Morir de sed puede ser una de las muertes más terribles que hay, debido al proceso de degradación que sufre el cuerpo y la mente. Imagínate privado de algo tan vital como el agua. Nuestro cuerpo es en un porcentaje muy grande eso mismo: líquido. Si nos privamos de este elemento vital nos comenzamos a secar como un viejo árbol o una estrella de mar que se retuerce al sol, en el marco de una ventana.
Una persona puede sobrevivir hasta un mes, o incluso más en algunos casos, sin ingerir alimento alguno, solo bebiendo líquidos. Así de fundamental es la hidratación del organismo. Ahora, sin ingerir ningún líquido morirías en cuestión de días. La mayoría no sobrevive más de cinco días, dependiendo de las condiciones en que se encuentre. En casos muy raros algunas personas han sobrevivido hasta 15 días.
El nivel de deshidratación se mide según el porcentaje de pérdida de peso debido a la falta de líquidos. Así, si pierdes de 1 a 2% de peso, comienzas a sentir una sed intensa, debilidad generalizada y fuertes dolores de cabeza.
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De 3 a 5% tu boca seca y se vuelve pastosa, te cuesta tragar y produces menos salivación. Comienzas entonces a sentir hormigueos en tus extremidades, irritabilidad, desorientación y somnolencia.
De 6 a 8% el cuerpo comienza a extraer el agua de las células y la envía al sistema circulatorio. Aumenta la frecuencia cardiaca, comienzas a experimentar confusión mental e incluso alucinaciones y sientes una gran debilidad muscular.
De 9 a 11% se frena la sudoración y la capacidad de cuerpo de disipar calor. Acá ya estás cerca de la catástrofe.
El 20% de pérdida es el límite máximo de deshidratación: la piel se agrieta, el cerebro se encoge y la sangre deja de llegar a los órganos. Llegado este momento no puedes comer ni beber y, en medio de un gran sufrimiento, sobreviene la muerte como una cascada de agua.
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