El lugar sería más frío de lo que imaginábamos.
Nos hemos enterado de muchas historias relativas al descubrimiento de la Atlántida con el tiempo y cada vez tenemos más preguntas respecto a la mítica ciudad isla que se cree se hundió hace cientos de años. De todas formas, como con todos los misterios, nuestro interés sólo puede crecer. Aunque puede que esta vez nos estemos acercando a la verdad.
Algunos solían ubicar la Atlántida en medio del Océano Atlántico (de ahí el nombre) según los relatos del filósofo griego Platón, pero muchas teorías la han situado más hacia la costa de América e incluso los océanos Pacífico e Índico.
Bajo la isla de la República de Mauricio se descubrió un micro-continente sumergido, pero éste tendría 84 millones de años, por lo que se descarto la posibilidad de que correspondiera a la mítica ciudad. Ahora los científicos sí creen tener la respuesta al acertijo… en el Polo Sur.
Estas desconocidas masas están congeladas bajo una superficie congelada de casi 1 kilómetro de grosor y algunas son tan grandes como la Torre Eiffel, de 300 metros de altura.
Esto podría revivir las especulaciones de que el continente helado sería hogar de OVNIs, pero allá ellos.
Nosotros buscamos la ciudad perdida.
Según un equipo de la Universidad de Bruselas, las estructuras son evidencia de conductos de agua y crestas de sedimentos bajo la capa de hielo antártica, por lo que correspondería a una red de túneles y cimas congeladas que ayudarían a mantener la estabilidad de la superficie.
Estas masas gigantes realizan importantes perforaciones en el fondo, creando estas “cicatrices” que se logran apreciar y serían lo que llama la atención. Estas marcas son el principio de canales aún más amplios que aumentan en tamaño mientras más cerca del agua se mueva el hielo.
De lograrse comprender cómo funcionan, serían de gran utilidad para predecir los efectos del cambio climático en la Antártica.
Aunque claro, los que aún buscan el continente creen que pueda ser la Atlántida, quizás de la mano con unos cuántos extraterrestres. ¿Quién sabe?