trabajo diario de policía, maneja alguna de las seis ambulancias con las que cuentan. Reconoce que al principio realizaban miles de llamadas hasta lograr reservar billetes de avión, mesas de restaurante o pases para un espectáculo de ballet gratis. Ahora todo es más sencillo porque son conocidos y cuentan con más recursos mientras suman 230 voluntarios.
Por su parte Wilma Donkersloot, una enfermera que ayuda desde hace tres años, cuenta que en la primera ocasión trasladó a un hombre hasta la fachada de la nueva casa donde iba a vivir su hijo.
«Aquí, a los que estamos ayudando, todos los deseos nos hacen mella. Originan un impacto. Durante el trayecto hay algunos que incluso se desahogan y te cuentan cómo se sienten», señaló Wilma.
Todas las voluntades que se atienden vienen de pacientes a los que ya se les ha retirado el tratamiento. Debido a su delicadeza, se han encontrado con médicos reticentes, sin embargo ahora afirman que son los propios doctores quienes ponen en contacto a los enfermos con la fundación.
«Se debería entender como un cuidado paliativo. Se está atendiendo a lo que una persona desea al final de la vida, siempre vamos los que somos profesionales sanitarios y supervisamos que no tengan dolor. Lo único malo es que se encuentren un poco agotados al siguiente día, pero el cansancio no les apena», resalta Veldboer.
A Rob van Zundert le hubiera dolido irse como lo hacen la mayoría de los pacientes terminales: dentro de una habitación, inmóvil en una cama, en un ambiente de espera enfermizo. Le hubiera matado no volver al puerto de Róterdam una última vez. Al muelle al que fue a por trabajo de adolescente y acabó abriendo dos tiendas propias y encontrando dos amores.
Pese a sus dificultades, Zundert fue capaz de despedirse de los marineros, de los barcos y de la espuma en el puerto, acostado en una camilla, gracias a la noble labor de esta organización.
La Asamblea Mundial de la Salud considera que los cuidados paliativos son un derecho fundamental. Ese sosiego físico pero también psicológico cuando uno se va haciendo huesos y solo debería preocuparse de tener una muerte digna. Y si uno quiere, ver por última vez el mar.
Fuente: Play Ground.